El ¨²nico mensaje soy yo mismo
Narrativa. El Francisco Umbral de esta carta sobre s¨ª mismo tiene cincuenta a?os, ha perdido un hijo, es due?o de la casa con jard¨ªn que prometi¨® a Mar¨ªa Espa?a, su mujer, y es un nombre fundacional del sistema literario de la transici¨®n: sus libros literarios se hacen fuera de las horas de la actualidad social y pol¨ªtica para meterse en la quietud de otro presente. Esta vez el diario de escritor adopta forma de carta y utiliza el pivote de Mar¨ªa en un verano que pasa con lecturas, gatos enfermos, Mar¨ªa algo enferma, la muerte del padre de Mar¨ªa, piscinas de agua electrizada, whiskys rebajados con agua y la tensi¨®n central de no dejar que la p¨¢gina de literatura se oxide en columna de peri¨®dico.
Carta a mi mujer
Francisco Umbral
Planeta. Madrid, 2008
173 p¨¢ginas. 22 euros
El autor de estos libros de l¨ªrica en crudo, memoria sincopada e instante ensimismado -Diario de un escritor burgu¨¦s, Un ser de lejan¨ªas o Diario pol¨ªtico y sentimental- es un padre posmoderno que quiz¨¢ no le¨ªamos como posmoderno cuando estaba vivo y en cambio hoy sabemos que s¨®lo pod¨ªa ser eso, un posmoderno inconsciente que fue cambiando el lugar de los l¨ªmites y reabsorbiendo como letra literaria casi cada tramo de su experiencia personal, imaginaria o fabulada: la invenci¨®n y el simulacro, el fragmento l¨ªrico y la malla social poblada por duquesas y amantes de duques, o falsas duquesas y falsas amantes, pol¨ªticos, subpol¨ªticos o escritores. No lo hace posmoderno el censo social de su literatura (ni siquiera la visita que menciona aqu¨ª de Marsillach o Haro Tecglen, o esta o aquella fiesta) sino su libertad salvaje y su confianza en una transgresi¨®n perpetua: el culo de Mar¨ªa es tan literario en este diario como su cara o su desmemoria, y son exuberantes los ramalazos de prosa que expresan el cansancio adormecido de una pareja o la fatuidad del tiempo. A Umbral lo hace posmoderno su aspecto de escritor de derechas y provincia y su programa de fondo est¨¦tico y moral de izquierdas por desverg¨¹enza y por oportunidad est¨¦tica, por posar de oscarwildeano convencido pero ni cat¨®lico ni lastrado por culpa alguna. El cielo posmoderno es polic¨¦ntrico y a ratos m¨¢s ateo que yo, pero dispone de m¨²ltiples fetiches sustitutivos, y en Umbral est¨¢n todos porque se nutren de nihilismo y vac¨ªo: es un hijo de Cioran sin pasar por Savater porque ha estado ya en la m¨ªstica laica de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez.
Por eso sus mejores libros son cuadernos de escritor ensimismado -lo sab¨ªa ya entonces y aqu¨ª lo registra- bajo el simulacro de invenci¨®n s¨®lo verbal: se despojan de an¨¦cdota o narraci¨®n igual que se llenan de sentido porque son s¨®lo estilo. Con buen criterio Pere Gimferrer alude en el pr¨®logo a la herramienta necesaria para leer esta prosa son¨¢mbula y vibrante: el estilista es s¨®lo cal¨ªgrafo aplicado y decorativo y Umbral es gran escritor porque su estilo es su sentido. No saber leerlo no es d¨¦ficit de Umbral sino del lector con la pereza puesta o la expectativa narrativa decepcionada.
La redacci¨®n de Carta a mi mujer -?era suyo el t¨ªtulo?- pudo tener prop¨®sitos ansiol¨ªticos para Mar¨ªa y est¨¢ repartida en dos a?os porque re¨²ne dos cartas: una larga, del verano de 1985, y otra mucho m¨¢s corta e intensa, del verano de 1986 (todav¨ªa mientras es columnista de EL PA?S). Las dej¨® in¨¦ditas entonces expresamente, pero se decidi¨® a publicarlas en 2007, poco antes de morir y mientras su mujer las transcrib¨ªa al ordenador (lo cuenta Gimferrer).
Pero leer a la letra a este escritor, como si el libro fuese la autopsia de un matrimonio apagado, deja tan fuera de juego de la literatura como leer a la letra a un buen poeta, y quien lo haga entender¨¢ casi lo contrario de lo que dice Umbral porque Umbral no dice ni cuenta: hace, fabrica. O como mucho, se dice, se autorretrata, se asedia a s¨ª mismo en tantas p¨¢ginas fastuosas de escritor sin g¨¦nero: "El ¨²nico mensaje soy yo mismo".
Tambi¨¦n por eso sus retratos de personajes tienden a ser algo m¨¢s pobres que sus p¨¢ginas sobre parras salvajes o jardines falsamente rom¨¢nticos. En los personajes se mete a s¨ª mismo mucho m¨¢s indecisamente que en la libertad plena de retratar la luz, la soledad o el latido de la parra. Y eso no significa que el sentido de estos libros se quede en el puro capricho o la acrobacia verbal sino que el gesto mismo de la prosa es acto de sentido pleno.
Es literatura libre del miedo a ser mal le¨ªda o mal interpretada, aunque Umbral trate de explicar lo que el propio libro es: nostalgia de inocencia, de la repatriaci¨®n a otro tiempo a¨²n limpio, "ensayo de vuelta a la inocencia del presente puro". Quiz¨¢ por eso el mismo escritor supo mejor que nadie que el yo de su escritura por fortuna le ganar¨ªa la partida al autor, a su yo civil, para que nos quedasen por fin a los dem¨¢s los libros suyos que "creen, ya, m¨¢s que uno mismo en lo que dicen". -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.