La dificultad de ser amado y temido
Hace tiempo que Maquiavelo, el Sun Tzu europeo, hizo notar la dificultad de ser amado y temido a la vez. Los 3.000 polic¨ªas que necesit¨® ayer la antorcha ol¨ªmpica para cubrir su paso por Par¨ªs son una buena muestra de esta dificultad. El Gobierno chino ha organizado estos Juegos Ol¨ªmpicos con el fin de mostrar al mundo su ¨¦xito, pero lo que se est¨¢ demostrando estos d¨ªas es que el ascenso pac¨ªfico de China despierta mucho m¨¢s temor y recelo que admiraci¨®n.
Preocupado porque los Juegos se les vayan de las manos, el Gobierno chino ha contratado a una gran empresa de comunicaci¨®n. Sin embargo, como EE UU ha experimentado en los ¨²ltimos a?os, ni la mejor estrategia de diplomacia p¨²blica puede ayudar a vender un producto defectuoso. Con miles de disidentes encarcelados, una sever¨ªsima represi¨®n pol¨ªtica y religiosa y una pol¨ªtica exterior carente de sensibilidad, China tiene poco que vender a la opini¨®n p¨²blica mundial y mucho sobre lo que reflexionar. Para mejorar su imagen internacional, China podr¨ªa, entre otras cosas, dejar de usar una ret¨®rica de corte orwelliano para denostar a todos los que disienten de ella, cumplir sus promesas de libertad de movimientos a los medios de comunicaci¨®n, hacer alg¨²n gesto en torno a Darfur y, especialmente, sentarse a hablar con el Dalai Lama, cuyas posiciones pac¨ªficas y autonomistas, no independentistas, ofrecen a Pek¨ªn un margen de actuaci¨®n muy amplio.
Pero ello no servir¨¢ para atajar el problema fundamental: la falta de legitimidad del poder de China. Sin legitimidad, China no puede pedirnos que la amemos, s¨®lo esperar que la temamos, que es lo que los Gobiernos europeos han practicado hasta ahora. Curiosamente, las protestas de la opini¨®n p¨²blica no se dirigen s¨®lo contra China, sino tambi¨¦n contra el silencio de sus propios Gobiernos a la hora de condenar las violaciones de los derechos humanos, la represi¨®n en el T¨ªbet o la connivencia con las autoridades de Sud¨¢n. Puestos a celebrar la Grecia cl¨¢sica, y ante la pasividad de sus Gobiernos, parece evidente que la opini¨®n p¨²blica ha encontrado el tal¨®n de Aquiles del poder chino en los Juegos Ol¨ªmpicos y se dispone a explotarlo con el apoyo de los medios de comunicaci¨®n, atra¨ªdos siempre por un buen espect¨¢culo. Una vez m¨¢s, los Gobiernos quedan en evidencia ante el poder de la opini¨®n p¨²blica y los medios, lo que tambi¨¦n deber¨ªa ser motivo de reflexi¨®n a este lado. Pero lo importante es que las protestas en torno a los Juegos no queden en an¨¦cdota, sino que sirvan para que los Gobiernos europeos se convenzan de la necesidad de tomarse mucho m¨¢s en serio la agenda de derechos humanos en su relaci¨®n con China y para hacer ver a Pek¨ªn que es en su propio inter¨¦s aceptar esa agenda. Este objetivo no es ut¨®pico: al igual que Occidente consigui¨®, mediante el proceso de Helsinki, atraer a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a una negociaci¨®n en la que los derechos humanos eran parte de un compromiso global, los Juegos Ol¨ªmpicos deber¨ªan permitir abrir ahora un camino similar.
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es director de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y profesor en la UNED.
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