Par¨¢sitos llenos de amor
Las 12 mujeres presentes ostentan sus enormes barrigas como una se?al de triunfo, la demostraci¨®n fehaciente de su superioridad de g¨¦nero. En cambio, los 12 caballeros que las acompa?an se ven inc¨®modos, fuera de lugar, como fl¨¢ccidos accesorios de la procreaci¨®n, como da?os colaterales con pantalones y pelos en la cara.
Habitualmente, el local de cursos de preparto tiene el suelo cubierto de colchonetas donde las mujeres hacen ejercicios de suelo p¨¦lvico y respiraci¨®n. Pero hoy, "el d¨ªa de los hombres", las colchonetas se amontonan en un rinc¨®n. Esto es una clase te¨®rica. Nos pondr¨¢n un v¨ªdeo. Haremos preguntas. Y si nos portamos bien, nos regalar¨¢n chupetes y baberos a la salida.
La clase tarda un poco en comenzar, debido a la larga cola de mujeres en la puerta del ba?o. Los beb¨¦s roban sitio de donde pueden. La vejiga es su v¨ªctima preferida.
La comadrona que nos dar¨¢ el curso lleva botas, un leotardo con la inscripci¨®n "la vida es chula" y un jersey rosa escotado. Nos sonr¨ªe piadosamente porque conoce nuestras debilidades mejor que nosotros. Pero por eso mismo, su presencia impone. Siento que estoy ante una comadrona fatale, una dominatrix de la obstetricia.
-Muchos padres -dice-, cuando oyen la palabra contracci¨®n corren, se aterran, gritan y llaman a una ambulancia. Bueno, no hace falta ?Vale? Pueden pasar 10 horas desde las primeras contracciones hasta el parto. Hay tiempo.
Para mostrarnos gr¨¢ficamente las fases del nacimiento, emplea una pelvis de pl¨¢stico habitada con un ¨²tero y un beb¨¦ a escala real. Es como un juguete de La familia Adams. Cuando coloca la vagina y muestra el tama?o que llega a adquirir, un gemido nervioso recorre la sala.
A continuaci¨®n viene el v¨ªdeo did¨¢ctico. La primera imagen muestra un grupo de espermatozoides nadando hacia su objetivo, como para recordar a los caballeros su ef¨ªmero y cient¨ªficamente prescindible papel en todo esto. Pero la pel¨ªcula gana vida con la aparici¨®n de la pareja protagonista. La pareja entra en escena desnuda, morena ella, rubio ¨¦l, conversando apaciblemente. De fondo se ve la concepci¨®n biol¨®gica. Salta a la vista que esos dos carecen de cualquier tipo de qu¨ªmica sexual. Parece que est¨¢n hablando del clima.
Nueve meses despu¨¦s de que el ni?o entre en el ¨²tero, llega la hora de sacarlo de ah¨ª. Vemos a la pareja tomando el t¨¦ en su sal¨®n. De repente, la chica comienza a soplar y ¨¦l mira el reloj. Parece que quiere irse. Siguiendo las recomendaciones de la voz en off, se toman las cosas con calma: ella se ducha y ¨¦l va a prepararse un s¨¢ndwich. Cuando al fin llegan a la cl¨ªnica, conversan con un doctor. La ¨²nica se?al de que ella est¨¢ por dar a luz es que no deja de soplar en ning¨²n momento. Finalmente, se ve el parto: el doctor saca de la mujer a un beb¨¦ morado. El marido sonr¨ªe.
Termina el v¨ªdeo. La comadrona se ofrece a atender las preguntas del p¨²blico. Se hace el silencio en la sala. Es posible que los hombres estemos confusos ante la constataci¨®n de que los beb¨¦s son morados.
-?De verdad nadie tiene ninguna pregunta?
De verdad.
-Bueno, pues b¨¢sicamente, recordad: vuestro papel es muy importante emocionalmente. Y lo es antes, durante y tambi¨¦n despu¨¦s del parto, cuando vuestras esposas se convertir¨¢n en un restaurante abierto las 24 horas del d¨ªa. Sed cari?osos, besadlas mucho. Vuestra principal misi¨®n es darles amor.
Todo el mundo parece sentirse muy aliviado al o¨ªr eso. Es un papel a nuestra altura.
Antes de salir, se repite la cola del ba?o. Mientras espero a mi esposa, un joven me comenta:
-De verdad, envidio a las mujeres. Me gustar¨ªa sentir lo que ellas sienten. Me gustar¨ªa dar a luz una vida.
-?Y cargarla nueve meses, aumentar 15 kilos, vomitar, no poder beber ni fumar?
-No, eso no. S¨®lo parir.
Me gustar¨ªa decirle que lo noto concienciado, que el curso ha obrado milagros en ¨¦l, que es un hombre sensible a las necesidades de su pareja. Pero me tengo que ir. En la puerta est¨¢n regalando chupetes y baberos.
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