El delirio del Anhelo de Si¨®n
En el rancho no hab¨ªa pecado. Era el para¨ªso del que las mujeres y los ni?os no sal¨ªan jam¨¢s, una burbuja de fe en la que se cumpl¨ªan los designios de Dios a trav¨¦s de las ense?anzas del profeta. As¨ª vivieron durante cuatro a?os los 416 ni?os criados por la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los ?ltimos D¨ªas, a seis kil¨®metros de un peque?o y polvoriento pueblo de Tejas de 2.000 habitantes. Cre¨ªan vivir lejos de Sat¨¢n, de sus tentaciones y equ¨ªvocos. Hasta que lo que para ellos es el diablo, el amenazante mundo exterior, lleg¨® en la forma de una orden de registro y en compa?¨ªa de un grupo de agentes de polic¨ªa enviados por la Agencia de Protecci¨®n de Menores.
En el para¨ªso de Si¨®n no hab¨ªa televisi¨®n, radio o peri¨®dicos. Las ¨²nicas noticias llegaban directamente del cielo
El profeta de la secta, Warren Jeffs, deber¨¢ atenerse ahora no a las leyes de Dios, sino a las del Estado de Nevada
La sombra de la matanza de Waco en 1993 plane¨® en Eldorado cuando la polic¨ªa quiso entrar en el templo
Una chica de 16 a?os denunci¨® por tel¨¦fono que su marido, de 50, la golpeaba y violaba. Ya esperaba el segundo hijo
Esta semana, en las largas tardes de sol abrasador de las praderas de Eldorado, en el oeste de Tejas, no se hablaba de otra cosa que de lo que ha estado sucediendo en el rancho Anhelo de Si¨®n en los ¨²ltimos cuatro a?os. La carretera Rudd, el ¨²nico camino que lleva hasta su valla, permanece cortada por la polic¨ªa estatal. Pero a los habitantes de Eldorado les da igual. Saben muy bien qu¨¦ hay dentro y han sospechado durante mucho tiempo de la extra?a conducta de sus habitantes.
"Desde que llegaron aqu¨ª en 2004, yo s¨®lo he visto a dos hombres en una gasolinera. No me dirigieron la palabra. No hablan con nadie. Ven¨ªan al pueblo, compraban lo que ten¨ªan que comprar y se marchaban", cuenta Charles Conn, camionero retirado de 65 a?os, mientras se fuma un puro en el porche de madera de la ¨²nica tienda de herramientas de Eldorado. "Nunca jam¨¢s vi a una sola de sus mujeres. Les ten¨ªan prohibido salir". Lo ¨²nico que los ciudadanos de Eldorado tienen claro es que, al principio, los l¨ªderes de la secta les enga?aron, seg¨²n explica Ford Oglesby, de 83 a?os, granjero de profeSi¨®n y que se acaba de unir a la conversaci¨®n.
En marzo de 2004, un miembro de la secta identificado como David Allred dijo al sheriff del condado de Schleicher, al que pertenece Eldorado, que los ocho kil¨®metros cuadrados que su Iglesia acababa de comprar iban a ser "un coto de caza". "En ese momento les cre¨ªmos. Y luego, de repente, comenzaron a construir los edificios. El mismo hombre que hab¨ªa dicho que ser¨ªa un rancho de caza dijo luego que en realidad iba a ser una residencia para miembros de su secta".
Los seguidores del profeta Warren Jeffs comenzaron a llegar poco despu¨¦s desde otras comunidades pol¨ªgamas, como las ciudades de Hildale y Colorado City, en la frontera de los Estados de Utah y Arizona. "Eran gente amistosa. O al menos los hombres, porque eran los ¨²nicos que ven¨ªan a comprar algo", explica el due?o de la tienda de herramientas, Kerry Joy, de 55 a?os. Cada semana, dos varones entraban por la puerta, cog¨ªan lo que necesitaban y pagaban en efectivo. Sin preguntas. Sin conversaciones intrascendentes. "Gente muy correcta. No podemos decir que aqu¨ª hayan intentado abusar de nadie".
Los abusos los dejaban para las ni?as a las que ten¨ªan encerradas en el rancho. Los hombres m¨¢s mayores, los sabios de la secta, asustaban a las peque?as con oscuras historias de odio y resentimiento. Afuera, m¨¢s all¨¢ de las colinas, s¨®lo estaba Sat¨¢n, dec¨ªan. Las ni?as pod¨ªan identificar al diablo por su piel roja, el color de la sangre derramada por Jesucristo, el tono que nunca se debe llevar sobre la piel, seg¨²n las ense?anzas del profeta Warren Jeffs.
En sus cuatro a?os en Anhelo de Si¨®n, los m¨¢s peque?os pasaban el d¨ªa con sus decenas de hermanos y con sus madres, vestidos como Dios se lo hab¨ªa pedido. Ellos, con ropas oscuras. Ellas, cubiertas totalmente por tejidos sencillos, de colores claros, dejando a la vista s¨®lo la cabeza y las manos. Dios dijo al profeta que las mujeres deb¨ªan lucir el pelo largo, y ellas cumpl¨ªan con su deseo, recogi¨¦ndoselo en un mo?o.
En el para¨ªso de Si¨®n no exist¨ªan televisores, radios o peri¨®dicos. Las ¨²nicas noticias eran las que llegaban del cielo, a trav¨¦s de las ense?anzas de los hombres sabios, los sacerdotes. Cada d¨ªa se escuchaban las grabaciones del profeta Jeffs, que repet¨ªa hasta el hast¨ªo que procrear era bueno. Y cuanto antes se hiciera, mejor. Era el deber moral de toda mujer entregarse a su marido al entrar en edad f¨¦rtil. A los 15 a?os, una mujer estaba en la flor de su vida. Deb¨ªa comenzar a tener hijos. Enlazar un embarazo con otro. Renacer en sus hijos. Los hombres deb¨ªan tomar muchas mujeres, "porque no se ir¨¢ al cielo si no se tiene m¨¢s de una esposa".
Los habitantes del rancho dispon¨ªan de todo lo necesario. Los vecinos de Eldorado cuentan c¨®mo a lo largo de los a?os se construyeron edificios donde dormir. Una f¨¢brica de quesos y yogures. Telares. Una cl¨ªnica. Una escuela. Y el templo. Un gran templo blanco con cuatro torreones, de 40 metros de altura. La puerta al para¨ªso, llamado Si¨®n; la garant¨ªa de que los fieles se convertir¨¢n en dioses al morir, la promesa del cielo en medio de las amarillentas colinas del oeste de Tejas. Los d¨ªas pasaban entre tardes de asfixiante calor y noches de suaves brisas.
En las calles del pueblo se dice que Jeffs estuvo en el rancho el 1 de enero de 2005, cuando se comenz¨® a construir el gran templo blanco. Ese d¨ªa, como hace regularmente cada semana, J. D. Doyle, de 48 a?os, sac¨® su avioneta Piper Cherokee 180 de su hangar y encendi¨® el motor. Contact¨® con la torre de control, despeg¨® y puso rumbo al rancho de la secta. Con ¨¦l volaba el escritor Jon Krakauer, autor de un extenso an¨¢lisis sobre el mormonismo y sus otras sectas. Ambos sobrevolaron el terreno en repetidas ocaSi¨®nes y avistaron a un grupo de hombres reunidos en una explanada. "Nos acercamos y vimos que el grupo ocultaba a alguien en el centro. Jon me dijo que era Warren Jeffs, que all¨ª se iba a construir un templo y que lo estaba consagrando", explica Doyle. "Aqu¨ª, en el condado de Schleicher, Warren Jeffs est¨¢ construyendo los cuarteles generales de su secta", advirti¨® entonces Krakauer a los vecinos de Eldorado.
El diario local Eldorado Success entrevist¨® a Krakauer y comenz¨® a investigar. La familia Mankin edita esta gaceta que se publica cada jueves. Sus historias han sido la principal fuente de informaci¨®n sobre el tema para los habitantes de Eldorado en los ¨²ltimos cuatro a?os. "Sabemos que el templo, s¨®lo el templo, est¨¢ tasado en ocho millones de d¨®lares", explica Cathy Mankin, de 56 a?os. "Jeffs tra¨ªa aqu¨ª a sus elegidos, a los m¨¢s puros. Esta secta es la dictadura de un hombre. Jeffs hace y deshace a su antojo, es la voz de Dios. Y Dios s¨®lo pide una cosa: obediencia ciega a su ley".
A pesar de sus anhelos, Jeffs no ha podido disfrutar de este ambicioso proyecto de perfecci¨®n fundamentalista. El profeta, de 52 a?os, pasa sus d¨ªas en la c¨¢rcel de Kingman, en Arizona, a la espera de su segundo juicio. En septiembre de 2007 ya fue declarado culpable de dos cargos de abuso de menores, por forzar a la ni?a de 14 a?os Elissa Wall a casarse espiritualmente con su primo hermano, Allen Steed, de 19 a?os, y obligarla a mantener relaciones sexuales. El juez James Shumate sentenci¨® a Jeffs a dos condenas consecutivas de entre cinco a?os de c¨¢rcel y cadena perpetua. Como m¨ªnimo, el profeta pasar¨¢ al menos otros nueve a?os en las sombras de su particular calvario.
En julio de 2005, el Estado de Arizona hab¨ªa emitido otra orden de busca y captura en su contra por haber organizado el matrimonio entre tres ni?as y tres hombres mayores de edad. En abril de 2006 lleg¨® la orden de arresto de Utah, gracias a la denuncia de Elissa Wall. Un mes despu¨¦s, el FBI le coloc¨® en la lista de los 10 criminales m¨¢s buscados, en lo m¨¢s alto del elenco internacional de terroristas y narcotraficantes.
A finales de agosto de 2006, el dios de Warren Jeffs le traicion¨®: quiso que unos agentes de tr¨¢fico de Nevada le pararan en una carretera cercana a Las Vegas. El profeta, lejos de su congregaci¨®n, viajaba en un Cadillac rojo, el color de sus demonios. Cuando los agentes abrieron su coche descubrieron 54.000 d¨®lares en billetes, 16 tel¨¦fonos m¨®viles, cuatro radiotransmisores, otros tantos ordenadores port¨¢tiles y tres pelucas. El profeta deb¨ªa atenerse ahora no a las leyes de su dios, sino a las del Estado de Nevada, que le extradit¨® a Utah.
Pas¨® un a?o de priSi¨®n preventiva en una c¨¢rcel de Utah curiosamente llamada El Purgatorio. All¨ª Jeffs intent¨® suicidarse, ahorc¨¢ndose, el 28 de enero de 2007. Renunci¨® a comer o beber durante d¨ªas. Permanec¨ªa de rodillas durante la mayor parte del d¨ªa, rezando en voz baja. Hasta el punto de que tuvo que ser trasladado a la enfermer¨ªa del centro en diversas ocaSi¨®nes con ¨²lceras sangrantes en las rodillas. El 25 de enero, Jeffs hab¨ªa recibido la visita de su hermano Nephi, al que le hab¨ªa dicho: "No soy el profeta. Nunca lo he sido. Me han enga?ado los poderes de Sat¨¢n. Os pido perd¨®n".
John Llewellyn cree que este drama carcelario de Jeffs no es m¨¢s que una patra?a. "Es teatro. A pesar de estar en la c¨¢rcel, tenemos todos los indicios de que Jeffs sigue siendo el profeta de la secta. Ser¨¢ el profeta hasta el d¨ªa de su muerte". Llewellyn sabe mucho sobre pol¨ªgamos porque ¨¦l mismo lo fue hace tiempo, cuando era ayudante del sheriff del condado de Salt Lake, en Utah. Miembro de la secta Apostolado Unitario de Bethren durante unos a?os, acab¨® desencantado de su liderazgo y prefiri¨® dejar su relaci¨®n con Dios "como algo sin intermediarios, sin profetas o sacerdotes". Sobre Eldorado tiene una idea clara: "Este rancho era el gran proyecto de Jeffs, su gran retiro, la comunidad m¨¢s pura de la Iglesia Fundamentalista. Puede que muchas de esas ni?as sean sus propias hijas".
En la lista difundida por el juzgado del condado de Schleicher hay al menos cinco mujeres adultas y 14 menores con el apellido Jeffs. Muchos de los ni?os aseguraron a los agentes de Protecci¨®n de Menores que no sab¨ªan qui¨¦n era su padre. Algunos no sab¨ªan ni cu¨¢l era su propio apellido. Seg¨²n el testimonio de uno de los agentes que entraron en el rancho gracias a la orden de registro firmada por la juez Barbara Walthers, estaban aterrados. Protecci¨®n de Menores habl¨® con algunos de ellos, inspeccion¨® algunas viviendas y decidi¨® que los ni?os deb¨ªan ser llevados a un lugar seguro.
Seg¨²n el acta notarial presentada por esta agencia ante el juzgado del distrito 51 de Tejas el pasado 7 de abril, "hay suficientes indicios para llegar a la concluSi¨®n de que los ni?os han sido v¨ªctimas de abusos sexuales en una o m¨¢s ocaSi¨®nes". Los agentes del Gobierno dijeron sin rodeos que Anhelo de Si¨®n era un lugar en el que "las menores residentes eran forzadas a prever y aceptar actos sexuales con hombres adultos tras haber sido casadas de forma espiritual con ellos". ?se fue el calvario que vivi¨® en sus carnes Sarah Jessop, la adolescente que tuvo la valent¨ªa de marcar el n¨²mero de un centro de acogida de mujeres maltratadas el d¨ªa 29 de marzo.
El centro New Bridge, de la cercana localidad de San Angelo, recibi¨® diversas llamadas en las que una voz susurrante se identificaba como una residente del rancho Anhelo de Si¨®n de 16 a?os, obligada a casarse con un hombre de unos 50 al que identific¨® con nombre, apellido y fecha de nacimiento. Este hombre ten¨ªa otras seis mujeres, tres de ellas en el rancho. "Tuve una hija el a?o pasado. Tiene ocho meses". Depend¨ªa de su marido para todo, era su sombra y su juguete. Cuando el esposo se enfadaba, la "golpeaba y her¨ªa". Le daba pu?etazos en el pecho. En una ocaSi¨®n le rompi¨® "varias costillas". La violaba sin cesar y, de nuevo, estaba embarazada, camino de su segundo hijo antes de los 17.
Volvi¨® a llamar la noche del domingo 30, y coment¨® que estaba utilizando el tel¨¦fono m¨®vil de otra persona. El profeta y sus compa?eras le hab¨ªan advertido de que m¨¢s all¨¢ de Anhelo de Si¨®n s¨®lo hab¨ªa destrucci¨®n, "extra?os que me cortar¨¢n el pelo, que me obligar¨¢n a tener sexo con muchos hombres", dijo. De repente, algo cambi¨®. O se arrepinti¨® de lo que estaba haciendo o alguien la descubri¨®. El caso es que su tono cambi¨® radicalmente. "Soy feliz, estoy bien, no quiero meterme en problemas", dijo. Colg¨® entre l¨¢grimas.
Protecci¨®n de Menores recibi¨® un informe sobre las primeras llamadas el mismo d¨ªa 29 de marzo a las 23.30. Llev¨® una petici¨®n de registro ante la juez Barbara Walther, a cargo del juzgado del condado de Schleicher. Walther es una mujer peque?a, con una pronunciada cojera en el pie derecho y un sentido del humor socarr¨®n. "Soy una juez de campo y quiero saber qui¨¦n es mi vecino", dijo en la primera vista oral celebrada el pasado mi¨¦rcoles. En la tarde del 3 de abril hab¨ªa decidido ya emitir dos ¨®rdenes: una de registro del rancho y otra de detenci¨®n de Dale Barlow, el supuesto abusador de Sarah Jessop. Estas ¨®rdenes acabar¨ªan dando paso a una investigaci¨®n criminal.
Al final result¨® que Barlow se encontraba en Arizona. Jessop, en una de sus llamadas telef¨®nicas, ya hab¨ªa revelado que su marido estaba "en el mundo exterior" y que no sab¨ªa cu¨¢ndo regresar¨ªa. Ten¨ªa otros asuntos pendientes con la justicia. "Las autoridades de Tejas han contactado con ¨¦l y le han dicho que una joven le acusa de violarla. ?l ha dicho que no la conoce de nada", dijo Bill Loader, un agente de superviSi¨®n de la libertad condicional de Arizona. El a?o pasado, Barlow fue condenado a 45 d¨ªas de c¨¢rcel y tres meses de libertad condicional en este Estado por abusar de una menor.
Cuando el registro del rancho acab¨® en la noche del mi¨¦rcoles, los agentes no hab¨ªan encontrado a Sarah Jessop. Y a pesar de que fue su llamada la que tir¨® del hilo de los abusos y el incesto, los agentes de Protecci¨®n de Menores no dieron ni un paso atr¨¢s. Decidieron que hab¨ªa suficientes indicios para demostrar que en el rancho hab¨ªa habido abusos repetidos a menores de edad. "Hemos entrevistado a todos los ni?os, y por las informaciones que tenemos podemos confirmar que hay otras v¨ªctimas que sufrieron abusos", dijo el martes la portavoz de la agencia, Marleigh Meisner. Decidieron sacarlos del rancho urgentemente.
Los 416 ni?os rescatados de estos ritos macabros no conoc¨ªan otra cosa m¨¢s que su rancho. Para ellos, ¨¦se era el ciclo de la vida. Crecer y procrear. Lo dem¨¢s era pecado y miseria. Con l¨¢grimas en los ojos, muchos vieron llegar a los polic¨ªas el jueves, miraron c¨®mo registraban sus viviendas y no daban cr¨¦dito cuando se llevaban a los primeros 18 hermanos en un autob¨²s escolar. Rota la burbuja en la que hab¨ªan vivido desde su nacimiento, todo era nuevo, amenazante.
Desconcertados, descubrieron lo que el profeta les hab¨ªa dicho que era el mundo de Sat¨¢n ante sus ojos. Los primeros 18 menores llegaron a la primera iglesia baptista de Eldorado, y all¨ª es donde Helen Pfluger se encontr¨® con ellos. Esta mujer, de 59 a?os, de familia de granjeros, es voluntaria en su parroquia. El viernes 4 de abril acababa de organizar el banquete del funeral en honor de su vecina Doris Doty, fallecida el mismo d¨ªa en que Sarah Jessop hizo su primera llamada de auxilio.
Hab¨ªa o¨ªdo hablar de estas personas durante a?os. Siempre se hab¨ªa preguntado c¨®mo ser¨ªan los ni?os de la secta. Ahora los ten¨ªa enfrente. "Eran... callados. Callados y obedientes", explica esta mujer dulce y en¨¦rgica, de poca estatura. "Me impact¨® ese aire que ten¨ªan las ni?as, como sacadas de hace dos siglos, vestidas como personajes de La casa de la pradera. Yo quer¨ªa abrazarlas, decirles que todo iba a salir bien. Pero hab¨ªa una barrera inmensa entre nosotros".
Entre el viernes y el domingo llegar¨ªan m¨¢s ni?os y mujeres, hasta 70. Nadie superaba los 19 a?os. Tres menores de edad estaban embarazadas. Helen, excelente cocinera, les prepar¨® desayunos, comidas y cenas con la ayuda de otros voluntarios. "Les encanta el yogur. Comieron huevos, cereales y frutas", explica. Hab¨ªa una larga lista de alimentos que los miembros de la secta ten¨ªan prohibidos. Ni carne curada, ni pan blanco, ni caf¨¦ o t¨¦, ni refrescos, ni chocolate.
Ante un grupo de mujeres que casi nunca hab¨ªa salido del rancho, que pocas veces hab¨ªa visto a un hombre que no fuera de su propia gran familia, Charles Pfluger, de 64 a?os y marido de Helen, decidi¨® mantenerse al margen. Este duro granjero de Tejas, curtido en miles de tardes bajo el sol de las planicies de Eldorado, fumador empedernido, se emociona al recordar a aquellas mujeres. Las l¨¢grimas le asoman a sus ojos claros cuando rememora la mirada penetrante de un ni?o de siete a?os. Hace tiempo, ¨¦l perdi¨® a un hijo, y no entiende c¨®mo un padre puede tratar as¨ª a su propia descendencia.
Sabe que hubo rumores durante mucho tiempo. Pero entiende que el sheriff no pod¨ªa hacer nada hasta que tuviera indicios suficientes para poder comenzar una investigaci¨®n criminal. "La gente viene a Tejas y piensa que somos aquel Estado que se toma la justicia por su mano. El Estado en el que todos tenemos armas y hacemos lo que nos viene en gana", explica Charles. "Pero no. Aqu¨ª respetamos las leyes. Durante mucho tiempo hemos sospechado, pero all¨ª dentro no se pod¨ªa entrar sin una orden judicial. Hasta que se obtuviera, no hab¨ªa nada que nosotros pudi¨¦ramos hacer all¨¢ dentro".
Mientras los ni?os y las mujeres iban saliendo del rancho, en autobuses escolares y de l¨ªnea, los hombres se quedaban dentro. Los agentes comenzaron a interrogarles mientras registraban todas y cada una de las instalaciones, a la b¨²squeda de Sarah Jessops y de material escrito e inform¨¢tico que sirviera como prueba para confirmar los abusos. Hasta que lleg¨® la hora de entrar en el templo. Fue entonces cuando los hombres rodearon esta instalaci¨®n, con los brazos cruzados, impidiendo el paso a la polic¨ªa. A las siete de la tarde del s¨¢bado, los ciudadanos de Eldorado comenzaron a ver llegar las ambulancias. "En ese momento, todos pensamos en Waco y nos temimos lo peor", explica el camionero retirado Charles Conn.
A 379 kil¨®metros de Eldorado, en febrero de 1993, el FBI cerc¨® el rancho de la secta de los davidianos. Intent¨® entrar al recinto por la fuerza, causando la muerte a cinco de los miembros del grupo y perdiendo a cuatro agentes. El asedio dur¨® 51 d¨ªas, y acab¨® con los agentes lanzando bombas de gas al interior de las habitaciones y los fan¨¢ticos incendiando el rancho desde dentro. Ochenta personas fallecieron carbonizadas.
En Eldorado, los agentes intentaban convencer a los varones, tratando de hacer una entrada pac¨ªfica en el templo. Desde lejos, Chuck Jones, de 46 a?os, contemplaba la escena con intranquilidad. Este ciudadano de Eldorado es miembro voluntario del cuerpo de bomberos. "Durante una hora, los hombres se cruzaron de brazos, y gritaban que el templo era un lugar sagrado, dec¨ªan que hab¨ªa una parte del recinto a la que s¨®lo pod¨ªan acceder los hombres m¨¢s venerables. Pero al final dejaron pasar a los agentes, entraron en raz¨®n". En ese momento, los miembros de los equipos de emergencia respiraron tranquilos, viendo disiparse la posibilidad de un enfrentamiento violento.
El suspiro dur¨® poco. Los que entraron en el imponente edificio blanco de la secta de Si¨®n descubrieron en su interior una cama deshecha, con las s¨¢banas revueltas y cabellos de mujer enredados entre sus hilos, seg¨²n la investigaci¨®n de la polic¨ªa estatal. Un confidente an¨®nimo revel¨® a los agentes que los ancianos de la secta casaban a las ni?as en el templo y luego las forzaban a entregar su virginidad al marido inmediatamente, sin esperar un segundo.
Desde el lunes pasado, los ni?os han estado conviviendo con unas 130 mujeres adultas de la secta en el museo hist¨®rico de Fuerte Concho, en la localidad de San Angelo, a 70 kil¨®metros de Eldorado. Han permanecido pr¨¢cticamente encerrados en las casetas que se crearon en 1867 para que el ej¨¦rcito de Estados Unidos protegiera la frontera del pa¨ªs, poco despu¨¦s de la guerra civil. Para ellos, el ciclo de la vida est¨¢ roto. Ahora ya no todo es crecer y procrear. Los agentes les preguntan. Les hacen ver que cosas que hasta ayer estaban bien hoy se consideran un crimen. Hablan de pistas, abusos y juicios. Les crean dudas y remordimientos.
El martes, un grupo de nueve ni?os sali¨® por fin a dar un paseo por el patio del fuerte. Distra¨ªdamente, se acercaron a la reja que les separaba de la vor¨¢gine de c¨¢maras y periodistas llegados de todos los rincones del mundo. "?Se os trata bien? ?Sois felices?", les grit¨® uno de los reporteros. Uno de ellos, de cabello rubio y vestido con camisa oscura, se gir¨® y sacudi¨® la cabeza. "No", susurr¨®, antes de que un agente de polic¨ªa se lo llevara de nuevo a los barracones.
El camino al cielo pasa por la poligamia
LA IGLESIA FUNDAMENTALISTA de Jesucristo de los Santos de los ?ltimos D¨ªas es una escisi¨®n de la Iglesia mormona. En 1890, este culto renunci¨® oficialmente a la poligamia. Ocho a?os antes, el Congreso de EE UU hab¨ªa aprobado una ley por la que se autorizaba la incautaci¨®n de bienes pertenecientes a familias mormonas y que adem¨¢s permit¨ªa el encarcelamiento de los seguidores de esta religi¨®n "por cohabitaci¨®n il¨ªcita". A punto de perder todas sus posesiones, los l¨ªderes de esta Iglesia decidieron renunciar a los matrimonios con m¨¢s de una mujer y, en recompensa, recibieron libertad total para ocupar el Estado de Utah, creado casi exclusivamente para que los seguidores de esta fe se acomodaran all¨ª.Sin embargo, un grupo de radicales sigui¨® practicando la poligamia en el ¨¢rea de Short Creek, en la frontera de Utah con Arizona. Uno de los l¨ªderes de esta comunidad, John Barlow, con cuatro esposas en su haber, dijo haber recibido un mensaje de Dios y decidi¨® proclamar que, para mantener la esencia de la fe mormona, hab¨ªa que preservar la santidad del matrimonio m¨²ltiple. A Barlow se le unieron otros fundamentalistas que consideraban que el camino al cielo pasaba por la poligamia y que el mormonismo deb¨ªa someterse a una refundaci¨®n. As¨ª naci¨® la reforma fundamentalista de esta fe, que dio paso a una serie de grupos pol¨ªgamos que hoy se reparten principalmente entre los Estados de Utah, Arizona, Tejas, Nevada, Wyoming, Montana y Dakota del Sur. La Iglesia mormona no los reconoce como leg¨ªtimos.Barlow cre¨® la saga de los fundamentalistas, pas¨¢ndole la antorcha a Joseph White Musser. Como el actual l¨ªder de la secta, Musser ya se enfrent¨® en 1953 a un registro masivo por parte de la polic¨ªa. Los agentes del Estado de Arizona entraron en Short Creek el 26 de julio de 1953 armados hasta los dientes. Detuvieron a 39 hombres y 86 mujeres, y tomaron la tutela temporal de 263 ni?os. "Se ha limpiado el nido de pol¨ªgamos", dec¨ªa uno de los peri¨®dicos de Utah al d¨ªa siguiente.El problema, sin embargo, acababa de empezar. Un conflicto que recuerdan algunos ciudadanos de Tejas estos d¨ªas. Entonces, el Estado de Arizona retuvo la custodia de 150 ni?os durante dos a?os, para luego devolver a la mayor¨ªa a la tutela de sus padres. Durante aquellos 48 meses, los menores pasaron un infierno de juicios, papeleos y visitas cronometradas con sus progenitores. -
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