El PCE despide a Rosario Dinamitera
Un centenar de militantes comunistas acuden al entierro de S¨¢nchez Mora, la miliciana que inspir¨® durante la Guerra Civil un poema de Miguel Hern¨¢ndez
S¨®lo cuando Rosario estuvo enterrada, cubierta por flores rojas, la bandera republicana y los ¨²ltimos besos de los suyos, comenz¨® a llover sobre el cementerio civil de Madrid. Eran cerca de las cuatro de la tarde de ayer y el PCE acababa de devolver a la tierra a una de sus m¨¢s queridas milicianas: Rosario S¨¢nchez Mora, rebautizada Rosario Dinamitera por el c¨¦lebre poema de Miguel Hern¨¢ndez. El lunes habr¨ªa cumplido 89 a?os.
Desde los 17 acariciaba con una sola mano, la izquierda, y con el mu?¨®n de la derecha, que vol¨® al estallarle una granada rudimentaria en el frente de Madrid. Nacida en Villarejo de Salvan¨¦s en 1919, se hab¨ªa alistado en el bando republicano nada m¨¢s empezar la Guerra Civil, con fervor adolescente. Su mano entregada a la causa la convirti¨® en icono de los perdedores.
"Era muy cari?osa y dulce, pero peleona, ?eh? Hasta el ¨²ltimo d¨ªa tuvo en la boca sus ideas comunistas. Incluso en el hospital, cuando hablaba con las enfermeras de sus problemas", recordaba el pasado jueves la mayor de sus dos hijas, Elena, nacida, en plena contienda, de la pasi¨®n entre Rosario y otro miliciano que la guerra arranc¨® de su lado pocos meses despu¨¦s de casados.
J¨®venes y veteranos
Elena y su hermana peque?a, Charo -hijas de padres distintos pero las dos espejo de su madre-, acompa?aron ayer el f¨¦retro con el cuerpo de Rosario hasta su tumba en un rinc¨®n del cementerio civil, el mismo en el que reposan los restos de Dolores Ibarruri, Pasionaria, y del fundador del PSOE, Pablo Iglesias. Al sepelio acudieron, junto a la familia de la miliciana, el secretario general del PCE, Francisco Frutos, y el coordinador general de IU, Gaspar Llamazares -que permanecieron separados toda la ceremonia-; as¨ª como un centenar de cargos y militantes comunistas (j¨®venes y veteranos), dirigentes de IU como la portavoz en la Asamblea In¨¦s Saban¨¦s y los escritores Almudena Grandes y Luis Garc¨ªa Montero.
Hubo aplausos, abrazos. Y, antes de que los operarios de la funeraria hicieran descender el ata¨²d, sonaron los versos de Hern¨¢ndez, los mismos que Rosario, sabi¨¦ndolos suyos y de la historia, recitaba de memoria a quien se lo ped¨ªa. Luego alguien grit¨® "?Viva la Rep¨²blica!" y todos cantaron La Internacional pu?o en alto.
"Con la vida que tuvo y casi ha llegado a los 90", comentaba una mujer de pelo cano. Con la vida que tuvo: sobrevivi¨® a las trincheras donde los espa?oles mataron y murieron, a los tres a?os de c¨¢rcel, a la primera posguerra vendiendo tabaco de contrabando en la plaza de la Cibeles... "La m¨ªa ha sido una vida dura y valiente, porque si no le hubiera echado agallas no s¨¦ qu¨¦ habr¨ªa sido de m¨ª", reflexionaba hace un par de a?os con motivo de la publicaci¨®n de un libro sobre ella.
Los amigos se fueron del cementerio bajo la lluvia. La miliciana quedaba en la tumba a¨²n abierta, donde s¨®lo est¨¢ escrito, sin atributos, el nombre que la guerra le cambi¨®, aqu¨¦l con el que vino y abandona un mundo agitado: Rosario S¨¢nchez Mora.
Miguel Hern¨¢ndez y la rosa enfurecida
Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que hab¨ªa en su coraz¨®n
una desesperaci¨®n,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosi¨®n.
Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario,
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario.
Buitrago ha sido testigo
de la condici¨®n de rayo
de las haza?as que callo
y de la mano que digo.
?Bien conoci¨® el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prend¨® la dinamita
y la convirti¨® en estrella!
Rosario, dinamitera,
puedes ser var¨®n y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.
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