"Ya s¨®lo pienso en polaco si sue?o con Auschwitz"
Acaba de pasar unos d¨ªas en Espa?a y todav¨ªa se le ilumina la cara cuando habla de las tapas que comi¨® en Barcelona. Aqu¨ª en Washington, Jaleo es el ¨²nico lugar que puede estar a esa altura. Llega con su mujer, Peggy, de origen peruano, "aunque s¨®lo me habla en espa?ol cuando se enfada". Tiene unos modales y un ingl¨¦s extremadamente afables, ecu¨¢nimes. La fot¨®grafa le pide que se siente en la barra. "S¨¢queme bien que soy lector de EL PA?S".
El juez de EE UU considera una tragedia el antiamericanismo
Bill Clinton envi¨® al juez Buergenthal a la Corte Internacional de Justicia como representante de EE UU en ese ¨®rgano de la ONU. Para los otros 14 jueces del tribunal, ¨¦l es el americano, con todo lo que eso implica. "Lo bueno de ser juez es que s¨®lo hablas de lo que quieres: si no te apetece dar tu opini¨®n sobre algo, dices que tu cargo no te lo permite porque podr¨ªas ser recusado si el caso llega a tu tribunal. Y eso asusta mucho".
Cada vez que llega un plato, lo analiza con dedicaci¨®n, emite su sentencia y pregunta sobre Espa?a. Dice que detecta, como en otros sitios, animosidad hacia EE UU. "El antiamericanismo es una tragedia, pero no me sorprende, porque hemos perdido toda la credibilidad en derechos".
Despu¨¦s de haber luchado toda su vida por los derechos humanos, Thomas Buergenthal se decidi¨® por fin a luchar contra el fantasma de su pasado: la infancia de un ni?o polaco en el campo de Auschwitz, que ha recogido en su libro, Un ni?o afortunado. Tiene la impresi¨®n inc¨®moda de que su recuerdo no es el de un campo perverso. Pero tiene el hambre y el fr¨ªo grabados en su memoria, varios dedos amputados por congelaci¨®n, nunca olvida el color y el olor del humo que sal¨ªa por las chimeneas y el trauma que todav¨ªa le persigue es el de verse separado de sus padres. Durante d¨¦cadas no quiso visitarlo porque prefer¨ªa preservar intactos sus recuerdos y poder escribir el libro que siempre ten¨ªa en la cabeza. Cuando finalmente regres¨®, casi cincuenta a?os despu¨¦s de la liberaci¨®n, fue f¨¢cil encontrar su nombre en los archivos del campo: se levant¨® la manga de la camisa y ley¨® el n¨²mero de preso que todav¨ªa tiene tatuado en el brazo. Y all¨ª estaba su ficha redactada por un oficial del ej¨¦rcito nazi. Se desabrocha la camisa y me ense?a el antebrazo. El n¨²mero azul sigue all¨ª, algo desvanecido por el tiempo pero perfectamente insertado en su piel. El n¨²mero era una buena se?al, significaba que serv¨ªan para trabajar. Pero cada poco tiempo los oficiales de la SS, supervisados por el siniestro doctor Mengele, entraban en los barracones y hac¨ªan "la selecci¨®n". Uno de esos d¨ªas, su padre fue separado a patadas. Una camarera merodea junto a la mesa e intenta seguir discretamente la conversaci¨®n.
Me dice que ya piensa s¨®lo en ingl¨¦s y que ha perdido su polaco natal, "aunque los sue?os sobre Auschwitz siempre regresan en polaco". Tambi¨¦n se acerca el cocinero Jos¨¦ Andr¨¦s e insiste en invitar.
Llevamos tres horas de conversaci¨®n en torno a la mesa, "como en Espa?a", me dice. Y una multa de aparcamiento de 35 d¨®lares, como en Espa?a, pienso yo.
Restaurante de tapas Jaleo. Washington
- Jam¨®n Ib¨¦rico: 8,97 euros
- Alcachofas con pomelo: 5,76 euros
- Chistorra envuelta en patata frita: 4,48 euros
- Pisto manchego con huevo
frito: 4,16 euros
- Calamares a la romana: 4,16
euros
- Vino Albari?o: 20,5 euros
- Flan (4,8), Arroz con leche
(4,8), caf¨¦s (1,92)
Invitaci¨®n del cocinero Jos¨¦ Andr¨¦s
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