Inmigraci¨®n: falta pol¨ªtica, sobra demagogia
El Partido Popular reconoci¨® en la campa?a que su estrategia pasaba por utilizar electoralmente el fantasma del miedo a la inmigraci¨®n. La cuesti¨®n ahora es saber qui¨¦n volver¨¢ a meter al genio en la botella
Va ser a realmente dif¨ªcil establecer con precisi¨®n cu¨¢l ha sido el efecto final de la entrada de la inmigraci¨®n en campa?a electoral en el resultado de las elecciones del 9 de marzo. En t¨¦rminos generales, la derrota del Partido Popular (pese a su incremento en el n¨²mero de diputados) podr¨ªa hacer pensar en primera instancia en el fracaso del uso pol¨ªtico de la inmigraci¨®n. Igualmente, la victoria del Partido Socialista (con mejora tambi¨¦n de resultados) podr¨ªa ser interpretada apresuradamente como el ¨¦xito de la estrategia del Gobierno en esta materia. Sin embargo, ni una ni otra cosa parecen confirmarse plenamente, y es muy posible que el tema de la inmigraci¨®n no haya condicionado finalmente demasiados votos, pero s¨ª ahondado un clima que podr¨ªa pasar factura en el futuro. De todos modos, habr¨¢ que ver con detalle qu¨¦ ha ocurrido en las grandes ciudades y barrios con presencias importantes de poblaci¨®n inmigrante, y si all¨ª ha habido un cambio significativo en el voto, aunque ser¨¢ muy complicado aislar la variable migratoria del efecto de los otros muchos temas sensibles que se emplearon en las elecciones como arma arrojadiza.
Durante la campa?a, ZP y el PSOE no transmitieron con claridad sus ideas sobre inmigraci¨®n
Un pa¨ªs que crece demogr¨¢fica y econ¨®micamente precisa m¨¢s recursos p¨²blicos
Sea como sea, la cuesti¨®n no deber¨ªa ser olvidada sin m¨¢s y, aunque el da?o probablemente ya est¨¦ hecho, alguna lecci¨®n tendr¨¢ que sacarse del empleo intensivo, por primera vez en la historia espa?ola, de la inmigraci¨®n en una contienda electoral. En ese tiempo cuatro fueron los mensajes lanzados desde el PP que resultaron especialmente preocupantes: la tesis de que los inmigrantes no se esfuerzan en integrarse; el discurso de que los derechos de los inmigrantes amenazan los derechos de los aut¨®ctonos; la asociaci¨®n entre inmigraci¨®n y delincuencia y, por ¨²ltimo, la idea de que aqu¨ª ya no cabemos m¨¢s.
El poso que esas afirmaciones sin fundamentar puedan haber dejado en la sociedad espa?ola puede que no tenga un efecto pol¨ªtico inmediato, pero sin duda no ayuda a sentar las bases de una convivencia razonable. Gabriel Elorriaga lo dej¨® muy claro durante la campa?a al reconocer que la estrategia del PP pasaba por generar dudas entre el electorado socialista empleando el recurso al fantasma de la inmigraci¨®n. La pregunta a hacerle ahora ser¨ªa: ?qui¨¦n volver¨¢ a meter al genio dentro de la botella? Es m¨¢s, ?vali¨® la pena el mal causado a la vista de los resultados? Quiz¨¢s ser¨ªa el momento de pedir alg¨²n tipo de responsabilidad por haber encendido un fuego incontrolable en ¨¦poca de sequ¨ªa de ideas.
Con la intenci¨®n de pescar unas decenas de miles de votos en r¨ªo revuelto se empez¨® lanzando la propuesta de establecer un "contrato de integraci¨®n" para los inmigrantes, algo que resultar¨ªa enormemente c¨®mico (y as¨ª logr¨® convertirlo con acierto alguno de los art¨ªculos publicados en EL PA?S) si no fuese porque toca un tema enormemente delicado. De hecho, para muchos espa?oles la idea del contrato, y sobre todo el mensaje impl¨ªcito que la acompa?a (los inmigrantes no se integran y por tanto hay que forzarles a que se integren), puede parecer de entrada plausible. No hay que olvidar que la inmigraci¨®n sigue siendo se?alada como uno de los principales problemas entre la opini¨®n p¨²blica (y el Partido Popular ha tomado buena nota de ello), aunque una cosa es que se perciba como problema y otra que sea vista necesariamente como negativa, siendo esto ¨²ltimo lo que en realidad parece que se ajusta m¨¢s al planteamiento de la derecha.
Sin embargo, y pese a la dificultad y el desconcierto que muchos ciudadanos muestran a la hora de encajar y aceptar totalmente el fen¨®meno de la inmigraci¨®n, cada vez se reconoce y se valora m¨¢s la imprescindible aportaci¨®n de los inmigrantes a la sociedad espa?ola. Claro que siempre habr¨¢ quien (incluso entre el electorado de izquierdas) se deje seducir por ese discurso de aparente sentido com¨²n que afirma, por ejemplo, que los inmigrantes abusan de los recursos p¨²blicos y, de paso, de nuestra propia confianza. Y eso es justamente lo que m¨¢s falta en estos momentos y lo que este tipo de propuestas como el contrato de integraci¨®n minan completamente: la confianza. El desconocimiento, los miedos y la desconfianza mutua son los principales obst¨¢culos para la integraci¨®n, entendida como cosa de dos, los que integran y los que se integran, los que acogen y los que se acogen y reconocen la calidad de esa acogida cuando ¨¦sta es tal. Una integraci¨®n que no deber¨ªa ser m¨¢s que el esfuerzo en un largo proceso de adaptaci¨®n mutua para facilitar una convivencia arm¨®nica, algo que resulta tremendamente ilusorio pensar que se pueda imponer por decreto.
El trabajo que queda por delante es sobre todo el de la consolidaci¨®n y ampliaci¨®n de derechos, incluido el derecho de voto (qu¨¦ distinto ser¨ªa todo y qu¨¦ distintas hubiesen sido las propuestas de estos d¨ªas pasados si el conjunto de los inmigrantes pudiesen votar, al menos en elecciones municipales) y la adecuaci¨®n de los recursos p¨²blicos a las nuevas necesidades de una sociedad que se ha beneficiado enormemente de la inmigraci¨®n en los ¨²ltimos a?os, sin atizar supuestas competencias e imaginadas imposiciones culturales que no resisten ninguna prueba anal¨ªtica.
No me cabe ninguna duda de que la gran mayor¨ªa de los inmigrantes realizan un notable esfuerzo de adaptaci¨®n a la nueva situaci¨®n, en condiciones a menudo dif¨ªciles. Si los inmigrantes encuentran un espacio acomodaticio no dudar¨¢n ni tendr¨¢n argumentos para no redoblar ese esfuerzo. Para ellos la ¨²nica exigencia v¨¢lida es la del cumplimiento de las leyes (sin paternalismos, pero sin olvidar tambi¨¦n la complejidad del contexto de muchos casos) y no la arbitrariedad de un hipot¨¦tico dec¨¢logo de buenas costumbres espa?olas que nadie ha podido a¨²n concretar.
La aplicaci¨®n pr¨¢ctica de una medida como el contrato de integraci¨®n (ya se ha demostrado en otros pa¨ªses europeos) puede dar pie a situaciones delirantes, adem¨¢s de discriminatorias. En realidad, con esta clase de propuesta se pondr¨ªa bajo sospecha a todo un sector de poblaci¨®n que integra ya la sociedad espa?ola, y en la que cotidianamente cada vez va a resultar m¨¢s dif¨ªcil separar n¨ªtidamente a los espa?oles para hablar de un nosotros y un los otros. (?Cu¨¢ntas familias espa?olas tienen ya a personas de origen extranjero entre sus miembros? ?Cu¨¢ntas personas se han convertido en espa?olas en los ¨²ltimos a?os habiendo llegado de otros pa¨ªses? ?Cu¨¢ntos ni?os de padres extranjeros o parejas mixtas son plenamente espa?oles?).
Afortunadamente, por el momento no tendremos que ver el efecto de la puesta en marcha del contrato de integraci¨®n, pero esperemos que la idea, y sobre todo el trasfondo que la acompa?a, no hayan calado entre la opini¨®n p¨²blica ni contaminen las pol¨ªticas migratorias en curso o las que se puedan avecinar.
Al Gobierno de Zapatero le queda ahora la parte m¨¢s dif¨ªcil en esta nueva legislatura: apagar los rescoldos con pol¨ªticas migratorias en lugar de hacer pol¨ªtica de la inmigraci¨®n. Quiz¨¢s durante la campa?a electoral ni Zapatero ni su partido transmitieron con suficiente decisi¨®n y claridad su idea de la inmigraci¨®n y su proyecto al respecto, en un tema que deja poco margen de maniobra.
No es cierto, como se cans¨® de repetir Rajoy, que no se haya hecho nada. Entre otras cosas tenemos en marcha un buen Plan Estrat¨¦gico de Ciudadan¨ªa e Integraci¨®n para el periodo 2007-2010, que seguramente podr¨ªa ser reforzado con mayores medios. Podemos decir que en los ¨²ltimos a?os ha habido un esfuerzo importante en un terreno que puede resultar pol¨ªticamente resbaladizo, en tanto que la defensa de la inmigraci¨®n no da votos, pero seguramente habr¨ªa que hacer m¨¢s visible lo que se hace y explicar m¨¢s y mejor para qu¨¦ se hace. En cualquier caso, mantener una acertada pol¨ªtica migratoria no es tarea f¨¢cil, pero s¨ª es posible hacerla pensando en la convivencia y no, como ha hecho el Partido Popular, en el previsible r¨¦dito electoral.
Joan Lacomba es profesor titular de Trabajo Social de la Universidad de Valencia y autor de La inmigraci¨®n en la sociedad espa?ola.
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