Negras guarder¨ªas
Con cierta frecuencia los t¨¦rminos nuevos esconden un fraude, y con m¨¢s frecuencia todav¨ªa, en la sociedad espa?ola tiene que ocurrir una desgracia para que las leyes, siempre por detr¨¢s de los acontecimientos, corran a remediar lo irremediable. Ambas fatalidades se han reunido en el desdichado caso del ni?o de cuatro meses muerto en una ludoteca, palabra perseguible por lo criminal en la corte suprema del lenguaje. Dicen que una ludoteca es un espacio donde los ni?os menores de tres a?os juegan en la piscina de bolas o en toboganes de pl¨¢stico bajo la mirada pr¨®xima de sus padres y m¨¢s lejana de un cuidador o responsable durante un rato que no deber¨ªa exceder el par de horas. Pero en realidad una parte de las ludotecas encubren una pesadilla: son pisos o locales inh¨®spitos donde padres sin recursos, obligados a trabajar por salarios de subsistencia, tienen que aparcar a sus hijos al cuidado -es un decir- de personas sin preparaci¨®n. La extrema necesidad
ha propiciado el crecimiento al margen de la ley de este tipo de negocio, donde los beneficios se obtienen a costa del hacinamiento y maltrato de los ni?os.
La muerte del beb¨¦ en una de estas guarder¨ªas negras de Barcelona sit¨²a a los responsables pol¨ªticos ante el espejo
de una negligencia insoportable. Se sabe desde hace tiempo que faltan plazas de guarder¨ªa en Espa?a y que la entrada masiva de inmigrantes acabar¨ªa por convertir uno de tantos problemas sociales, grave pero no imperativo, en un drama espeluznante del siglo XXI que recuerda los oscuros retratos dickensianos de la infancia explotada
y humillada.
Existe una clara relaci¨®n, aunque seg¨²n parece inadvertida, entre la pertinaz competici¨®n por bajar impuestos, que en definitiva equivale a desactivar
la red de servicios p¨²blicos y el brote de tragedias cotidianas
que descubren zonas de pauperizaci¨®n social por debajo de la Espa?a pr¨®spera de los ¨²ltimos 12 a?os. Estallan s¨²bitamente como fogonazos de miseria. La tarea de las administraciones p¨²blicas era evitar esa degradaci¨®n
de los servicios p¨²blicos; una vez
que han fracasado,
al menos que no vuelva a repetirse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.