Zarzuela pura
La zarzuela no tiene p¨²blico, los mel¨®namos prefieren la opereta parisina, la vienesa o el musical de Broadway. Son las modas y tambi¨¦n los prejuicios, que los hay y por algo ser¨¢. Sin embargo bien bonitas que les son algunas romanzas y bien t¨ªpicas y paveras. Adem¨¢s, la zarzuela est¨¢ viva, los analistas pol¨ªticos deber¨ªan estudiar La Revoltosa o La verbena de la Paloma para entender los ires y venires del ala derecha del patio madrile?o. Ver¨ªan en el PP el dilema de Don Hilari¨®n: "Entre una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrid". Ya lo dice Francisco, el sereno, que naturalmente es gallego: "?Buena est¨¢ la pul¨ªtica!"
La principal fuente de nuestros prejuicios hacia la zarzuela no es tanto su rancio, que lo tiene, pues con humor se tolera su regusto, cuanto su reaccionarismo total. Y buena parte de ese reaccionarismo viene del chovinismo madrile?o, infundado y despreocupado. En muchas zarzuelas est¨¢ esa chuler¨ªa y chufa hacia quienes van a la corte desde ese espacio m¨ªtico e ideal que all¨ª llaman "provincias". Pues el mismito chovinismo zarzuelero se pasea hoy coleando por los corrillos de periodistas y pol¨ªticos de Madrid. ?C¨®mo es posible? Por ese car¨¢cter cerrado, ombliguista y provinciano que es el horizonte madrile?o. Un fen¨®meno urbano muy curioso: una gran ciudad plantada en medio de un vac¨ªo y lejos de las otras urbes, pero que guarda todo el poder del Estado. En esa ¨ªnsula es posible todav¨ªa que piensen y hablen de "Madrid y provincias". Hay quienes emigran a Madrid desde otra ciudad o pueblo y asumen esa visi¨®n insular; esos son, efectivamente, provincianos. Hace unos d¨ªas Mariano Rajoy, que naci¨® en Santiago, se cri¨® en Le¨®n y Pontevedra y emigr¨® a Madrid, ley¨® all¨ª un discurso con lo de "Madrid y provincias". Como si no hubiese una Constituci¨®n que fund¨® a Espa?a como estado de nacionalidades y regiones, como si no hubiese autonom¨ªas, como si Franco no hubiese muerto. Como si no hubiese pasado el tiempo, como si no hubiese champ¨²s para la caspa y desodorantes para lo rancio. Ya lo dec¨ªa don Hilari¨®n: "Antes yo me re¨ªa de todo, y ya no me r¨ªo".
El chovinismo zarzuelero se pasea coleando por los corrillos de periodistas y pol¨ªticos de Madrid
En ese Madrid provinciano y cutre del centralismo castizo persisten hoy interesadamente los estereotipos, como el del gallego. As¨ª explican las actuaciones de Rajoy por las supuestas caracter¨ªsticas antropol¨®gicas de los gallegos, que si desconfiado, astuto, ambiguo, indeciso, que no se le comprende... Por ser gallego. La ignorancia y los prejuicios que exhiben los que viven de clamar contra "los nacionalismos tribales", etc, es de tama?o mundial, y su descaro les permite llamar a los catalanes "peseteros" o a los gallegos "taimados". Con esa chuler¨ªa ignorante llaman Pepi?o al secretario del partido fundado por otro gallego llamado Pablo Iglesias. Pero no lo hacen porque le tengan cari?o, sino para reducir su valor, reducirlo a "un gallegui?o". Es probable que a Rajoy, por mucho que cumpla el rito de ir a los toros a fumar puro, le llamen tambi¨¦n Mariani?o, es probable. En cambio no dir¨¢n Chemari a Aznar o Esperanzica a Aguirre. La xenofobia es algo natural para esa gente, sueltan las mayores animaladas con una risotada y un eructo con el puro en la mano. El fascismo espa?ol siempre fue chulo y picar¨®n.
Galicia lo tiene dif¨ªcil en ese Madrid, que es el due?o de las aduanas de Espa?a. Cuando uno dice o escribe algo as¨ª, siempre hay alguien que vive all¨ª y te dice que no hay que tomarlo a pecho, todo es de broma, que "los perif¨¦ricos" siempre la tomamos con Madrid. Pero yo estoy seguro de que Madrid no es as¨ª, seguro. S¨¦ bien que ¨¦se es un ambiente concreto, impregnado de nacionalismo paleto y derechista, aunque desde luego vemos muy dominante (son abrumadores los votos para Esperanza Aguirre a los que se le suman los de Rosa D¨ªez y alguna otra sigla del "Espa?a se rompe"), s¨¦ que hay tambi¨¦n bastante gente que no piensa as¨ª. Falta que se note m¨¢s. De hecho, les he o¨ªdo coincidir con este punto de vista a algunas personas en privado y es posible que alg¨²n d¨ªa se lo oiga en p¨²blico e incluso se lo lea escrito en prensa.
Pero, mientras, hay que asumir que tenemos una imagen, presencia pol¨ªtica, institucional, econ¨®mica, cultural, muy d¨¦bil y a nuestra debilidad se le suma el obst¨¢culo de la ideolog¨ªa y los intereses del nacionalismo casticista espa?ol. Nuestro mundo auton¨®mico, de consumo interno, nos lo oculta. No pintamos ni en Madrid ni en otro lado y Madrid, se quiera o no, es puerta a esos otros lados. Es lo que hay.
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