Luna de miel en la Luna
EL PA?S, 27 de febrero de 2030. Secci¨®n Clasificados: "Vendo c¨¢mara usada en el Apolo 11. Con certificado de garant¨ªa de la NASA. Hallada durante reciente excursi¨®n a Mare Tranquillitatis. Uno de los pocos restos de las Apolo a¨²n en el mercado. Ideal museos y coleccionistas". Suplemento El Viajero, anuncio a toda p¨¢gina: "Nuevo resort en Fra Mauro, 100 estancias con vistas al cr¨¢ter Cone. Visite el parque tem¨¢tico Apolo 14. Una experiencia lunar inolvidable".
Todo pura ficci¨®n, de acuerdo, pero que podr¨ªa convertirse en realidad. Porque hoy, en 2008, hay dos sue?os espaciales de siempre en los que se trabaja muy en serio, y que adem¨¢s empiezan a darse la mano: la vuelta a la Luna y el turismo espacial. Mientras la NASA trabaja para montar en la Luna una base semipermanente en 2020, dos compa?¨ªas privadas -una de ellas catalana- est¨¢n embarcadas en una carrera espacial que nada tiene que ver con la guerra fr¨ªa. Una carrera por llevar los primeros turistas a hoteles espaciales, a partir de 2010. Ahora bien, el paso de los sue?os a la realidad nunca es f¨¢cil en el espacio. Para que los planes tur¨ªstico-lunares se materialicen a¨²n hay que salvar obst¨¢culos en apariencia nimios, pero que resultan claves. Por ejemplo, todav¨ªa no hay un robot que recolecte polvo lunar -el llamado regolito-, ni otro que obtenga ox¨ªgeno de ese polvo. Y sin ox¨ªgeno, ?qu¨¦ respirar¨¢n los futuros visitantes lunares? La b¨²squeda de soluciones a estos retos es tambi¨¦n una historia en s¨ª misma.
Pero vayamos por orden cronol¨®gico. 2010, el a?o para el que la compa?¨ªa estadounidense Bigelow Aerospace promete los primeros vuelos de visitantes de pago a una estaci¨®n espacial privada, est¨¢ a la vuelta de la esquina. En realidad, Bigelow siempre hab¨ªa barajado 2012 como fecha de estreno de sus vuelos tripulados, pero el 10 de agosto del a?o pasado irrumpi¨® en escena Galactic Suite, una empresa con sede en Barcelona, ofreciendo estancias en un hotel espacial a partir tambi¨¦n de 2012. Bigelow tard¨® tres d¨ªas en adelantar sus planes dos a?os (suprimi¨® el lanzamiento de una nave de prueba).
En realidad, el turismo espacial lo estren¨® el millonario Dennis Tito, que vol¨® en 2001 a la Estaci¨®n Espacial Internacional. Y el sector crece a ritmo lento pero seguro. El creador de videojuegos e hijo de astronauta Richard Garriott ha pagado 30 millones de d¨®lares a la empresa Space Adventures por convertirse este oto?o en el sexto visitante de pago de la estaci¨®n. Algo menos, en torno a los 200.000 d¨®lares, pagar¨¢n los pasajeros del primer avi¨®n comercial espacial suborbital, el SpaceshipTwo, presentado recientemente por la compa?¨ªa Virgin Galactic. Claro que la experiencia ser¨¢ distinta. El SpaceshipTwo subir¨¢ hasta los 110 kil¨®metros, apenas la frontera con el espacio, con lo que sus ocho pasajeros podr¨¢n contemplar la curvatura terrestre y experimentar la ingravidez durante unos cinco minutos, no m¨¢s. Seg¨²n Virgin Galactic, los vuelos, de unas cuatro horas de duraci¨®n, podr¨ªan empezar ya en 2010. El SpaceshipTwo es una versi¨®n mejorada del SpaceshipOne, el primer aparato privado que realiz¨® vuelos fuera de la atm¨®sfera en 2004 y que gan¨® el Premio Ansari. En cualquier caso, no es lo mismo ara?ar una plaza de cuando en cuando en los vuelos profesionales a la estaci¨®n espacial que disponer de infraestructura creada para acoger visitas comerciales. A eso es a lo que aspiran Bigelow Aerospace y Galactic Suite.
Lo cierto es que la compa?¨ªa estadounidense lleva recorrido un buen trecho de la carrera. Con una inversi¨®n de 90 millones de d¨®lares -muy poco para los est¨¢ndares espaciales-, Bigelow ha lanzado ya dos estructuras, Genesis I y Genesis II, los veranos de 2006 y 2007, respectivamente. Ambas tienen 4,4 metros de largo y 2,5 metros de di¨¢metro, est¨¢n a unos 500 kil¨®metros de altura y dan una vuelta a la Tierra cada 96 minutos -la Estaci¨®n Espacial Internacional lo hace cada 92 minutos-. La gran innovaci¨®n es que son naves hinchables: con poco peso y volumen al ser lanzadas, se despliegan e inflan en ¨®rbita como un globo. Una tecnolog¨ªa probada, pero descartada por la NASA. Ahora s¨®lo falta comprobar que las paredes, de unos 15 cent¨ªmetros de grosor, realmente resisten los meteoritos y en general las condiciones extremas del espacio. La compa?¨ªa, con datos de los sensores y c¨¢maras a bordo, afirma que el funcionamiento es bueno, pero tampoco esconde que ha habido problemas. Los sistemas de las dos Genesis han tenido que ser reiniciados varias veces por fallos producidos seguramente por la radiaci¨®n -el flujo de part¨ªculas cargadas que inunda el espacio, procedentes sobre todo del Sol.
Otra an¨¦cdota menos seria es la muerte de los que deb¨ªan haber sido los primeros pasajeros de Bigelow Aerospace: varios escorpiones y otros peque?os invertebrados. No resistieron los seis meses que la Genesis II tuvo que esperar en un cosm¨®dromo en Orenburg (Rusia) por retraso del lanzamiento. S¨ª que volaron los objetos -fotos, alianzas entrelazadas- que unas 200 personas quisieron enviar al espacio pagando 295 d¨®lares (de hecho, su imagen flotando dentro de Genesis II puede verse en la web).
La compa?¨ªa quiere lanzar en 2010 la que presentan como una aut¨¦ntica estaci¨®n espacial privada: la Sundancer, con capacidad para tres tripulantes. Luego vendr¨¢n estructuras para seis y m¨¢s habitantes, que podr¨ªan acabar albergando unos 800 pasajeros a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada. No todos ser¨¢n turistas. Seg¨²n Bigelow, constructor y empresario hotelero -en tierra-, que habla de "complejos espaciales comerciales" y no de hoteles espaciales, tambi¨¦n las agencias espaciales oficiales podr¨ªan alquilar espacio y enviar a sus astronautas. Bigelow asegura que dispone para su compa?¨ªa de al menos 500 millones de d¨®lares para empezar.
Mientras tanto, en Galactic Suite unas sesenta personas trabajan en un proyecto surgido como un autoencargo en un estudio de arquitectura especializado en alojamientos hoteleros, con el arquitecto Xavier Claramunt al frente. Ellos apuestan por los m¨®dulos r¨ªgidos convencionales, con los que adem¨¢s, seg¨²n Claramunt, el turista se siente m¨¢s c¨®modo. Lo rompedor en este caso es el dise?o del hotel: cinco m¨®dulos construidos en tierra que una vez ensamblados, en el espacio, tendr¨¢n el peculiar aspecto de un racimo de uva. En sus estancias de cuatro d¨ªas, los turistas -cuatro m¨¢s dos tripulantes- dispondr¨¢n de grandes ventanales y una gran sala de burbujas donde relajarse.
El 'tour' en el espacio (viaje y alojamiento) costar¨¢ tres millones de euros e incluir¨¢ el paso por una isla tropical a¨²n no revelada para dos meses de entrenamiento no s¨®lo f¨ªsico, sino tambi¨¦n "te¨®rico y casi filos¨®fico", explica Claramunt. Se trata de "ayudar al participante a valorar su experiencia de otro modo, m¨¢s global, para darse cuenta de la importancia del hecho de ser la primera generaci¨®n en tener acceso al espacio". Claramunt no revela los inversores en un proyecto cuyo coste estima en 3.000 millones de d¨®lares -lo que ha hecho a algunos mostrarse esc¨¦pticos-, pero hay ya una treintena de reservas para el viaje.
Lo que ninguna de las dos compa?¨ªas tiene bien resuelto por ahora es c¨®mo subir¨¢n los futuros turistas a los nuevos resorts espaciales: los transbordadores estadounidenses dejar¨¢n de volar en 2010, y su sustituto, las naves Orion -preparadas para ir a la estaci¨®n espacial y tambi¨¦n a la Luna- no estar¨¢n listas hasta 2015. Hoy por hoy, el ¨²nico veh¨ªculo capaz de llevar gente a una estructura en ¨®rbita a partir de 2010 son los Soyuz rusos. Bigelow se declara abiertamente preocupado, y ha firmado ya contratos para buscar a toda prisa una alternativa.
Aun as¨ª, quedan, por supuesto, cuestiones pendientes en lo relativo al turismo espacial. Pero la opini¨®n general es que todo llegar¨¢. Scott Hovland, del departamento de vuelos tripulados y microgravedad de la Agencia Europea del Espacio (ESA), se?ala: "Estoy realmente impresionado por lo que est¨¢n consiguiendo en poco tiempo".
Saltemos ahora al escenario Luna, 2020. Ese a?o tendr¨¢n lugar las primeras misiones tripuladas a la Luna despu¨¦s de la ¨²ltima visita de las Apolo, en 1972, si se cumple lo anunciado en la Estrategia de Exploraci¨®n Global de la NASA. En una primera fase, las tripulaciones, de cuatro astronautas, pasar¨¢n en la Luna una semana; despu¨¦s, cuando est¨¦n listos los equipos de suministro de energ¨ªa, los veh¨ªculos todoterreno y los habit¨¢culos, se quedar¨¢n hasta seis meses.
La idea es ir aprendiendo cada vez m¨¢s a abastecerse de los propios recursos lunares. La energ¨ªa podr¨ªa conseguirse gracias a paneles solares en los llamados "picos de luz eterna", cordilleras en torno a cr¨¢teres en el polo sur que recibir¨ªan luz solar permanente. A¨²n no es seguro que existan, pero se espera que s¨ª, porque de lo contrario las cosas se pondr¨ªan m¨¢s dif¨ªciles para obtener energ¨ªa durante las dos semanas que dura la noche lunar -muchos advierten que habr¨¢ que construir antes o despu¨¦s un reactor nuclear en la Luna, pero ¨¦sa es otra historia.
Pero de los retos a¨²n por resolver antes de volver a la Luna, lo curioso no es tanto que existan -una obviedad-, sino la forma en que la NASA busca ideas para hacerles frente: convocando concursos totalmente abiertos. A ellos concurren desde ingenieros en paro hasta valerosas j¨®venes compa?¨ªas del sector aeroespacial, y en ellos se ven desde sofisticados ingenios hasta artesanales robots que funcionan con cadenas de bici y piezas de madera. El programa Centennial Challenges -algo as¨ª como Desaf¨ªos del Siglo-, creado en 2005, incluye siete concursos en los que la agencia estadounidense espera echar el ojo a nuevas soluciones tecnol¨®gicas. De momento, lo que m¨¢s han generado son historias un tanto mortadelescas llenas, eso s¨ª, de ingenio, tes¨®n y batacazos.
All¨¢ va una convocatoria Centennial: quien construya una m¨¢quina capaz de extraer en cuatro horas 2,5 kilos de ox¨ªgeno respirable a partir de un polvo que simula el regolito ganar¨¢ un mill¨®n de d¨®lares. El robot en cuesti¨®n debe pesar menos de 50 kilos, ser reutilizable y consumir poca energ¨ªa, y adem¨¢s tiene que estar listo antes de julio de 2009. Por ahora no hay ning¨²n participante inscrito a¨²n.
En mayo del a?o pasado, cuatro ingenios que no consum¨ªan m¨¢s que una bombilla de nevera -as¨ª se exig¨ªa en las condiciones- intentaron tomar del suelo 150 kilos de falso regolito y ponerlo en un contenedor. Ninguno lo logr¨®. Pero, seg¨²n la revista New Scientist, los ingenieros de la NASA alabaron ideas como las de Geoffrey Pulk, responsable de la sala de calderas en un colegio, que recurri¨®, entre otros materiales, a un marco de madera, una cadena de bici y unos vaqueros viejos como cinta transportadora.
?Realmente la NASA saca ideas de estos concursos? "Desde luego", responde por correo electr¨®nico Ken Davidian, responsable de los Centennial Challenges. "Queremos dar con nuevas fuentes de innovaci¨®n. Independientemente de si hay o no ganador, la NASA aprende viendo simplemente qu¨¦ ideas se han desarrollado".
El ¨²nico ganador que han dado por ahora los Centennial es un ingeniero sin trabajo fijo llamado Peter Homer, que fabric¨® un guante para astronautas que en algunos aspectos mejora los actuales, que resultan inc¨®modos y provocan llagas cuando se usan durante muchas horas, por ejemplo en un paseo espacial. El detalle se pierde en la grandeza de las haza?as espaciales, pero ?cu¨¢nto durar¨ªan las jornadas de un astronauta en la Luna con manos magulladas? Los guantes de Homer, cosidos por ¨¦l mismo y a partir de materiales baratos -guantes de l¨¢tex, aluminio, un pa?o suave comprado por eBay- resistieron m¨¢s que los de la NASA. Gan¨® un premio de 200.000 d¨®lares. En fin, parece que la carrera espacial ha entrado en una senda m¨¢s democr¨¢tica.
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