Sin lastre visual
Para entender ciertos resortes de las novelas anteriores de David Trueba no habr¨ªa que perder de vista su trabajo de guionista y director de cine. Y para entender ciertos matices en el tono de la novela que ahora se comenta habr¨ªa que reparar en su condici¨®n de guionista y director de comedias (si exceptuamos Soldados de Salamina). Trueba fue guionista en Two much, La ni?a de tus ojos, de su hermano Fernando, Amo tu cama rica, Los peores a?os de nuestra vida y el documental Balseros. Como director, sus pel¨ªculas fueron La buena vida, Obra maestra, Soldados de Salamina, Bienvenido a casa y La silla de Fernando. Tal vez en ninguna de sus dos novelas anteriores Trueba alcanz¨® tanta nitidez y profundidad expresiva como la que alcanza en Saber perder. Mantiene intacta su habilidad para conjugar reflexi¨®n introspectiva y humor. Un equilibrio que no siempre se logra si no es para subordinar uno al otro. Y ahonda su dibujo para representar la naturaleza humana de sus criaturas de ficci¨®n. La agilidad narrativa de Abierto toda la noche (1995) y Cuatro amigos (1999) cede paso en Saber perder a la lentitud que exige una materia narrativa tan inclinada a no dejar sin argumentos, sin demorada explicaci¨®n (aunque el relato no se prive de nexos el¨ªpticos siempre oportunos y eficaces), todas las peripecias que se cuentan. Lo que quiero decir con ello es que me parece que su nueva novela ha soltado (a eso me refer¨ªa tambi¨¦n cuando habl¨¦ en alg¨²n tramo de esta rese?a de madurez) cierto lastre visual, cierta velocidad f¨ªlmica. Me gustar¨ªa hablar tambi¨¦n de la ternura en esta novela. El manejo inteligente de comedia agridulce con que est¨¢ insuflada (esa influencia que se ha rastreado en Trueba de las comedias de Jardiel, Neville) trabaja a favor de la representaci¨®n de sentimientos de complicado gobierno. La ternura es uno de ellos. Y para suerte de Saber perder, el autor nunca cae en el ternurismo. David Trueba ha sorteado la demagogia sentimental y la b¨²squeda f¨¢cil de c¨®mplices contempor¨¢neos.
Unas palabras sobre la tercera persona. Hay quienes desautorizan el uso de ¨¦sta en la novela de nuestros d¨ªas. Trueba demuestra que la voz omnisciente tiene todav¨ªa poderosa vigencia. Y que esta voz narrativa no es ¨²nica, como ense?aron Conrad y Henry James. En Saber perder, la voz omnisciente no cuenta todo lo que ve y lo que no ve. Narra lo que le permite su ambiguo di¨¢logo con los personajes.
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