En el crematorio
Iron¨ªas de la vida: en la tarde del domingo de Gloria y Resurrecci¨®n, El p¨²blico lee (Canal 2 Andaluc¨ªa) se centr¨® en la novela de Rafael Chirbes Crematorio. La elecci¨®n de esta obra precisamente para ese d¨ªa no ser¨¢ -imagino- deliberada, pero tiene su gracia. Desde hace a?os, pero de forma muy subrayada en su novela anterior, Los viejos amigos, Chirbes ha puesto en marcha una requisitoria implacable contra el presente de este pa¨ªs en la que lo m¨¢s sobresaliente es la inviabilidad de cualquier maniobra de consuelo o atisbo de regeneraci¨®n. En el fondo hay una antropolog¨ªa pesimista sin condiciones que parte de dos axiomas. El primero ha dado lugar a una literatura de denuncia que ha aportado obras tan extraordinarias como sombr¨ªas y que en Freud alcanz¨® el nivel de explicaci¨®n esencial del v¨ªnculo social: al principio, en el origen y en el fondo de todo (y no digamos ya del ¨¦xito y la riqueza) hay un crimen. Segundo axioma: la sociedad levantada sobre ese crimen se basa en una conjura de los depredadores que pasan a hacer de la traici¨®n y la impostura su destreza m¨¢s imprescindible.
En Crematorio, el llamado "capitalismo bul¨ªmico" ha conseguido arrasar absolutamente todas las conciencias, y el hormig¨®n (aqu¨ª utilizado como arma arrojadiza contra las teor¨ªas del progreso) va haciendo de todas las vidas un solo bloque compacto que nos engulle. De nuevo como en la anterior novela, Chirbes es especialmente duro con una difusa socialdemocracia tecnocr¨¢tica (toda la "antigua" izquierda) que, traicionando todo lo habido y por haber, ha acabado por ponerse al frente de esta siniestra maniobra que para ¨¦l es todo, pura y simplemente todo lo que hay. Los que no forman parte de ella son seres parasitarios: escritores o intelectuales alcoholizados y gente as¨ª.
La furia de esta novela se justifica, seg¨²n su autor, en que nada hay m¨¢s pernicioso para las conciencias que el consuelo, y m¨¢s si es el de la literatura. En ese punto, a preguntas de uno de los lectores que hab¨ªa en el programa, Chirbes se enred¨® en una explicaci¨®n nada convincente y, en mi opini¨®n, completamente innecesaria: ¨¦l escribe lo que cree que debe escribir y el p¨²blico dir¨¢. Lo que s¨ª ser¨ªa interesante es que Chirbes explicara la salida de su pesimismo prof¨¦tico en la realidad cotidiana.
Est¨¢ bien que los fastos de la felicidad obligatoria choquen con aguafiestas de esta envergadura. Se acaban las procesiones y Chirbes enciende el crematorio. Sube al cielo una columna de humo. La cuesti¨®n es: ?todo es humo? ?son todos solamente vendedores de humo?
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