Vientos
S¨®lo hay tres clases de hombres, los vivos, los muertos y los que navegan, pero cualquier navegante del Mediterr¨¢neo se volver¨¢ loco si trata hoy de encajar con la realidad los nombres de los vientos que rigen en ese mar. Seg¨²n su origen, el gregal es el viento que viene de Grecia; el siroco, de Siria; el lebeche, de Libia; la tramontana, de tras los montes. El gregal es un noreste y all¨ª no est¨¢ Grecia; el siroco es un sureste y all¨ª no est¨¢ Siria; el lebeche es un suroeste y all¨ª no est¨¢ Libia; la tramontana es un norte y los montes est¨¢n en todas partes. Existe tambi¨¦n el mistral o viento maestro, que proviene del noroeste. En la Provenza hay una regi¨®n con ese mismo nombre, aunque la Provenza tampoco est¨¢ en el noroeste. Cuando se dice que el levante sopla del este, de donde se levanta el Sol y el poniente llega del oeste, de donde se pone, s¨®lo es verdad los dos ¨²nicos d¨ªas de equinoccio, porque el Sol va derivando hasta 30 grados al norte o al sur el resto del a?o. Para resolver este enigma hay que encontrar un punto en el Mediterr¨¢neo donde el nombre y la direcci¨®n de los vientos encajen. Ese lugar existe y su elecci¨®n fue producto de un consenso entre pescadores sicilianos, mercaderes genoveses y catalanes, navegantes tunecinos, corsarios y piratas berberiscos, que surcaban esas aguas en el medievo. Por supuesto no se decidi¨® durante las traves¨ªas. Cuando se navega no se pueden hacer demasiados c¨¢lculos, ya que a los tripulantes s¨®lo les separa de la muerte los cuatro dedos de espesor del casco de la nave. La decisi¨®n de someter la veleidad de los vientos a la l¨®gica fue tomada a trav¨¦s de la experiencia de los marineros en las tabernas portuarias en largas conversaciones al calor de un aguardiente. S¨®lo hay una isla en medio del Mediterr¨¢neo donde los nombres de los vientos responden a su direcci¨®n. Esa isla es Malta. En La Odisea se la llama Ogigia, el ombligo del mar. All¨ª permaneci¨® siete a?os Ulises en brazos de la ninfa Calipso. Pero en literatura el viento es una ficci¨®n. Por eso en cualquier latitud donde uno se halle, el gregal llegar¨¢ de Grecia; el siroco, de Siria; el lebeche, de Libia, siempre que el viento sea una forma de poderosa locura que, unida a la marea del tiempo, al final te lleve a ?taca.
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