McCain se confiesa
EL PA?S acompa?a al candidato republicano a la presidencia de EE UU en una gira por los lugares emblem¨¢ticos de su biograf¨ªa
Con los dos brazos levantados a media altura para que el detector de metales pueda recorrer su cuerpo antes de emprender la escalerilla del avi¨®n, John McCain tiene un aire vulgar, casi rid¨ªculo. Las heridas sufridas durante su cautiverio en Vietnam le impidieron la plena movilidad de los hombros y le confirieron para siempre una pose ligeramente c¨®mica que ya forma parte de su personalidad. Recostado, despu¨¦s, en su asiento, luchando con una bolsa de patatas y resoplando por encontrar hueco para el equipaje de mano, el respetado h¨¦roe nacional se hace carne y el viejo John, en mangas de camisa, surge con toda su mundana naturalidad.
A los 71 a?os, ha emprendido un viaje crucial en su vida. La ruta hacia la Casa Blanca est¨¢ llena de obst¨¢culos y s¨®lo puede haber un ganador. Pero no es la primera ni quiz¨¢ la ¨²ltima misi¨®n arriesgada a la que tiene que hacer frente. Forjado en la aventura y amante de los desaf¨ªos de toda ¨ªndole, el historial de McCain se corresponde con el de un gal¨¢n del cine de los cuarenta, tambi¨¦n en toda su gama de vanidad, arrogancia y ternura. Ese historial es el mejor argumento de su campa?a electoral. Por eso, durante una semana, el candidato republicano ha intentado exponerlo al pa¨ªs en una gira que empez¨® en Alexandria (Virginia), donde curs¨® su ense?anza media en una escuela de ricos, y concluy¨® ayer en Arizona, Estado al que representa en el Senado de la naci¨®n. EL PA?S ha estado entre un reducido grupo de periodistas que le ha acompa?ado constantemente.
"La nobleza de la causa a la que se sirve no puede justificar la guerra"
El senador por Arizona dice que es un h¨¦roe a su pesar y un patriota tard¨ªo
McCain dice que es un h¨¦roe a su pesar y un patriota tard¨ªo. "Mis cuatro a?os en la Escuela Naval no se caracterizaron ni por una conducta ejemplar ni por grandes logros acad¨¦micos. M¨¢s bien por lo contrario, por un impresionante cat¨¢logo de faltas", confiesa ante un grupo de oficiales y alumnos en Annapolis (Maryland). Recuerda que el discurso de su graduaci¨®n lo pronunci¨® Dwight Eisenhower, pero no recuerda nada m¨¢s porque, por aquellos tiempos, estaba m¨¢s preocupado de las celebraciones que ven¨ªan a continuaci¨®n. "Todo mi inter¨¦s en ese momento", afirma en otra conversaci¨®n, "estaba centrado en cultivar una imagen irresistible, especialmente para las mujeres".
Algunas tabernas andaluzas y los casinos de Capri y Montecarlo quiz¨¢ recuerden todav¨ªa su paso por all¨ª en los d¨ªas de permiso cuando, en los primeros a?os sesenta, surcaba el Mediterr¨¢neo a bordo de los portaviones Intrepid y Enterprise. Y los que, sin duda, lo recordar¨¢n ser¨¢n las cientos de familias espa?olas que se quedaron sin luz cuando el avi¨®n pilotado por McCain, "volando a baja altura por no buenas razones", seg¨²n ¨¦l mismo reconoce ahora, destroz¨® varios postes el¨¦ctricos.
De raza le viene. Su abuelo, el almirante John Sidney McCain, es retratado por el propio senador como un hombre que no perd¨ªa una oportunidad de apostar, beber, fumar o exclamar al cielo. Y el padre del candidato, John Sidney McCain junior, tuvo un paso por Annapolis tan desastroso como su hijo tendr¨ªa despu¨¦s. McCain refleja m¨¢s admiraci¨®n por el primero de la saga, un hombre fuerte y decidido del que ha heredado su audacia y su mal car¨¢cter, que por su propio padre, otro almirante con exitosa carrera pero oscurecido siempre por la sombra de su poderoso antecesor. Cuando el abuelo McCain muri¨®, un ¨ªntimo amigo de ¨¦l, el c¨¦lebre almirante William Halsey, agarr¨® al joven v¨¢stago, entonces un muchacho de 17 a?os, con la promesa de transmitirle las mejores ense?anzas del laureado difunto. "Muchacho, ?t¨² bebes?", le pregunt¨®. "Tu abuelo siempre beb¨ªa bourbon con agua. ?Camarero! Tr¨¢igale un bourbon con agua al chaval".
La an¨¦cdota ilustra el mundo marinero y rudo en el que McCain creci¨®. Pero la verdad es que el alcohol fue un serio problema en la vida de su padre y lo fue tambi¨¦n en la juventud del actual candidato republicano. "Yo estaba fascinado por el romanticismo de la vida militar y permanentemente me esforzaba en cumplir con esa imagen; yo en realidad jugaba a ser un militar", cuenta en Pensacola (Florida), adonde el oficial de la Armada McCain lleg¨®, despu¨¦s de graduarse en Annapolis, para ser adiestrado como piloto.
John McCain se siente a gusto entre una audiencia reducida, ya lejos de su juventud y con tantas cicatrices de guerra como ¨¦l. Durante 200 a?os de la historia norteamericana, siempre ha habido un McCain de uniforme. Un hijo del senador sigue la tradici¨®n. Sus ra¨ªces militares han marcado su car¨¢cter en todos los sentidos. Un v¨ªdeo que exhibe a su p¨²blico y que recoge lo esencial de su biograf¨ªa est¨¢ salpicado de cinco consignas: tradici¨®n, valor, honor, sacrificio, gloria.
Pero McCain intenta no repetir esas palabras como conceptos vac¨ªos -"la gloria no es una condecoraci¨®n"-, sino como los valores de los que se ha servido para conocer a su pa¨ªs y comprender el papel que a ¨¦l personalmente le tocaba desarrollar. "En las Fuerzas Armadas", relata en Pensacola, "conoc¨ª la excepcionalidad de Am¨¦rica, un pa¨ªs que no est¨¢ enraizado en la tierra o en la sangre, sino en una idea, una noble e inspiradora idea". Por esa raz¨®n entendi¨® tambi¨¦n que "la defensa de mi pa¨ªs no s¨®lo es importante para la seguridad de mis compatriotas; es importante para el mundo, para hacer avanzar en un entorno hostil los ideales que creemos universales". "Yo fui parte de esa gran causa", afirma.
El joven oficial fue destinado al mando de un escuadr¨®n en la base de Cecil Field, en Jacksonville (Florida), despu¨¦s de haber conocido de cerca la tensi¨®n de la guerra como piloto del portaviones Enterprise durante la crisis de los misiles en Cuba. McCain hab¨ªa madurado. "Yo era ya otra persona", recuerda ahora en esos mismos hangares. "Ya hab¨ªa entendido que el amor a mi pa¨ªs no es otra cosa que el amor a mis compatriotas".
Pero las mayores ense?anzas, por supuesto, vendr¨ªan despu¨¦s, cuando, con poco m¨¢s de treinta a?os, un primer matrimonio y una hija a la que apenas hab¨ªa conocido, el avi¨®n que pilotaba fue derribado sobre Vietnam y ¨¦l fue hecho prisionero. "Nunca me he sentido m¨¢s libre que entonces", asegura. "Nunca me he sentido m¨¢s poderosamente libre, m¨¢s yo mismo, que cuando era una peque?a parte de una resistencia organizada contra el poder que nos ten¨ªa presos".
Aquello, obviamente, acab¨® con cualquier romanticismo. El aventurero McCain regres¨® de Vietnam f¨ªsicamente maltrecho y espiritualmente transformado, quiz¨¢ convertido ya en un pol¨ªtico, y en un pol¨ªtico muy especial. "Detesto la guerra", dice en Jacksonville a una audiencia mayoritariamente militar, incluidos varios uniformados. "Ni el valor con el que se combate ni la nobleza de la causa a la que se sirve pueden justificar la guerra".
El pol¨ªtico McCain conserva, no obstante, el atrevimiento de sus a?os militares. No puede entenderse de otra forma su aparici¨®n este viernes en Memphis en la celebraci¨®n del 40? aniversario del asesinato de Martin Luther King para reconocer ante un p¨²blico poco comprensivo: "Todos tardamos a veces en hacer las cosas de forma correcta. Yo comet¨ª un error tiempo atr¨¢s cuando vot¨¦ en contra de convertir el d¨ªa de Martin Luther King en fiesta nacional".
?se es un ejemplo de la particularidad de McCain como pol¨ªtico, un tradicionalista, pero un extra?o conservador que ahora, agobiado por la presi¨®n electoral, intenta identificarse con esa etiqueta.
Por eso culmina esta gira en Prescott (Arizona), escenario de un famoso discurso de Barry Goldwater, el patr¨®n del conservadurismo norteamericano del siglo XX. "Soy un conservador", asegura McCain, "y creo que es muy saludable que los norteamericanos sean esc¨¦pticos sobre la actuaci¨®n del Gobierno. Pero cuando el escepticismo se transforma en cinismo, se acaba con el valor de la ciudadan¨ªa".
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