Ian Curtis seg¨²n su viuda
Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar un lugar m¨¢s oscuro en la m¨²sica que Joy Division. Su nombre, sus letras y su cantante fueron una nube negra tan grande como cualquiera del cielo". Bono, el vocalista e ide¨®logo de U2, defin¨ªa as¨ª la banda de Manchester (1976-1980) al reconocerla como influencia clave. Parecido efecto tuvo en The Cure y otros contempor¨¢neos, en cualquier hornada posterior de m¨²sicos desolados y, c¨®mo no, en los actuales revivalistas (Interpol, Editors?) del post-punk de finales de los setenta.
El influjo de sus dos discos, Unknown pleasures y Closer, "¨¢spera y turbadora mezcla de elementos viscerales y et¨¦reos" (seg¨²n The New York Times), s¨®lo compite con la dimensi¨®n de icono y mito de su letrista y cantante suicida, Ian Curtis. La leyenda vuelve a agitarse en estos d¨ªas gracias a un disco recopilatorio, The best of Joy Division (Warner), y la publicaci¨®n en castellano de Touching from a distance: la vida de Ian Curtis y Joy Division (Metropolitan Ediciones), texto inspirador del filme de Anton Corbijn Control (2007), que ya pudo verse en el pasado festival de cine de San Sebasti¨¢n.
Y nadie mejor que la autora del libro, Deborah Curtis (Liverpool, 1956), viuda de Ian, para desentra?ar el misterio de su marido, el hombre que, con su grupo acariciando la fama, se quit¨® la vida a los 23 a?os. "Publiqu¨¦ Touching from a distance en 1995 y me ayud¨® a cerrar heridas, pero s¨®lo recientemente he empezado a comprender. Y en eso la edad y la experiencia han sido fundamentales", confiesa Deborah desde su domicilio brit¨¢nico. Pese a su timidez, disecciona las paradojas de Ian Curtis: el m¨²sico, por ejemplo, siempre mostr¨® curiosidad por vidas poco convencionales, mientras que en la suya contra¨ªa matrimonio a¨²n adolescente y cultivaba la fe en el Partido Conservador. "Qui¨¦n sabe si sus ideas habr¨ªan luego cambiado, aunque sinceramente pensaba que, tras la terrible recesi¨®n vivida durante los a?os de gobierno laborista, los pol¨ªticos conservadores contribuir¨ªan a un mejor futuro. Y en lo personal Ian lo quer¨ªa todo, como la mayor¨ªa de los hombres: le atra¨ªa lo extraordinario y a la vez buscaba la seguridad de un hogar feliz".
La relaci¨®n de la pareja no result¨® f¨¢cil. Ian aparece en el libro como celoso y posesivo, adem¨¢s de inmerso en un romance con una joven belga: "Ahora pienso que los celos proven¨ªan de su inseguridad y su car¨¢cter vulnerable. Antes de que todo se fuera al garete, yo sent¨ªa que ¨¦ramos un equipo invencible. Luego su enfermedad y nuestra incapacidad para lidiar con ella se interpusieron entre nosotros".
Al margen del debate sentimental de Ian (le hab¨ªa pedido a Deborah desistir de su demanda de divorcio la misma noche del suicidio), fueron la epilepsia y la depresi¨®n las que impulsaron el desenlace. "Creo que la depresi¨®n no se le trat¨® como pod¨ªa haberse hecho ahora. Y en la epilepsia se dio una coincidencia macabra: antes de padecer s¨ªntomas y por su trabajo en los Servicios Sociales, Ian ya era un experto en la enfermedad. Debi¨® de sentirse aterrado al descubrir despu¨¦s que aquello tambi¨¦n le pasaba a ¨¦l". No fue la ¨²nica premonici¨®n: su convulsa forma de bailar en el escenario, similar a los ataques epil¨¦pticos, se remontaba a a?os atr¨¢s. "Siempre quiso un estilo diferenciado, pero tambi¨¦n creo que desprend¨ªa violencia, reflejo de c¨®mo se sent¨ªa".
En directo con Joy Division, Ian padeci¨® varios ataques (el p¨²blico a menudo cre¨ªa que formaban parte del show), y el ritmo de actuaciones, consentido por ¨¦l, no favorec¨ªa su salud. Justo en v¨ªsperas de la primera gira estadounidense, decidi¨® ahorcarse con la cuerda de la ropa. Nada extra?o, teniendo en cuenta la sobredosis que meses antes hab¨ªa sufrido con un medicamento (de chaval hab¨ªa protagonizado otra, fruto de sus experimentos con las drogas) y lo que parec¨ªa desprenderse de las canciones de Closer, el ¨¢lbum p¨®stumo. Eso sin contar su etapa adolescente, en la que idealizaba morir joven. "Me cuesta mucho creer que al final mantuviera esas ideas rom¨¢nticas: estaba sufriendo de verdad", rebate Deborah.
Ian parec¨ªa obsesionado con el dolor durante la composici¨®n de Closer. Entre sus lecturas figuraba la morbosa Crash, de J. G. Ballard. Y los otros miembros de Joy Division admiten no haber captado las se?ales de alarma. Deborah al menos goza de coartada: nunca pudo escuchar las cintas. De hecho, despu¨¦s del primer ¨¢lbum fue apartada de las actividades del grupo. "Cierto ayudante me lleg¨® a soltar: '?c¨®mo vamos a tener a la mujer embarazada de seis meses de una estrella del rock delante del escenario!'. Y ahora, cuando veo a m¨²sicos presumiendo de hijos me entristece que Ian no est¨¦ aqu¨ª para hacerlo".
La ¨²nica hija de la pareja, Natalie, es fot¨®grafa. "Empez¨® a disparar con s¨®lo cuatro a?os. En uno de sus primeros recuerdos se ve sentada en el suelo de casa mirando unas instant¨¢neas que Kevin Cummins le hab¨ªa hecho a Joy Division". Cummins y el holand¨¦s Anton Corbijn son los responsables de las im¨¢genes en blanco y negro que fijaron el estatus del grupo, y especialmente de Ian Curtis, como iconos. Y Corbijn se ha pasado al cine para dirigir Control, coproducida por la propia Deborah: "Ian estar¨ªa contento si la viera".
El cantante vivi¨® fan¨¢ticamente todo lo visual (en otro gui?o t¨¦trico, se hab¨ªa volcado con la portada funeraria de Closer). Sus relaciones con sus compa?eros, Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris, posteriores triunfadores como New Order, fueron buenas: "Como una familia. Ian adem¨¢s les ten¨ªa musicalmente un tremendo respeto".
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