Diego Catal¨¢n, fil¨®logo y hombre de bien
Dialect¨®logo hijo de cient¨ªficos, continu¨® desarrollando la gran obra de su abuelo Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal
La madrugada del 9 de abril falleci¨® en Madrid Diego Catal¨¢n Men¨¦ndez Pidal, fil¨®logo, dialect¨®logo, folclorista y catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Hisp¨¢nica. Hab¨ªa nacido en Madrid el 16 de septiembre de 1928, hijo de Miguel Antonio Catal¨¢n, distinguido cient¨ªfico especialista en espectroscopia, y Jimena Men¨¦ndez Pidal, hija del gran maestro de las letras hispanas y recordada por muchos como la fundadora del Colegio Estudio, que se esforz¨® por recuperar y mantener, en una Espa?a muy diferente, lo que hab¨ªa sido el Instituto-Escuela. En ese complejo proceso inici¨¢tico que es abrirse a la vida, de adquirir h¨¢bitos tempranos que luego configuran un car¨¢cter, Diego Catal¨¢n tuvo una inmensa fortuna, la de encontrarse en el centro de un inmejorable escenario, el de la Junta para Ampliaci¨®n de Estudios y sedes de aquella ejemplar instituci¨®n como fueron el Centro de Estudios Hist¨®ricos y la Residencia de Estudiantes. Vivi¨®, con sus padres y abuelos (y en este punto es necesario recordar no s¨®lo al gran don Ram¨®n, sino tambi¨¦n a la inteligente y esforzada Mar¨ªa Goyri), en el gran caser¨®n de la antigua Cuesta del Zarzal, 23, hoy calle de Men¨¦ndez Pidal. Hoy, esa casa es la sede de la Fundaci¨®n Men¨¦ndez Pidal, creada gracias a la iniciativa y los esfuerzos de Diego Catal¨¢n. En ella se encuentran depositados tesoros filol¨®gicos, no el menor la correspondencia y papeles de don Ram¨®n, que leg¨® a su nieto, el mejor disc¨ªpulo y continuador de su obra. No est¨¢ de m¨¢s recordar en esta triste hora lo mucho que pen¨®, trabaj¨® y sufri¨®, especialmente durante los ¨²ltimos a?os, Diego por mantener esa Fundaci¨®n.
Realiz¨® profundos trabajos referentes a la Historia de la Lengua
Diego Catal¨¢n lo ten¨ªa todo para brillar: se hab¨ªa formado desde muy joven en la mejor escuela de filolog¨ªa -la que hab¨ªa fundado su abuelo- y continu¨® su aprendizaje dejando por un tiempo la comodidad que le daba su c¨¢tedra espa?ola, para contrastar sus saberes con los de los mejores ling¨¹istas de Estados Unidos, en un momento en que, tras la Guerra Civil, nuestro pa¨ªs estaba muy encogido en lo cient¨ªfico. Percibi¨® como nadie lo que hab¨ªan entendido bien los institucionistas: que un investigador no pod¨ªa fiarlo todo a la seguridad que da el corto horizonte del terru?o. Este hombre libre, independiente, decidido a no dejarse llevar por la inercia y la desidia y obsesionado por la perfecci¨®n en el trabajo, vivi¨® alejado de los focos de lo mundano, a pesar de tener todos los medios para aparecer en el candelero de tantos barcos en que hubiera podido embarcarse a lo largo de su vida. En sus ¨²ltimos a?os viv¨ªa en la provincia de Segovia, en medio del campo, el lugar que m¨¢s quer¨ªa y que aprendi¨® a amar de ni?o, en la casa de San Rafael de su abuelo donde, por cierto, le sorprendi¨® la Guerra Civil, que pas¨® con sus padres, sufriendo no peque?as penalidades y riesgos en la ciudad de Segovia. En aquellos tiempos ser un familiar de Men¨¦ndez Pidal no era un buen salvoconducto. Se movi¨®, en cambio, con seguridad y placer por el ancho mundo de la investigaci¨®n filol¨®gica en la que ha sido un referente para los hispanistas.
Aparte de su propia obra, o mejor, enquistada en ella, es preciso hacer hincapi¨¦ en que continu¨® desarrollando la obra de Men¨¦ndez Pidal por medio de largos y profundos trabajos referentes a la Historia de la lengua, a ese patrimonio de la humanidad que es nuestro romancero, a nuestras cr¨®nicas y textos medievales. Se movi¨® por estos campos de la filolog¨ªa hisp¨¢nica con el refinamiento metodol¨®gico de quien supo desde el principio que el cultivo de la filolog¨ªa no pod¨ªa dar la espalda a la ling¨¹¨ªstica te¨®rica. Ello le llev¨® a mostrar, a trav¨¦s de sus trabajos sobre el asturiano, hasta d¨®nde se puede llegar en la investigaci¨®n dialectal si se a¨²na el esfuerzo con el refinamiento metodol¨®gico. Eso mismo ocurre con sus aportaciones a la fon¨¦tica hist¨®rica o con la aplicaci¨®n que hizo de los datos cartogr¨¢ficos a la interpretaci¨®n del pasado de una lengua. Es gracias a ¨¦l que la Historia de la lengua espa?ola en la que tantos a?os trabaj¨® su abuelo no se ha perdido en alg¨²n caj¨®n de la historia. En 2005, en efecto, culmin¨® una labor de reconstrucci¨®n de d¨¦cadas presentando dos cuidados tomos que ya forman parte de lo mejor de nuestra heredad cultural. No queremos olvidar tampoco los dos vol¨²menes de El archivo del romancero, patrimonio de la humanidad, indispensable para comprender la obra de Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal.
Basten estas leves y apresuradas pistas para mostrar la importancia de una obra cuyas dimensiones no pueden medirse por las habituales de los mejores curr¨ªculos, sino por las de las biograf¨ªas cient¨ªficas, las de quienes, como Diego Catal¨¢n, tienen reservado un lugar en la historia de la ciencia. Los autores de estas l¨ªneas, que tuvieron el privilegio de conocerlo, pueden dar fe de la dignidad e independencia -que algunos confundieron, muy err¨®neamente con tosquedad o con un car¨¢cter dif¨ªcil- con las que recorri¨® ese alambicado camino que es la vida.
Jos¨¦ Antonio Pascual y Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron son acad¨¦micos de la RAE.
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