Millonarios hambrientos en Zimbabue
El pa¨ªs sufre una hiperinflaci¨®n que amenaza con destruirlo - Mugabe puede ser reelegido ma?ana en unos comicios poco transparentes
Effort Chikkanha gana 300 millones al mes, pero viste harapos y asegura que no sabe qu¨¦ hacer para conseguir comida. Es millonario, s¨ª, pero de Zimbabue, donde nada es como en el resto del mundo. Todos estos billetes juntos le alcanzan apenas para comprar 10 barras de pan, si las encuentra. Y la semana que viene le servir¨¢n para la mitad: el pa¨ªs sufre un terremoto en forma de inflaci¨®n -el 100.000% anual- que amenaza con arrasarlo todo. Los millonarios de Zimbabue -salvo unos pocos, muy cercanos al poder- est¨¢n en realidad hambrientos.
El pa¨ªs que hace 30 a?os era la joya de ?frica est¨¢ hoy en quiebra total
"No me sirve de nada ir a trabajar, pero voy para que mi madre est¨¦ contenta", cuenta Chikkanha, de 25 a?os, que no deja nunca de sonre¨ªr mientras explica por qu¨¦ muchos de sus amigos han dejado su trabajo. Los salarios apenas suben y la mayor inflaci¨®n del mundo se los come al instante. Subirse en un atestado microb¨²s que va de la periferia al centro cuesta hoy 30 millones de d¨®lares zimbabuenses, ida y vuelta, con lo que en una semana y media se evapora el salario de todo un mes. Ir a trabajar sale a menudo mucho m¨¢s caro que quedarse en casa.
El pa¨ªs que hace apenas 30 a?os era la joya de ?frica est¨¢ hoy en quiebra total. No s¨®lo es la inflaci¨®n: los cortes de luz y agua son continuos; los maestros est¨¢n en huelga, en los hospitales apenas hay medicinas, el paro supera el 80%, y la esperanza de vida ha ca¨ªdo en picado: de 61 a?os hasta 37. Los emigrantes huyen a miles hasta el punto de que el 25% de la poblaci¨®n -Zimbabue cuenta con 13 millones de habitantes y un tama?o parecido a Alemania- se ha marchado desde 2000. Y Robert Mugabe, de 84 a?os, el h¨¦roe de la liberaci¨®n que ha llevado al pa¨ªs hasta este punto tras 28 a?os de mandato, busca ma?ana una nueva reelecci¨®n en unos comicios que muchos temen ama?ados.
"La hiperinflaci¨®n y la crisis se explican por las sanciones ileg¨ªtimas", proclama un activista en la sede central de ZANU-PF, el partido de Mugabe, donde la maquinaria del Estado se confunde con la del partido. En realidad, las sanciones internacionales son m¨ªnimas: un centenar de gerifaltes tienen prohibido viajar a Occidente y comprar acciones de empresas occidentales. Nada m¨¢s. Pero la m¨¢quina propagand¨ªstica del partido atribuye a las sanciones toda la responsabilidad del cicl¨®n hiperinflacionista.
Mientras tanto, la m¨¢quina de producir billetes funciona noche y d¨ªa, siete d¨ªas a la semana, en una f¨¢brica en Msasa, al este de Harare. Imprimir nuevos billetes es la ¨²nica forma que ha encontrado Mugabe para pagar todas sus promesas antes de las elecciones, aunque se arriesga ahora a que tanta generosidad -que en horas queda en nada- se convierta en bumer¨¢n. El d¨®lar zimbabuense ten¨ªa en 1980 pr¨¢cticamente paridad con el estadounidense. Hoy la relaci¨®n es de 1 a 40 millones. "Todo el mundo est¨¢ comprendiendo que la responsabilidad de lo que pasa es del Gobierno y de su af¨¢n por imprimir m¨¢s y m¨¢s dinero", subraya Lucy Makaza-Mazingi, economista que trabaj¨® en la Hacienda P¨²blica.
Mugabe ha intentado acabar con la inflaci¨®n por decreto, fijando precios m¨¢ximos. Pero cada vez que lo intenta, las tiendas se vac¨ªan al instante. Y las soflamas gubernamentales no asustan a la inflaci¨®n: en julio era de 7.000% y ha crecido de forma galopante hasta los 100.000% actuales, que algunos economistas estiman ya incluso en 150.000%.
La mayor¨ªa de la gente se toma la situaci¨®n con estoicismo: caminan mucho (por doquier hay largu¨ªsimas hileras humanas) para no gastar, se quejan poco y pasan muchas horas haciendo cola en el banco. S¨®lo pueden sacar un m¨¢ximo de 500 millones diarios, con lo que los ahorros menguan sin cesar. Pero nadie grita.
"Somos gente muy pac¨ªfica y acostumbramos a aceptar las cosas tal como son", explica Tapiwa, de 56 a?os, en su humild¨ªsima choza del suburbio de Mbare, uno de los m¨¢s castigados por la marginaci¨®n. Su casa suma 25 metros cuadrados y all¨ª se api?an seis personas. Nadie trabaja. Nadie compra nada. Tapiwa, que un d¨ªa fue electricista, vive como casi todos sus vecinos de la ayuda internacional: hasta el 70% de los zimbabuenses depende de ella para su alimentaci¨®n.
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