Posnacionalismo
No me sorprende el despiste que algunos nacionalistas muestran al calibrar los resultados del 9-M. No mucho tiempo antes cre¨ªan ver en el desastre de Kosovo un modelo o al menos algo de lo que pod¨ªa sacarse una lecci¨®n positiva. Ahora creen que sus problemas son debidos a la bipolarizaci¨®n electoral o a la voluntad de evitar el estropicio de la llegada de los populares al poder. Todo menos aceptar la realidad, reconociendo que han llegado a su tope electoral.
Ocurre que la marea nacionalista ha llegado a la pleamar; lo que queda ya es bajada, descenso y mengua. Puede parecerles injusto a los partidos nacionalistas. No son s¨®lo un elemento t¨ªpico de nuestro sistema pol¨ªtico, aunque resultar¨ªan un poco extra?os o algo no muy com¨²n en Estados descentralizados, en los que la federaci¨®n tambi¨¦n alcanza a los partidos. Adem¨¢s de eso, su contribuci¨®n en Espa?a ha sido decisiva en la construcci¨®n del Estado auton¨®mico. Sin su presencia y exigencias no habr¨ªamos tenido una descentralizaci¨®n seria. Sus demandas han servido, en muy buena medida, de inspiraci¨®n para las fuerzas que han conseguido el poder en los diferentes espacios auton¨®micos. Adem¨¢s, su misma ejecutoria en el gobierno propio no deja de ser considerable.
El nacionalismo ha llegado a su tope electoral y su crisis es de alcance estructural
?Entonces por qu¨¦ el batacazo electoral? La crisis del nacionalismo, que es verdaderamente de alcance estructural, tiene que ver con la dificultad del mismo, en cuanto ideolog¨ªa fuerte, para ocupar escenarios que no son de tensi¨®n o de peligro en los que, como es sabido, se mueve perfectamente. Ocurre que los actuales no son tiempos recios en los que la identidad o las perspectivas del propio grupo est¨¦n en peligro, pues en realidad no est¨¢n ni siquiera cuestionadas.
La rutina es bien dif¨ªcil para el nacionalismo que parece ideado para la agon¨ªa y la excepci¨®n. Pero es poco cre¨ªble construirse un enemigo con el Estado constitucional, que asume entre sus valores el pluralismo y la descentralizaci¨®n, y que reputa como un ataque a s¨ª mismo el cuestionamiento de la autonom¨ªa de sus integrantes.
A los nacionalistas ha debido de parecerles inconcebible la disposici¨®n de bastantes votantes vascos a cambiar su voto y mudarse a otro campamento distinto del habitual. Sin embargo, el tensionamiento, la exageraci¨®n, la solicitud de la excepci¨®n o el privilegio no gustan en una sociedad cuya cultura cada vez es m¨¢s secular, que no necesita planteamientos salv¨ªficos, que se orienta por el pragmatismo y que, asegurado el mantenimiento de lo peculiar, asume la racionalidad y las ventajas de la igualdad compartida.
La debilidad de la posici¨®n nacionalista se pone de manifiesto de modo muy importante en el enfrentamiento institucional con el Estado, de manera que su doble juego queda en evidencia. Aqu¨ª se produce una situaci¨®n bien curiosa. El Estado ofrece un modelo cerrado, con un equipamiento constitucional impecable, un orden de poderes y competencias establecido, y una maquinaria a pleno funcionamiento, garantizada por un sistema judicial sumamente eficaz. El modelo nacionalista en cambio aparece aquejado por la contradicci¨®n y la precariedad. Su inserci¨®n en el todo constitucional es indudable, pero al tiempo esgrime una superioridad de las instituciones territoriales sin apoyo normativo expl¨ªcito y dependientes de una eventual decisi¨®n democr¨¢tica, que no tiene, ni puede tenerla, base constitucional y que aparece te?ida de un plebiscitarismo caudillista dif¨ªcilmente asumible en un sistema democr¨¢tico.
Desde un punto de vista democr¨¢tico, la resistencia de una instituci¨®n territorial como es el Parlamento vasco al cumplimiento de una sentencia judicial, es bastante pat¨¦tica, como resulta francamente inaceptable el empecinamiento de quien es el m¨¢ximo representante ordinario del Estado en esa comunidad en llevar a cabo un acto que hasta el m¨¢s vago de la clase sabe que es perfectamente antijur¨ªdico. Esta pugna no puede resolverse en el sistema constitucional sino a favor del Estado. Lo saben todos, y por supuesto los votantes, que no se sienten en un sistema arbitrario sino en un orden de derecho.
El resultado del 9-M tiene que ver tambi¨¦n con la comprensi¨®n electoral de los t¨¦rminos en que se ha verificado la lucha antiterrorista. Siento mucho decir que la sangr¨ªa del terrorismo ha causado y causar¨¢ estragos electorales al nacionalismo. El terrorismo ha sido un factor decisivo en el sistema pol¨ªtico vasco y el nacionalismo no ha reaccionado frente a ¨¦l con la decisi¨®n, la profundidad y rapidez con que hubiese sido deseable. Cuando se han dado pasos en la buena direcci¨®n la reacci¨®n ha acabado imponi¨¦ndose. Lizarra vino despu¨¦s del momento de Ermua. Imaz desafortunadamente ha sido un par¨¦ntesis. Nuevamente es necesario decir, como lo hiciera el lehendakari Ardanza, que no son s¨®lo los medios lo que separa al nacionalismo democr¨¢tico del violento.
El proceso de paz quiz¨¢s no se ha hecho bien, aunque esto no queda probado por su fracaso. Pero el electorado vasco ha comprendido perfectamente que debi¨® intentarse y, desde este punto de vista, la firmeza queda justificada cuando la mano tendida ha sido rechazada. En este sentido, en punto a coherencia y determinaci¨®n, es abismal la distancia entre Rodr¨ªguez Zapatero e Ibarretxe. Y sobre este dilema tambi¨¦n se pronunci¨® el electorado vasco, aunque no se le preguntase expl¨ªcitamente sobre el mismo.
Juan Jos¨¦ Soloz¨¢bal es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAM
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