Los jueces
Los peri¨®dicos, las radios y los televisores se llenan todos los d¨ªas de noticias que hablan de nuestros jueces. Esas noticias se relacionan con la politizaci¨®n de la justicia, con el bloqueo de los ¨®rganos judiciales y con algunas decisiones que se deben al af¨¢n de control de los partidos mayoritarios. Otras veces salen a la luz errores judiciales, historias de retrasos con repercusiones legales, criminales que vuelven a cometer delitos porque no se tramitan sus sentencias o reclusos que permanecen por dejadez y olvido en la c¨¢rcel despu¨¦s de ser declarados inocentes. Las noticias relacionadas con los jueces suelen ocupar los medios de comunicaci¨®n excepto en periodos de campa?a electoral. Los partidos que gozan de tiempo para exponer y publicitar sus programas se olvidan entonces de las dificultades de nuestro sistema judicial.
Las historias humanas pueden observarse desde muchos puntos de vista y uno encuentra casi siempre motivos de comprensi¨®n. El ciudadano Jos¨¦ Campoy pas¨® 455 d¨ªas en prisi¨®n pese a ser declarado inocente. Sabemos que se trata de una injusticia grave, pero resulta m¨¢s dif¨ªcil valorar si esa injusticia es un golpe de mala o de buena suerte. Quiz¨¢s sea la ¨²nica oportunidad feliz que vaya a tener en su vida. La juez Adelina Entrena ha sido condenada a pagarle una indemnizaci¨®n de 103.000 euros, que Jos¨¦ Campoy piensa invertir en desintoxicarse, sacarse el carn¨¦ de conducir, comprarse un coche y buscar trabajo. Este error judicial puede convertirse en un modo eficac¨ªsimo de reinserci¨®n social. Para no caer en la tentaci¨®n de los robos callejeros, nada m¨¢s convincente que disfrutar de un m¨ªnima seguridad econ¨®mica. Aunque se nos haya olvidado, el equilibrio social es un buen camino para luchar contra la delincuencia de calderilla. Me alegro por Jos¨¦ Campoy.
Y lo siento por la juez Adelina Entrena. La sociedad suele ser muy dura con los errores personales. Resulta una forma c¨®moda de evitar plantearnos las deficiencias colectivas. Es inevitable asumir y exigir responsabilidades personales, pero la inercia de las opiniones m¨¢s populares tiende a convertir el error profesional en un delito monstruoso. Hay quien lleg¨® a afirmar que el verdadero culpable de la muerte de Mari Luz, la ni?a de Huelva, era el juez de Sevilla que tard¨® en tramitar una sentencia anterior. Ahora cae toda la responsabilidad de la mala o la buena suerte de Jos¨¦ Campoy en la juez Adelina Entrena. A nadie parece interesarle que el recluso tuviera un abogado de oficio que no se preocup¨® de ¨¦l, o que la sentencia absolutoria pudiese pasar desapercibida a trav¨¦s de las redes del sistema judicial hasta que un funcionario de prisiones se dio cuenta del error. No quiero disculpar a la juez, pero no me cuesta trabajo ponerme en su piel, comprender su error, apiadarme de la factura humana que est¨¢ pagando.
Lo que me cuesta m¨¢s trabajo es entender la desatenci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica que arrastra desde hace a?os la justicia espa?ola, una desatenci¨®n que despu¨¦s desemboca en noticias y titulares asombrosos. Ayer mismo nuestro peri¨®dico publicaba en primera p¨¢gina que "Meses de pasividad judicial acaban en un doble crimen machista". ?Qu¨¦ opinar entonces de la justicia? Resulta siempre m¨¢s c¨®modo buscar un culpable inmediato, inventarse enemigos sociales, exigir el endurecimiento de las penas, convertir a los inmigrantes en sospechosos, conducir a las masas a la indignaci¨®n contra el delincuente, acabar con las medidas de reinserci¨®n social y descargar la opini¨®n p¨²blica contra los jueces o fiscales que cometen un error determinado. ?Pero qu¨¦ pasa con los gobiernos que se han olvidado del sistema judicial espa?ol o auton¨®mico? ?Y qu¨¦ pasa con los ¨®rganos responsables de la justicia, m¨¢s preocupados por participar en las querellas de los partidos que por conseguir que los juzgados funcionen bien?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.