Cuando Mois¨¦s era 'sexy'
Cuando, en el emblem¨¢tico a?o de gracia de 1968, Charlton Heston se pase¨® en taparrabos pr¨¢cticamente todo el metraje de El planeta de los simios, ya hab¨ªa circulado demasiada agua bendita bajo sus axilas, y la sexualidad que pod¨ªa desprender el ¨²ltimo hombre montando a caballo a pelo ni siquiera fue considerada por los responsables del filme como el principal atractivo del mismo. Es m¨¢s, la demoledora sorpresa final vagamente insinuaba que el protagonista iba a perder inter¨¦s alguno por las artes humanas de la reproducci¨®n de la especie.
Alrededor de 15 a?os atr¨¢s, Heston hab¨ªa irrumpido en las pantallas espa?olas armado hasta la mand¨ªbula con los atributos de la m¨¢s poderosa virilidad, arrebatando a las plateas de cualquier sexo. Por aquel tiempo -27, 29 a?itos, la criatura-, gustaba de lucir conjunto de camisa abierta y pantal¨®n ce?ido, ancho cinto, botas, sombrero y, ocasionalmente, un l¨¢tigo en la mano o un pistol¨®n colgando de la cadera: como un Indiana Jones sin estudios y con muy poca educaci¨®n para con las damas, lo que no le imped¨ªa derretirlas. En aquella Espa?a a la que le faltaba un parte de Radio Nacional para que ?Bienvenido, Mr. Marshall! empezara a tirarle de la bata de cola y de la mantilla, la incursi¨®n en pantalla del torso tostado y los muslos tensos del futuro presidente de la Asociaci¨®n Nacional del Rifle mereci¨®, como quien dice, unas cuantas salvas apote¨®sicas.
Irrumpi¨® en las pantallas espa?olas arrebatando a todo tipo de plateas
Nunca pudo ni quiso quitarse el estigma de haber sido Ben-Hur
Ocurri¨® gracias a, primero, El mayor espect¨¢culo del mundo, en donde incorporaba a un director de circo m¨¢s rudo con las mujeres que con las fieras; y, despu¨¦s, a su aparici¨®n en Cuando ruge la marabunta, encarnando a un bruto -y virgen- plantador que, en la selva amaz¨®nica, recibe a su esposa lograda por poderes, una bella pelirroja -y viuda: un piano ya tocado, se?al¨® el mozo, en impagable di¨¢logo- apta para ponerle mirando al Matto Grosso... Con esas dos pel¨ªculas, que reinaron durante muchos s¨¢bados por la tarde en nuestras legendarias sesiones de cine de barrio, Charlton Heston se labr¨® una reputaci¨®n de semental que el tiempo y algunas elecciones profesionales se encargar¨ªan de desmentir.
Seducido por la ¨¦pica, el buen Heston empez¨® una prometedora carrera como superh¨¦roe encarnando a Mois¨¦s en Los diez mandamientos, en donde, para escarnio del p¨²blico, pese a un inicio prometedor y moralmente distra¨ªdo, pronto se puso la t¨²nica y se enzarz¨® en cruzar desiertos, dejando a Yul Brynner la pesada carga de ser el fara¨®n que llevaba minifaldita y ten¨ªa el coraz¨®n endurecido por Jehov¨¢.
Pese a que algunos de los muchos filmes que interpret¨® fueron muy estimables, y a que en ellos aparec¨ªa exhibiendo sus antiguas armas de real macho -pienso en la estupenda Mayor Dundee-, nunca pudo ni quiso quitarse de encima el estigma de haber sido un lev¨ªtico Ben-Hur o un Miguel ?ngel m¨¢s p¨¦treo que La Piedad. Su ¨²ltimo destello como salvaje con retranca, que tanto nos gustaba a las hijas de Mar¨ªa, lo lanz¨® en Horizontes de grandeza.
Que Dios le haya perdonado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.