Magia imborrable

Cuando Virginia Woolf asisti¨® a una proyecci¨®n de El gabinete del doctor Caligari, no pudo apartar la mirada de una mota de polvo atrapada en el proyector, que generaba azarosas formas sobre la pantalla. Para ella, hab¨ªa m¨¢s misterio e inquietud en esa abstracci¨®n que en las exasperadas interpretaciones de los actores expresionistas. A sus ojos, el cine fue una mota de polvo creando un enigm¨¢tico discurso en una esquina del plano. A?os m¨¢s tarde, Jean Cocteau defini¨® el cine como el arte de coger a los muertos y ponerlos a andar. Orson Welles prefiri¨® considerarlo el tren el¨¦ctrico m¨¢s caro del mundo. Michel Gondry se suma ahora a la tradici¨®n de proponer definiciones subjetivas de eso que llamamos (siempre para simplificar) cine en una de las pel¨ªculas m¨¢s libres, divertidas y, a la vez, conmovedoras de esta temporada: en Rebobine, por favor, el cine es hipnosis colectiva frente a una hermosa mentira. O, tambi¨¦n, lo que se nos queda en la cabeza despu¨¦s de una tarde en las multisalas: aquello que siempre puede reconstruirse a trav¨¦s de un bricolaje on¨ªrico. Pero, sobre todo, el cine es la mitolog¨ªa (no necesariamente divina o noble) que cohesiona a una comunidad. Y, tambi¨¦n, el tren el¨¦ctrico m¨¢s barato del mundo, construido, pongamos por caso, con papel de aluminio. Y cartulina.

Gondry es un visionario con memoria: alguien que puede esbozar la imagen futura, mientras recuerda a Georges M¨¦li¨¨s, y que, de hecho, juega a reconstruir con las herramientas anal¨®gicas de un M¨¦li¨¨s pre-escolar los nuevos hallazgos y laberintos de la imagen digital. Ning¨²n director de su generaci¨®n podr¨ªa tener mayor autoridad, ni una posici¨®n m¨¢s privilegiada que Gondry para reflexionar sobre el presente y el futuro del cine en este paisaje de la perplejidad puntuado por la cultura del remake, el control policial del copyright, las descargas ilegales y la democratizaci¨®n del acto creativo.

El cineasta tiene la osad¨ªa de utilizar como marco gen¨¦rico algo tan mal visto por la cr¨ªtica como la comedia de colegas de los ochenta: un explosivo Jack Black y un Mos Def ensimismado encarnan a la pareja de fools (o de ang¨¦licos idiotas) que, por caprichos de la trama, se ver¨¢n obligados a reconstruir la historia del cine en un tiempo r¨¦cord. Gondry maneja el delirio con mano de virtuoso y recurre al modelo de tour de force formalista que patent¨® en su v¨ªdeo musical Lucas with the Lid Off de Lucas. No hay nada que no resulte ins¨®lito o hilarante en esta pel¨ªcula que reinventa mitolog¨ªas (altas y bajas) y forja leyendas improbables alrededor de la figura de Fats Waller: lo m¨¢s sorprendente, no obstante, es c¨®mo desemboca en una conmovedora comuni¨®n colectiva sobrevolada por el esp¨ªritu y la inspiraci¨®n de Preston Sturges. Gondry viene a decir que, suceda lo que suceda con el cine y su industria, la magia de embobarse en comunidad ante algo que puede ser falso, torpe o encantadoramente tonto seguir¨¢ tan fresca como el primer d¨ªa.

Tr¨¢iler de Rebobine, por favor