Excluidos
Los excluidos de la tierra no tienen lugar fijo en la geograf¨ªa urbana. A veces ocupan el propio centro de la ciudad, abandonado por la huida metropolitana de los m¨¢s ricos; otros est¨¢n asentados en barrios perif¨¦ricos de dif¨ªcil entrada, arrasados por el paro y el desarraigo, y otros en bolsas ocultas de infravivienda.
El proceso imparable de urbanizaci¨®n mundial trae consigo la secuela de los asentamientos ilegales: favelas, bidonvilles, villas miseria, ranchitos, chabolas... Muchos nombres para una realidad universal que en las megal¨®polis tiene, por su magnitud, dif¨ªcil soluci¨®n. En las grandes ciudades parece algo m¨¢s abarcable. Madrid tiene abierto el frente de la Ca?ada Real, donde, mientras se ejecutan algunos derribos, se est¨¢n empezando a valorar f¨®rmulas parecidas a las que el gobierno municipal de Luis Conde inici¨® a?os atr¨¢s en las favelas R¨ªo de Janeiro, legalizando la propiedad o concesionando los terrenos a sus ocupantes. Tambi¨¦n hay una modalidad de "chabolismo" interior: los barrios antiguos marginalizados. En la Ciutat Vella de Barcelona se practic¨® con bastante acierto en los noventa el llamado esponjamiento urban¨ªstico, derribando edificios ruinosos para crear plazas y jardines y renovando las zonas m¨¢s densas y degradadas. En el barrio de la Ribera ha funcionado bien, pero hay un sector del Raval donde no ha sido posible erradicar la droga y la prostituci¨®n, que siguen siendo fuente de conflictos cotidianos.
La ciudad no puede tolerar a ciudadanos dispuestos a encapsular a los excluidos en guetos
La ciudad como instituto pol¨ªtico, como entramado social y econ¨®mico, no puede tolerar que haya ciudadanos dispuestos a encapsular a los excluidos en guetos aislados e ignorados, pero tampoco puede admitir la autoexclusi¨®n de aquellos otros que quieren estar al margen de la sociedad para sacar partido a lo que se ha dado en denominar narcochabolas. La ciudad irradia contagio positivo o negativo. La urbanizaci¨®n, los equipamientos, el trabajo con las asociaciones de base y los mediadores sociales, propician un efecto positivo sobre el entorno. Por el contrario, cuando un sector se queda a oscuras, sumido en el abandono, los efectos adversos se multiplican.
En Galicia muchas de las antiguas bolsas de infravivienda se fueron erradicando con el trabajo constante, arduo y eficaz de los servicios de bienestar social y el compromiso y responsabilidad de las comunidades gitanas. Sin embargo, hay todav¨ªa tres mil familias de chabolistas.
Para que la acci¨®n sea efectiva, los poderes p¨²blicos tienen que disponer de informaci¨®n fiable y actualizada del estado de la infravivienda y meterse de lleno en el problema. Lo eficaz es actuar en el seno de la administraci¨®n con comisiones espec¨ªficas, desarrollando un trabajo transversal entre departamentos jur¨ªdicos, urban¨ªsticos, infraestructurales, sociales, donde se analicen los procesos de realojo e inserci¨®n, y cooperar con los organismos civiles que act¨²an sobre el terreno. Cuando se trata con reductos de chabolismo, hay que discernir con certeza lo que es droga y delincuencia de lo que no lo es. Cuando lo es, es el momento de apoyar la asistencia social con las medidas policiales y judiciales proporcionadas, caso por caso; y cuando no, debe procederse a la inserci¨®n paulatina, familia por familia, en el tejido urbano a trav¨¦s del pacto ciudadano que consiste en facilitar trabajo y vivienda y exigir escolarizaci¨®n y respeto a las normas de convivencia.
El silencio es la otra pieza fundamental. En el trabajo social el silencio empieza ya por cosas tan sencillas como evitar que el pol¨ªtico de turno se exhiba ante los medios junto a los discapacitados o repartiendo regalos de Reyes en los hospitales, acciones de r¨¦ditos electorales apetecidos por todos. Silencio tambi¨¦n desde el lado de los medios de comunicaci¨®n, ya que irrumpir micr¨®fono en ristre en el seno de un conflicto es el medio seguro para enconar las expresiones verbales e incluso f¨ªsicas de las peores pasiones.
Tras las largas semanas de contienda en O Vao y Penamoa, hay una pauta de trabajo que se repite como denominador com¨²n, y que la concejala coru?esa Silvia Longueira ha reclamado con firmeza: luz y silencio. Es posible que los poblados de transici¨®n sean hoy por hoy la soluci¨®n, pero con las ideas claras para percibir lo que es de justicia y con la condici¨®n de la transitoriedad, porque, como la experiencia en las ciudades nos ense?a, la mejor f¨®rmula de inclusi¨®n es la convivencia diversa en calles y viviendas.
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