Gitanes para Gainsbourg
La casa de la Rue de Verneuil es un mausoleo popular. Los cigarrillos en el jard¨ªn y las pintadas en el muro atestiguan que los fans siguen llegando y el culto no deja de crecer. Su hija Charlotte quiere convertirla en museo
En los primeros noventa, cada vez que iba a Par¨ªs, pasaba por la casa de Gainsbourg, el 5 bis de la Rue de Verneuil, para echar un paquete de Gauloises (cortos, sin filtro, como a ¨¦l le gustaban) a trav¨¦s de la verja. Su refugio, un hotelito de dos plantas que suman 130 metros cuadrados, estaba y est¨¢ en el coraz¨®n de Saint-Germain, muy cerca del Mus¨¦e d'Orsay, rodeado por un peque?o jard¨ªn que da a la parte trasera del cabaret Don Camilo. Michel Piccoli viv¨ªa en la misma calle, unos pocos n¨²meros m¨¢s all¨¢. El ¨²ltimo monstruo sagrado de la m¨²sica francesa hizo construir la casa en 1967, sobre unas antiguas caballerizas. Era un regalo para Brigitte Bardot, su gran amor imposible, pero B. B. nunca lleg¨® a poner all¨ª los pies. Gunther Sachs, su marido de entonces, mont¨® en c¨®lera cuando el tipo m¨¢s feo de Par¨ªs y la rubia m¨¢s deseada despu¨¦s de Marilyn se la pegaron y luego grabaron juntos la primera versi¨®n de Je t'aime, moi non plus. Sachs prohibi¨® la distribuci¨®n del disco, B. B. escap¨® a Almer¨ªa para rodar Shalako con Sean Connery, y Gainsbourg se encerr¨® en la Casa Negra, como la llamaba la exquisita y cotizad¨ªsima Andr¨¦e Higgins, que la decor¨® siguiendo las obsesivas indicaciones de su propietario. "Paredes negras, techo negro, puertas negras, con marcos dorados. Suelos de m¨¢rmol negro y una enorme chimenea negra en medio del sal¨®n negro, presidido por un sof¨¢ negro y un negro piano Steinway de media cola", cuenta Sylvie Simmons en Serge Gainsbourg: la biograf¨ªa, reci¨¦n publicada en Espa?a por Reservoir Books. "Abr¨ªa la puerta un ayuda de c¨¢mara llamado Mamadou, negro y uniformado de negro. El lugar, con las ventanas cegadas para rehuir la luz del d¨ªa, parec¨ªa la residencia de un vampiro que s¨®lo pudiera vivir y crear en una noche perpetua".
Yo era uno de los tant¨ªsimos que arrojaban, al pasar, un paquete de tabaco a trav¨¦s de la verja
El muro empez¨® a cubrirse de pintadas cuando Gainsbourg todav¨ªa estaba vivo. Todas eran ya declaraciones de amor
Sin embargo, al a?o siguiente se instal¨® all¨ª Jane Birkin, su nuevo amor, y vivieron juntos durante diez a?os, con sus dos hijas, Kate, nacida de su relaci¨®n con el compositor John Barry, y la peque?a Charlotte. Cuando Jane le dej¨®, entr¨® en la Casa Negra la nueva amante de Gainsbourg, Caroline von Paulus, alias Bambou, una modelo de veinte a?os que le dar¨ªa un ¨²ltimo hijo, Lulu. A finales de los ochenta volvi¨® a quedarse solo, esta vez por decisi¨®n propia. Estaba devastado por el alcohol y el tabaco, pero segu¨ªa trabajando como un pose¨ªdo, componiendo y grabando canciones, produciendo las de otros y, sobre todo, las de otras: Catherine Deneuve, Vanessa Paradis. Y, siempre, Jane. El 1 de marzo de 1991 le encontraron muerto en la cama, de un paro cardiaco. Le quedaba un mes para cumplir 63 a?os. Cuando muri¨® Montand, una muchedumbre se congreg¨®, sin mediar consignas, bajo las ventanas de su torre¨®n de la Place Dauphine. Mientras le enterraban en el P¨¨re Lachaise, una mujer cogi¨® de pronto una hoja y la dej¨® caer sobre el f¨¦retro, que pronto estuvo cubierto de hojas muertas. Tambi¨¦n sin consignas, los fans de Gainsbourg convirtieron el jard¨ªn y el muro de la casa de la Rue de Verneuil en un mausoleo popular a su memoria. Las ofrendas comenzaron en el cementerio de Montparnasse, ya no cab¨ªan m¨¢s botellas de Pernod y m¨¢s cigarrillos sobre su tumba, as¨ª que siguieron en el jard¨ªn. Yo era, pues, uno de los tant¨ªsimos que arrojaban, al pasar, un paquete de tabaco a trav¨¦s de la verja. Al a?o de su muerte todav¨ªa estaba en un rinc¨®n, bajo una enredadera, la escultura L'Homme ¨¤ la t¨ºte de chou, de Claude Lalanne, en bronce azulado por el ¨®xido, inspirada en uno de sus mejores discos. Desapareci¨® poco m¨¢s tarde, para ser sustituida por los cien, doscientos, quiz¨¢s mil paquetes de Gauloises hechos un amasijo blanquiazul por la lluvia, el equivalente franc¨¦s de ese perpetuo Vuelta Abajo que humea entre los dedos de Gardel, en la Chacarita.
El muro empez¨® a cubrirse de pintadas cuando Gainsbourg todav¨ªa estaba vivo. Se colaba alg¨²n insulto antisemita, que Fulbert, su nuevo mayordomo, se encargaba de borrar. En mi primera visita, en el verano de 1991, todas eran ya declaraciones de amor, intraducibles juegos de palabras a su manera, apresurados retratos del artista. Anot¨¦ entonces: "Las que m¨¢s abundan son Salut Serge y Serge je t'aime. Hay variantes, como Mon salaud (mi cabr¨®n). Agradecimientos por conciertos memorables: Merci pour le Casino, merci pour le Z¨¨nith. Frases que juegan con t¨ªtulos de sus canciones: J'suis venue te dire que te j'aimais, J'suis venu te dire qu'un jour j'te retrouverai. Junto a la entrada alguien ha escrito: J'esp¨¨re qu'au paradis ils t'auront laiss¨¦ un tabac ouvert. Otro se ha entretenido en calificar apasionadamente sus grandes ¨¦xitos: Le Poin?oneur des Lilas: SUBLIME. La Javanaise: INCROYABLE. Aux armes et cetera: MEURTRIER. Con la tinta todav¨ªa fresca, unos versos de Verlaine: Les sanglots longues... Y muchos mensajes de apoyo a su hija: Courage, Charlotte o Charlotte, soit fi¨¨re de lui".
Desde aquel verano, los vecinos hicieron repintar el muro varias veces, pero fue in¨²til: a los pocos d¨ªas volv¨ªa a estar lleno. Los fans siguen llegando, porque el culto no deja de crecer. Vienen de cualquier rinc¨®n de Francia, pero tambi¨¦n de Londres, de Nueva York, de Tokio. Y Charlotte Gainsbourg sigue empe?ada en convertir la casa en un museo a su memoria. Seg¨²n Sylvie Simmons, "all¨ª cada objeto ten¨ªa un lugar fijo y preciso. Nadie pod¨ªa moverlos. Car¨¢tulas originales de sus discos, fotos y m¨¢s fotos, colecciones de placas policiales y de municiones. Dibujos de Paul Klee, de Dal¨ª. Antig¨¹edades orientales. El manuscrito original de La Marsellesa, de Rouget de Lisle. El busto de un hombre despellejado, procedente de una clase de anatom¨ªa forense". Charlotte lleva quince a?os paseando el proyecto. Primero con Jack Lang, luego con Jacques Toubon. En septiembre de 2006, Bertrand Delano¨¦, alcalde de Par¨ªs, y Renaud Donnedieu de Vabres, ministro de Cultura, acordaron calificar la casa de Gainsbourg como monumento hist¨®rico y encargar la direcci¨®n del museo a Jean Nouvel. No es un plan sencillo. Los visitantes s¨®lo podr¨ªan entrar de cinco en cinco, dada la peque?ez del lugar, y se temen expolios. Ha pasado m¨¢s de un a?o y, que yo sepa, no hay novedades. On verra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.