No s¨¦, no s¨¦

Un amigo ha practicado en los tabiques de su casa discretos agujeros que le permiten ver lo que sucede en todas las habitaciones cuando no hay nadie dentro. Hasta ahora no ha ocurrido nada, pero ¨¦l est¨¢ convencido de que tarde o temprano suceder¨¢ algo que cambiar¨¢ su vida. De peque?os, cuando nos asom¨¢bamos a un agujero, ve¨ªamos a una mujer en el trance de vestirse o desnudarse. Pero yo creo que estaba dentro de nuestra cabeza, pues siempre era la misma. No es que ahora no tengamos mujeres sin ropa en la b¨®veda craneal, pero hemos perdido la capacidad de proyectarlas al otro lado de los tabiques. En cualquier caso, la visi¨®n que espera mi amigo es de distinta naturaleza. Algo de orden m¨ªstico, me parece.

El otro d¨ªa, despu¨¦s de haber comido juntos, est¨¢bamos tomando un caf¨¦ en su casa cuando se levant¨® para acercarse al peque?o orificio que comunica con su dormitorio. Se trataba de una escena tan habitual que no le prest¨¦ atenci¨®n hasta que advert¨ª que se entreten¨ªa m¨¢s de lo acostumbrado. Qu¨¦ pasa, le pregunt¨¦. Nada, respondi¨® con el ojo pegado a la pared, ahora voy. Lo cierto es que tard¨® en regresar a la zona del tresillo. Y cuando se sent¨® ten¨ªa una expresi¨®n extra?a. Al preguntarle si hab¨ªa visto algo, cambi¨® de conversaci¨®n. Luego fingi¨® acordarse de un asunto urgente y me invit¨® a que me marchara sin muchas sutilezas. Al salir, hice intenci¨®n de mirar por el agujero, lo que no suele molestarle, pero me empuj¨® sin contemplaciones hacia la puerta de la calle. Estuve toda la tarde d¨¢ndole vueltas al asunto. Luego cog¨ª la taladradora e hice orificios en las paredes de mi casa. Llevo un par de d¨ªas corriendo de uno a otro sin que suceda nada anormal en las habitaciones vac¨ªas. Pero cuando me siento a ver la tele, tengo la impresi¨®n de que alguien me observa desde el dormitorio. No s¨¦ si he hecho bien.