Elogio del lector
Hace poco, Antoine Gallimard afirm¨® que, en el presente, Proust no encontrar¨ªa editor para su novela En busca del tiempo perdido. Al decirlo, el presidente de la m¨ªtica editorial francesa que lleva su apellido se refer¨ªa a lo que viene coment¨¢ndose desde hace algo m¨¢s que una d¨¦cada: que "el panorama editorial" se vislumbra como "poco atractivo y mercantilista" (recojo esas palabras de un art¨ªculo publicado en las p¨¢ginas de Opini¨®n de este diario).
Pienso que el se?or Gallimard profiri¨® su m¨¢xima sobre Proust a modo de boutade. Evidentemente, existen editoriales -siempre han existido- especializadas en libros comerciales. Pero monsieur Antoine no pudo hablar en serio: al igual que muchas otras editoriales europeas, la que ¨¦l preside sigue apostando por los nuevos talentos.
Dej¨¦monos de t¨®picos. Se publican, se venden y se leen muchos buenos libros
?Es realmente poco atractivo y mercantilista el panorama editorial, seg¨²n se suele afirmar? Yo no opino as¨ª. Y ello por tres razones. En primer lugar, porque en Espa?a, por circunscribirnos a nuestro pa¨ªs, sigue habiendo editores, decenas de ellos, que anteponen el valor literario al mero negocio. Como en toda Europa, tambi¨¦n entre nosotros hay editores que descubren a esos autores que buscan ir m¨¢s all¨¢ de lo que se ha dicho y c¨®mo se ha dicho hasta ahora, autores que venden unos pocos miles de ejemplares de cada libro (y a veces menos de mil). Es cierto que esos editores, para equilibrar las cuentas, a?aden a su cat¨¢logo de descubrimientos alg¨²n que otro libro de menor riesgo comercial. Pero no por ello renuncian a sus principios.
En segundo lugar, porque por toda Espa?a subsiste un amplio tejido de librer¨ªas comprometidas con los buenos libros. Y ello tiene a¨²n m¨¢s valor en un momento en que el coste del inmobiliario hace cada vez m¨¢s dif¨ªcil mantener la rentabilidad exigida.
Y en tercer lugar porque el n¨²mero de lectores crece, como lo muestran las estad¨ªsticas, especialmente entre las mujeres y los j¨®venes de entre 25 y 30 a?os.
En la Espa?a contempor¨¢nea, un lector puede llegar a formarse una imagen bastante exacta tanto de la literatura cl¨¢sica como de lo que ocurre en el presente, y no s¨®lo en las letras occidentales. S¨®lo en los ¨²ltimos a?os se han publicado, con ¨¦xito fulminante de cr¨ªtica, lectores y ventas, novelas de muy alta calidad: La mujer justa, de S¨¢ndor M¨¢rai; Soldados de Salamina, de Javier Cercas; Vida y destino, de Vasili Grossman, y Las ben¨¦volas, de Jonathan Littell, entre otras. En todos esos casos son los lectores, con la complicidad de los libreros, quienes volc¨¢ndose a comprar esas grandes novelas por decenas y centenares de miles, permiten que los editores se lancen a la aventura de publicar m¨¢s libros arriesgados. S¨ª, en el fondo son los lectores los que hacen que el panorama literario sea m¨¢s atractivo y menos mercantilista.
Pero no siempre la buena literatura se vende por cientos de miles -ni la mediocre tampoco-. A muchos editores su deseo de aportar al lector lo valioso, sorprendente e innovador de la literatura les hace perder dinero y correr el peligro de derrumbarse. Los directores literarios con un gusto exigente se juegan a diario su puesto de trabajo. Pero a pesar de todo, muchos siguen arriesg¨¢ndose.
?sos son, junto a los tozudos libreros que se oponen a ceder sus locales a bancos y otros negocios, los quijotes del mundo editorial que batallan no contra los molinos de viento sino contra algo mucho m¨¢s peligroso: contra el poder del m¨¢s fuerte.
As¨ª pues, al contrario de lo que suele comentarse, estoy convencida de que el presente del libro no es peor que en ¨¦pocas anteriores. Lo de "cualquier pasado fue mejor" es un lugar com¨²n que no se cumple la mayor¨ªa de las veces. Tampoco en ¨¦sta.
Por mencionar algunos ejemplos, de su libro De l'amour, Stendhal vendi¨® veinte ejemplares ?en diez a?os!; Proust tuvo que pagar de su bolsillo la edici¨®n del primer volumen de A la b¨²squeda del tiempo perdido; Joyce public¨® su Ulises en Par¨ªs porque no encontraba editor en Inglaterra, y Kafka, en vida, no pas¨® de los 800 ejemplares vendidos. Hoy, al contrario, cualquiera puede, como m¨ªnimo, colgar su novela en Internet.
De todos los campos de la creaci¨®n, el del libro es el m¨¢s din¨¢mico y diversificado: ni las artes pl¨¢sticas, ni la m¨²sica o el cine pueden ofrecer anualmente tanta riqueza de nuevos talentos como lo hace el mundo del libro.
Aunque quedan muchos libros sin publicar, y sin duda algunos de ellos lo merecen, pero ya quisieran los pintores, los cineastas y los m¨²sicos tener las mismas oportunidades que brinda el mundo editorial. Y, adem¨¢s, cada a?o aparecen, como contrapeso a los grandes grupos editoriales que siguen afianz¨¢ndose, varias nuevas editoriales privadas que buscan a autores de valor literario y encuentran a sus lectores.
Y toda esa efervescencia es posible gracias, finalmente, al lector que, en la soledad, sigue dispuesto a descubrir tanto a los cl¨¢sicos como los nuevos autores. Celebr¨¦moslo, pues, y que sea por muchos a?os.
Monika Zgustova es escritora.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.