Las miradas de Juan Gelman
Poeta, periodista, luchador por la libertad y v¨ªctima de la dictadura, el escritor argentino recibe este mi¨¦rcoles el Premio Cervantes. Su poes¨ªa es un lenguaje calcinado, el hueco que dejan los sue?os rotos.
El poeta que este mi¨¦rcoles, 23 de abril, recibir¨¢ el Premio Miguel de Cervantes, piensa y siente que la poes¨ªa es un lenguaje calcinado. Tiene razones para ello, muchas historias vividas, contadas y calladas. M¨¢s que por una certeza intelectual, opina as¨ª por una experiencia honda de las palabras y las realidades, por un di¨¢logo tan elegante como descarnado con los extremos de la verdad. Los ojos de Juan Gelman son una s¨ªntesis, una asamblea de tensiones internas, un modo de reagrupar horas que pertenecen al pasado y relojes que dan noticias del presente. En cada reloj hay escondido un peri¨®dico y un libro de memorias. Nadie puede decir con exactitud si los segundos vuelan hacia el pasado o hacia el futuro. Eso s¨®lo lo saben los ojos de un poeta como Juan Gelman, que es a la vez un hombre dif¨ªcil y un caballero, un escritor cargado de palabras y de silencios.
Naci¨® del matrimonio entre la hija de un rabino y un obrero revolucionario
Siempre progresista, Gelman sufri¨® el asesinato de su hijo y su nuera y el secuestro de su nieta
Naci¨® en 1930, en el barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires. A?os despu¨¦s declar¨® que naci¨® all¨ª porque en un momento tan delicado quiso acompa?ar a su madre, Paulina Burichson, la hija de un rabino con olor a santidad. Gelman siempre mantuvo que conviene acompa?ar a una mujer querida en los momentos m¨¢s delicados. Por cortes¨ªa, aprendi¨® a ver el mundo en el v¨¦rtigo de los vac¨ªos, las nostalgias, las ilusiones y las identidades. Desde muy ni?o supo que la realidad es un asunto de pasaportes falsos. Su padre, un obrero ucraniano, necesit¨® dos exilios para instalarse definitivamente en el Buenos Aires de 1928, una ciudad que se llen¨® de perseguidos por las polic¨ªas pol¨ªticas y por las pobrezas del mundo. Debido a sus ideas socialistas, Jos¨¦ Gelman huy¨® de las c¨¢rceles zaristas despu¨¦s de haber participado en la revoluci¨®n de 1905. Tambi¨¦n tendr¨ªa que huir de la Rusia sovi¨¦tica, y de una mezcla siempre peligrosa de ilusiones puras y campos de concentraci¨®n.
As¨ª que Juan Gelman naci¨® del matrimonio entre la hija de un rabino y un obrero revolucionario que nunca se sinti¨® trotskista y sin embargo, cuando Le¨®n Trotsky fue expulsado del Partido Comunista y desterrado a la frontera de Manchuria, pens¨® que era mejor buscar otro lugar en el mundo. La pol¨ªtica est¨¢ mezclada con los recuerdos m¨¢s puros de Juan Gelman. El primer verso comprometido que ley¨® en su vida fue "Ir¨²n, no pasar¨¢n", una pintada en una pared de su infancia. Buenos Aires, que vivi¨® la guerra civil espa?ola como un asunto propio, no tard¨® en llenarse de exiliados republicanos, vivo ejemplo de las tensiones que suelen establecerse entre la poes¨ªa y la realidad. Por eso Gelman utiliz¨® siempre la imaginaci¨®n para ser realista y para evitar los amarillos de las consignas.
Public¨® su primer libro, Viol¨ªn y otras cuestiones, en 1956, con pr¨®logo del poeta Ra¨²l Gonz¨¢lez Tu?¨®n. El maestro argentino lo hab¨ªa descubierto un a?o antes, cuando participaba en una lectura de poemas en el teatro La M¨¢scara, junto a otros compa?eros del grupo El Pan Duro. Al o¨ªr el poema El caballo de la calesita, Gonz¨¢lez Tu?¨®n tard¨® poco en adivinar que en las palabras de aquel joven palpitaba "un lirismo rico y vivaz, y un contenido principalmente social bien entendido, que no elude el lujo de la fantas¨ªa". La ciudad, la vida cotidiana, las palabras de la gente y C¨¦sar Vallejo sostuvieron sus libros iniciales, escritos adem¨¢s bajo la intuici¨®n de que en el dolor del tango hay algo m¨¢s que la ret¨®rica de un hombre dolorido por el abandono de una mujer. La sospecha de otro vac¨ªo m¨¢s profundo, el vac¨ªo de una identidad que nos deja a solas con nuestras responsabilidades, hizo que volviese el tango del rev¨¦s y publicara un libro de t¨ªtulo Got¨¢n (1962).
Esa puesta en duda de las identidades individuales f¨¢ciles y de las caracter¨ªsticas superficiales del nacionalismo literario, facilit¨® que Gelman continuara su camino con la invenci¨®n de heter¨®nimos. Los poemas de John Wendell, Yamanokuchi Ando y Sydney West le distanciaron de s¨ª mismo en la tarea de conocerse mejor, de ser m¨¢s due?o de su mirada y su palabra. Recibi¨® por ello cr¨ªticas de algunos portavoces culturales del Partido Comunista de Argentina que no ve¨ªan bien unos versos donde se hablaba de Chicago y aparec¨ªan nombres anglosajones envueltos en una atm¨®sfera cercana a veces al irracionalismo. Juan Gelman hab¨ªa entrado en las Juventudes Comunistas en los a?os 40, y poco despu¨¦s de abandonar el Partido Comunista, en 1964, recibi¨® un aviso de expulsi¨®n. El motivo de esta medida disciplinaria era que hab¨ªa abandonado el partido. Ser expulsado por haberse ido no deja de ser un proceso de extranjer¨ªa semejante al de la condici¨®n po¨¦tica.
Tambi¨¦n parece una iron¨ªa sobre la condici¨®n po¨¦tica el haber soportado dos condenas a muerte desde poderes contrarios. Despu¨¦s de su salida del PC, Gelman se acerc¨® a las FAR y m¨¢s tarde a los Montoneros. Su lucha contra la dictadura le vali¨® la persecuci¨®n de la polic¨ªa, una condena a muerte decretada por la Triple A y el exilio. Su disidencia ante la deriva militarista y autoritaria de los Montoneros, supuso otra condena a muerte de sus antiguos camaradas. En los debates al uso sobre las relaciones entre la literatura y la pol¨ªtica, hay muchas respuestas posibles, muchos naufragios de poetas metidos a pol¨ªticos o de pol¨ªticos metidos a poetas. La conciencia y la literatura de Juan Gelman fueron capaces de soportar el doble compromiso con la palabra y la pol¨ªtica, quiz¨¢ porque su meditaci¨®n sobre el mundo fue siempre una indagaci¨®n sobre las formas.
As¨ª qued¨® demostrado en los libros que public¨® despu¨¦s de exiliarse en el a?o 1975. La poes¨ªa es un lenguaje calcinado, porque separarse del pa¨ªs natal es asumir la derrota, el hueco que dejan los sue?os rotos y las infancias perdidas, la obligaci¨®n de vivir a distancia las muertes m¨¢s cercanas. En agosto de 1976 su hijo Marcelo Ariel y su nuera Mar¨ªa Claudia, embarazada, fueron detenidos y llevados al campo de concentraci¨®n clandestino de Automotores Orletti. El posterior asesinato de la pareja y el secuestro de su nieta est¨¢n en el fondo oscuro de una sintaxis que se quiebra, un orden que se rompe, una m¨²sica que se llena de barras y de interrupciones, una palabra que se tortura a s¨ª misma.
La sensaci¨®n ¨ªntima de una desolada extranjer¨ªa frente al mundo acerc¨® sus libros a la experiencia m¨ªstica, San Juan de la Cruz, Santa Teresa y la C¨¢bala. En efecto, leer los poemas recogidos en De palabra (1994) significa un viaje a trav¨¦s de un idioma calcinado. Esa huella sigue marcando los versos de su ¨²ltimo libro, Mundar (2008), que acaba de aparecer en la colecci¨®n Palabra de Honor de la Editorial Visor. Una mayor serenidad se adue?a de las inquietudes y las indagaciones de siempre. Verbalizar el mundo significa caminar sobre esa alegor¨ªa infinita que conforman el yo y la realidad. El poeta, asentado en M¨¦xico, vive en muchos lugares a la vez, en nombres de ciudades y de personas, en recuerdos de amor y de dolor que se abrazan a los pies del presente para dificultar las andaduras del olvido.
Los ojos de Gelman han visto muchas ausencias y han le¨ªdo muchos libros. La calidad de su periodismo, un trabajo que ha dignificado su literatura y que forma parte de su manera de analizar la vida, alcanza grados de inteligencia exacta y fascinante cuando se mezcla con asuntos literarios. En el libro Miradas (2005), una colecci¨®n muy recomendable de art¨ªculos publicados en el diario P¨¢gina/12, el lector podr¨¢ ver a Virginia Woolf a punto de suicidarse en las aguas del r¨ªo Ouse, a los hermanos Heinrich y Thomas Mann discutiendo sobre los peligros del nacionalismo alem¨¢n o Carlos Marx y a Federico Engels en un rinc¨®n parisino del a?o 1844. Ver¨¢ tambi¨¦n los ojos de Juan Gelman, observando la historia, como un caballero. La historia no es una mujer querida, pero tampoco se atrevi¨® nunca a dejarla sola.
Cuando el 23 de abril reciba el Premio Cervantes, seguro que se sentar¨¢n junto a ¨¦l su hijo Marcelo Ariel, su nuera Mar¨ªa Claudia, su amigo Paco Urondo... y tambi¨¦n un viejo obrero revolucionario ruso y la hija del rabino de Shtell.
Luis Garc¨ªa Montero es escritor.
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