Rebeldes sin causa
Hab¨ªa delirantes consignas mao¨ªstas y estampas de Che Guevara, pero no era un movimiento bolchevique para instaurar en Par¨ªs o en California una dictadura del proletariado, aunque algunos apacig¨¹en su nostalgia record¨¢ndolo as¨ª. Tampoco fue una revuelta cultural y moral contra las costumbres; algunas de aquellas costumbres -como la segregaci¨®n racial, la discriminaci¨®n femenina, la humillaci¨®n laboral o la marginaci¨®n de las minor¨ªas- no ten¨ªan nada de morales, y no ser¨ªa plausible decir que 10.000 trabajadores hicieron huelga porque eran feministas, ecologistas o simpatizantes del Gay Liberation Front. Y, desde luego, no fue una juerga de los hijos malcriados del Estado-Providencia ebrios de bienestar y a quienes algunos profesores irresponsables dieron vacaciones anticipadas, causando a medio plazo la desaparici¨®n de la abnegada "cultura del esfuerzo" que hab¨ªa hecho grandes a sus naciones. Es igualmente equ¨ªvoca la idea de que la izquierda actual es la heredera universal del 68. Primero, porque hay cosas que proceden del 68 y que nadie desea heredar (como las bandas terroristas urbanas); segundo, porque la nueva derecha es mucho m¨¢s sesentayochista de lo que confiesa: lo es en su animadversi¨®n a la disciplina jur¨ªdica y a la regulaci¨®n estatal, en su culto a la identidad o en la sustituci¨®n de la discusi¨®n pol¨ªtica por los valores morales; y, finalmente, porque si alguien hubiese hablado entonces del matrimonio homosexual, de las cuotas de g¨¦nero o de la conciliaci¨®n laboral-familiar -cuando se preve¨ªa la abolici¨®n concertada de la pareja, de los g¨¦neros, del trabajo y de la familia-, le habr¨ªan perseguido a gorrazos como al reaccionario m¨¢s recalcitrante (mientras que se habr¨ªa mirado con m¨¢s simpat¨ªa la propuesta de introducir fantas¨ªas po¨¦ticas como el dise?o inteligente en la clase de ciencias).
Puestos a recurrir a los intelectuales que estaban en la refriega, acertaron quienes se?alaron que se trataba de una revoluci¨®n del deseo, aunque no exactamente en el sentido que ellos teorizaban. As¨ª como las decimon¨®nicas sociedades de producci¨®n se erigieron sobre la previa conversi¨®n de toda actividad en trabajo abstracto e indiferenciado, contable en tiempo y en dinero, las vigentes sociedades de consumo s¨®lo fueron posibles gracias a la reducci¨®n de todo apetito a un deseo de consumir igualmente descualificado y neutro que, por su propia falta de objeto, exige insaciablemente ser llenado por un flujo de objetos igualmente vac¨ªos e indeterminados; y as¨ª como se necesit¨® toda una pedagog¨ªa del trabajo para convertir a las personas en obreros, tambi¨¦n fue precisa una formidable educaci¨®n del deseo para hacer de los individuos mano de obra consumidora. Igual que los primeros obreros se resistieron a la disciplina laboral en los inicios de la sociedad industrial, Mayo del 68 fue una rebeli¨®n desordenada contra esa nueva pedagog¨ªa del deseo, y por eso surgi¨® en plena instalaci¨®n de la sociedad de consumo. No se luchaba contra el Estado social, sino que fue esa estructura pol¨ªtica la que permiti¨® atisbar como entre la niebla la posibilidad de una vida no entregada a la Causa aparentemente indiscutible de la formaci¨®n de consumidores pasivos; el Estado del bienestar, por un momento, hizo percibir como un malestar insoportable tanto la mano de hierro sovi¨¦tica en el Este como los rel¨¢mpagos de fuego del ej¨¦rcito estadounidense en Vietnam. Y es la erosi¨®n de ese proyecto pol¨ªtico lo que ha socializado aquel malestar y ha convertido al 68 en un fantasma. -
Jos¨¦ Luis Pardo (Madrid, 1954) es autor de Esto no es m¨²sica. Introducci¨®n al malestar en la cultura de masas (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores).
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