"No he resucitado, he regresado"
Pocos de los que entonces, en diciembre ¨²ltimo, le pudieron ver hospitalizado en Lanzarote hubieran pensado que el hombre que anoche asist¨ªa a la inauguraci¨®n de una exposici¨®n sobre su vida era el mismo. En aquel momento, Jos¨¦ Saramago, 85 a?os, premio Nobel de Literatura, se desped¨ªa de la vida; su mujer, Pilar del R¨ªo, su compa?era desde 1986, la que le llev¨® a vivir a Lanzarote, se jurament¨®: "Ganaremos, ganaremos la primavera". Y en primavera, saludable ya aquel hombre entonces final, vuelve a Lisboa como si hubiera protagonizado una resurrecci¨®n. No fue una resurrecci¨®n, dice ¨¦l, "m¨¢s bien fue un regreso". Ayer, en la inauguraci¨®n de la muestra (ya exhibida en Lanzarote) en el Palacio de Ajuda de Lisboa, a la que asisti¨® el primer ministro portugu¨¦s Jos¨¦ S¨®crates y el ministro de Cultura espa?ol, que llev¨® una carta de Zapatero al escritor, Saramago subray¨® el emblema de su vida, que es una frase de Pessoa: "Para ser grande hay que ser entero". Antes, en su casa tranquila y chiquita de la capital portuguesa, cont¨® la experiencia a la que ha sobrevivido.
"Soy muy cr¨ªtico con la situaci¨®n de mi pa¨ªs, la gente est¨¢ deca¨ªda"
"Me ha sorprendido la serenidad con que acept¨¦ la posibilidad de no sobrevivir"
"Pero ?y qui¨¦n ser¨ªa yo si no hubiera nacido en este lugar del mundo?"
"Desarroll¨¦ un sentido del humor muy activo. ?Yo que no cuento chistes!"
Pregunta. ?C¨®mo se siente?
Respuesta. En t¨¦rminos relativos, y teniendo en cuenta lo que he sufrido en los ¨²ltimos meses, extraordinariamente bien. Hay un t¨¦rmino de comparaci¨®n: me veo ahora y recuerdo c¨®mo estaba antes, incluso encuentro una cierta dificultad en comparar estas dos personas, la que yo he sido y ¨¦sta que est¨¢ aqu¨ª y ahora. La diferencia es de tal magnitud que llego a pensar que todo aquello fue un sue?o. M¨¢s bien una pesadilla. Estoy muy bien. Sigo con mi recuperaci¨®n y estoy trabajando, estoy escribiendo.
P. Cre¨ªmos que no lo iba a contar.
R. No llegu¨¦ a pensar eso; pens¨¦ que estaba realmente malo, en un estado deplorable, pero ten¨ªa mucha confianza en mis m¨¦dicos, en los que me cuidaron. Pero, en fin, en mis horas de soledad, que en el fondo eran casi todas, aunque Pilar siempre estaba a mi lado, admit¨ª como algo bastante natural que no saliera de aquello. O, peor, que saliera para irme al otro lado... Ahora bien, lo que para m¨ª ha sido sorprendente ha sido la serenidad, la tranquilidad con que acept¨¦ sin miedo y sin angustias la hip¨®tesis de no sobrevivir a la enfermedad. Y esa serenidad y esa tranquilidad no es que me haya reconciliado con la idea de la muerte, porque uno no ha de reconciliarse con la idea de la muerte, pero me ha ayudado a contemplar ese hecho como algo natural. Y adem¨¢s, ineluctable, no pod¨ªa hacer nada contra ella. Puedes armarte de la fuerza que encuentras en ti para no ceder al p¨¢nico, al miedo, a la angustia de un posible final, y que adem¨¢s lo est¨¦s viviendo... Todo eso lo he vivido, pero como estoy bien ahora, no lo recuerdo como una situaci¨®n que he pasado sino como una pesadilla. Y lo ¨²nico que ten¨ªa que hacer era despertar de esa pesadilla. Me despert¨¦.
P. ?Qu¨¦ vio al despertar?
R. No era como estar en la pesadilla de la que despiertas y luego recuerdas. Durante todo ese tiempo yo no era uno sino dos. Uno, que padec¨ªa una enfermedad, y otro que asist¨ªa a todo lo que le suced¨ªa a ese enfermo. Yo estaba a la vez viviendo una pesadilla y asistiendo a ella.
P. Eso habr¨¢ creado una emoci¨®n muy fuerte dentro.
R. No lo s¨¦. Yo me sent¨ª en un estado de casi anestesia total. Es decir, lo viv¨ªa no con indiferencia, en absoluto, al contrario, pero podr¨ªa incluso decirte que lo he vivido sin emociones. No recuerdo haber cedido al peso de cualquier sentimiento, de miedo, o de pena. No. Yo me examinaba a m¨ª mismo con una frialdad casi cient¨ªfica. Desarroll¨¦, eso s¨ª, un sentido del humor muy activo, en las conversaciones con los m¨¦dicos y con las enfermeras. Nunca he sido chistoso, pero ah¨ª me mostr¨¦ chistoso, hice bromas sobre lo que iba ocurriendo, desmitifiqu¨¦ el drama. ?Y yo nunca cuento chistes! Creo que eso me ha protegido de un sentimentalismo f¨¢cil, un poco llor¨®n; nunca he sentido ese riesgo, pero en esta ocasi¨®n no lo padec¨ª en absoluto. Jam¨¢s.
P. ?Se siente rabia?
R. ?Rabia por qu¨¦?
P. Por estar perdiendo la vida.
R. Pero la rabia es in¨²til si no se tiene un blanco. ?Qu¨¦ rabia ser¨ªa? ?Contra m¨ª mismo? ?Contra un poder superior que hubiera decidido que mi vida se acabara all¨ª? Y aunque ese poder superior existiera, ?c¨®mo le llegar¨ªan los efectos de mi rabia? No, ninguna rabia. Morir, acabar, y sentir rabia, ?para qu¨¦? ?Qui¨¦n se cree esa persona para sentir rabia? ?Cre¨ªa que ten¨ªa derecho a seguir viviendo? Yo creo que s¨ª. Lo admito. Pero lo que me impresiona es la inutilidad de la rabia en circunstancias como ¨¦sas.
P. ?Resignaci¨®n tampoco?
R. No es resignaci¨®n, es sencillamente una aceptaci¨®n. Son dos movimientos distintos. Lo aceptas porque no tienes otra salida. La resignaci¨®n es aceptaci¨®n pero a la vez es renuncia. Y puede no haber renuncia en la aceptaci¨®n.
P. Ahora esto es como una resurrecci¨®n.
R. En cierta forma. Porque uno es testigo del despertar de un cuerpo dormido y ese cuerpo es tuyo. Los m¨¦dicos est¨¢n haciendo su trabajo, y el tuyo es el de ayudar a tu cuerpo, en ese proceso que se puede llamar de resurrecci¨®n. Pero a m¨ª me gusta m¨¢s llamarlo proceso de regreso, es menos dram¨¢tico y m¨¢s claro. Est¨¢s regresando a ti mismo.
me qued¨¦ reducido a alguien que estaba all¨ª y no ten¨ªa ¨¢nimo, fuerza ni ganas para la escritura. La ¨²nica parte del cuerpo que no ha sufrido esa p¨¦rdida de tono creo que ha sido el cerebro, que demostr¨® una actividad extraordinaria, que no puedo explicar. Nunca ca¨ª en esa so?olencia..., siempre estuve muy despierto, con capacidad de observaci¨®n y de comentario. ?Hasta de chistes!
P. Eso le salvar¨ªa.
R. Quiz¨¢ s¨ª... Y el estado excelente de mi coraz¨®n. Cuando el cuerpo parec¨ªa inclinado a renunciar, el coraz¨®n sigui¨® peleando y ha ganado la batalla.
P. ?Y la novela?
R. Era algo que pod¨ªa terminar o no. O consigues salir y regresas a casa, o lo que estabas haciendo se queda inacabado. El viaje del elefante. Va marchando.
P. Muchos temimos que esta exposici¨®n que ahora se inaugura en Lisboa ser¨ªa una exposici¨®n p¨®stuma. ?C¨®mo se siente en su propio pueblo asistiendo a ella?
P. Muy contento, muy feliz. No es que este viaje sea una especie de reconciliaci¨®n con mi pueblo, no he estado nunca de espaldas al pa¨ªs donde nac¨ª. Siempre he vuelto; despu¨¦s de la enfermedad y de todo eso se dice que hay un reencuentro... Para un reencuentro se necesitan por lo menos dos, la patria y la persona, pero la patria es una abstracci¨®n, no se me present¨®, ni ahora ni nunca, vestida no me imagino c¨®mo, diciendo "yo soy la patria", pero uno pertenece a un lugar, a una historia, a un idioma, y yo creo que eso es la patria. Yo soy muy cr¨ªtico con la situaci¨®n social y pol¨ªtica en Portugal, pienso que el ¨¢nimo de la gente est¨¢ deca¨ªdo, parece haber renunciado al futuro... Estamos muy aborregados, pero este es mi pa¨ªs, y punto. No es el m¨¢s hermoso ni el m¨¢s inteligente ni el m¨¢s inventivo, pero es mi pa¨ªs. Hace a?os, me preguntaron por las relaciones con mi tierra. Y yo contest¨¦: Me gusta lo que este pa¨ªs ha hecho de m¨ª. Porque t¨² puedes protestar contra esto y aquello, pero lo que no puedes negar es que lo bueno y lo malo es lo que te ha hecho a ti, y luego decides si te gusta o no. Pero si te gusta confi¨¦salo. En el fondo, la cosa es muy sencilla: yo puedo criticar a Portugal, pero hay una pregunta: ?Y qui¨¦n ser¨ªa si no hubiera nacido en este lugar del mundo?
P. ?Y la respuesta es...?
R. ?Ser¨ªa m¨¢s inteligente, habr¨ªa escrito una obra m¨¢s importante, ser¨ªa reconocido por la gente en la calle, pondr¨ªan mi nombre a calles o a institutos? No lo s¨¦. Se es lo que se es y punto.
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