Gram¨¢tica del 'carrer Fernando'
Aunque fui, no esper¨¦ a la presentaci¨®n de las Deu lli?ons sobre Barcelona (editadas por el Colegio de Arquitectos, tambi¨¦n disponibles en castellano e ingl¨¦s), de Manuel de Sol¨¤-Morales, para escribir esta cr¨®nica. Prefer¨ª estudiarme la primera lecci¨®n, la que trata del eje Ferran-Princesa, y contrastarla con la realidad. Lo recomiendo vivamente.
El autor explica que este eje cre¨® una nueva dimensi¨®n, hasta entonces desconocida en la ciudad: la horizontalidad. Bien es cierto que calles m¨¢s antiguas, como el carrer Ample, ya apuntaban en este sentido, pero ninguna lo hizo con la determinaci¨®n planificada del carrer Fernando. Estamos hablando de la ciudad del primer tercio del siglo XIX, vientos liberales, burgues¨ªa en ascenso. Barcelona pasa de tener 30.000 habitantes en 1723 a cerca de 120.000 en 1833, constre?idos dentro de la tercera muralla. En semejante densidad asi¨¢tica, una v¨ªa de nueve metros de ancho que secciona el centro longitudinalmente tiene, desde luego, un valor de manifiesto sin precedentes, de proclamaci¨®n alta y clara de los valores de libertad e igualdad -la fraternidad siempre fue algo m¨¢s difuso- de la nueva clase en la cumbre. Y cuenta De Sol¨¤-Morales que en este jugo se coci¨® una idea de calle como lugar en el que mostrar y mostrarse; es decir, una idea de calle-espect¨¢culo como la Rue Rivoli de Par¨ªs o Regent's Street de Londres. Todo ello, por supuesto, con la aquiescencia del ej¨¦rcito, que contemplaba el eje como una conexi¨®n r¨¢pida entre Montju?c y la Ciutadella. Sinergias hist¨®ricas.
Pero la idea no basta para que una calle sea calle. Hace falta una gram¨¢tica, s¨®lo reconocible en el lugar. Por ejemplo, la unidad de las cornisas en el tramo de La Rambla a la plaza de Sant Jaume, s¨®lo alterada en el lado del mar por la iglesia dedicada al mismo santo, una concesi¨®n al poder eclesi¨¢stico tras las m¨²ltiples desamortizaciones de conventos que posibilitaron la apertura de esta calle ontol¨®gicamente laica. Por lo dem¨¢s, la v¨ªa sigue teniendo la determinaci¨®n comercial de un tiempo, s¨ªntoma de que fue bien proyectada. En los bajos de los edificios, que ya nacieron como tiendas -hay todav¨ªa algunos restos de ellas, como los r¨®tulos de Casa Masana, fundada en 1835, en la esquina con la calle del Vidre-, se han instalado ahora el puesto de souvenirs regentado por hind¨²es y la hamburgueser¨ªa de bajo coste, lo cual quiere decir que el negocio sigue funcionando como el primer d¨ªa. Otra cosa es que nos guste menos, pero como espect¨¢culo de consumo no ha perdido pistonada.
El momento fuerte de esta gram¨¢tica callejera llega cuando uno desemboca en la plaza de Sant Jaume y trata de imaginarla en sentido vertical, que es el que ten¨ªa antes de la apertura de Fernando, con las entradas nobles a la Generalitat y al Ayuntamiento, respectivamente, por la calle del Bisbe y la de Ciutat. Eso s¨ª fue un giro copernicano de la ciudad, una rotaci¨®n de 90? del eje mar-monta?a -el poder feudal, piramidal- al de Levante-Poniente: la transversalidad, la igualdad (al menos te¨®rica) de oportunidades, la libre circulaci¨®n de mercanc¨ªas. Pero el poder de esta calle, planificada en 1822 pero que no llegar¨ªa a la Ciutadella hasta 40 a?os m¨¢s tarde -la calle de la Princesa se abri¨® entre 1853 y 1862-, va m¨¢s all¨¢ de la plaza de Sant Jaume, nos cuenta De Sol¨¤-Morales, salta el cerco de las murallas y alumbra la Ciudad Nueva de Cerd¨¤, estirada desde L'Hospitalet y Cornell¨¤ hasta Santa Coloma y Sant Adri¨¤. S¨ª, el carrer Fernando fue el teatro del mundo y a la vez cambi¨® el mundo: dio forma nada menos que a la ciudad moderna. Hay calles que llevan siglos ejerciendo poder.
P. S. En el acto de presentaci¨®n, De Sol¨¤-Morales denunci¨® la falta, hoy, de "mentalidad urban¨ªstica". Defini¨® el urbanismo como "materia de ideas e intenciones", como "un acto de cultura". Eso fue justamente esa presentaci¨®n, en una sala de actos desbordada.
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