?Un piso de menos de 40 m??
La especulaci¨®n urban¨ªstica ha determinado el advenimiento de la crisis econ¨®mica como percepci¨®n instalada en el tejido social. Esa misma percepci¨®n se constituye tambi¨¦n en un elemento estructural de la misma y determina el comportamiento del dinero. En pocos meses se ha pasado del para¨ªso al infierno y pocas voces anal¨ªticas superan el recurso a la especulaci¨®n, en este caso intelectual, para analizar un fen¨®meno c¨ªclico que forma parte ineludible de la econom¨ªa de mercado que legaliza y sacraliza la Constituci¨®n espa?ola.
Todos parecen coincidir en que gran parte de la soluci¨®n a la crisis pasa por el aumento de la inversi¨®n p¨²blica y concretamente en la licitaci¨®n de vivienda p¨²blica protegida. Ah¨ª se les acaba a los neocon su pasi¨®n por el d¨¦ficit cero. Por eso resulta especialmente perverso que se pretenda acometer la construcci¨®n de vivienda p¨²blica de forma desregulada y de espaldas a los m¨ªnimos de calidad de vida que merece la ciudadan¨ªa.
Los municipalistas no se pueden convertir en emperadores de m¨ªnimas ciudades-Estado
En las ¨²ltimas semanas la hostilidad a la nueva regulaci¨®n del h¨¢bitat que promueve el Gobierno gallego y su departamento de Vivienda han estado en el centro de la acci¨®n de ayuntamientos y agentes del sector. Alianza poco recomendable la de ayuntamientos con constructores y promotores y que est¨¢ en la base de la agresi¨®n urban¨ªstica constante que ha padecido Galicia en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Si hay algo de lo que no pueden alardear en su conjunto los gestores municipales es, precisamente, del urbanismo. Y no s¨®lo por una deficiente gesti¨®n t¨¦cnica, sino tambi¨¦n por la generaci¨®n de innumerables pr¨¢cticas deshonestas, ilegales y paralegales, como las que se registran en este ¨¢mbito.
Todos estar¨ªamos en posici¨®n de defender la autonom¨ªa municipal como primer estadio de la democracia de proximidad, pero de ah¨ª a dejar que los municipalistas se conviertan en emperadores de m¨ªnimas ciudades-Estado hay una gran diferencia. Sobre todo cuando se trata de legislar derechos sociales que afectan directamente a nuestra calidad de vida. ?Hay alguien que desee vivir en pisos de menos de cuarenta metros cuadrados? ?Hay alguien que crea objetivamente deseable que el ancho de las puertas de sus viviendas no resulte accesible para los minusv¨¢lidos? Esas son algunas normas de la regulaci¨®n del h¨¢bitat que rechazan alcaldes y promotores.
Con toda seguridad la historia de estos tres a?os de Gobierno bipartito en la Xunta deber¨¢ registrar como grandes logros pol¨ªticos, entre otros, los avances en vivienda social y en pol¨ªtica de bienestar. Curiosamente, tambi¨¦n la creaci¨®n del Consorcio Galego de Benestar gener¨® inicialmente el mismo tipo de rechazo municipal, pero la realidad es tozuda y los problemas de xenofobia que han surgido ¨²ltimamente con el realojo de familias gitanas en Pontevedra y A Coru?a han puesto de manifiesto la incapacidad de la autonom¨ªa municipal para resolverlos. Curiosamente tambi¨¦n desde la implantaci¨®n de los ayuntamientos democr¨¢ticos en 1979 hay que reconocerles a muchos alcaldes su audacia, sobre todo en pol¨ªtica social, para dar cobertura a estos problemas sustituyendo la falta de proactividad de las admimistraciones provincial, auton¨®mica y estatal ?Por qu¨¦ ahora este rechazo cuando el Gobierno de la Xunta s¨ª es capaz de actuar en ese ¨¢mbito con legislaci¨®n y presupuestos? Es como si los ayuntamientos se negasen a que en su t¨¦rmino municipal se realizasen controles de alcoholemia aduciendo una baja en la facturaci¨®n nocturna de la hosteler¨ªa local.
Obviamente, el di¨¢logo y la cohesi¨®n entre administraciones deben solucionar estos conflictos. Parad¨®jicamente es lo que exigen los alcaldes y ofrece reiteradamente la conselleira. Pero en el rifirrafe de la pol¨ªtica, Teresa T¨¢boas suma muchos puntos de credibilidad: dirige un departamento de nueva creaci¨®n sin el hist¨®rico de errores de los ayuntamientos y, adem¨¢s de ser mujer, tiene una gran preparaci¨®n t¨¦cnica como arquitecta, no proviene de la pol¨ªtica profesional y no necesita el cargo para hacer fortuna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.