Peque?a magnitud
La autobiograf¨ªa es por fuerza un g¨¦nero fraudulento. Sabemos de antemano que el autor nos escatimar¨¢ uno de los episodios m¨¢s interesantes en la vida de cualquier ser humano, el suceso que acaso proporcione la explicaci¨®n definitiva a la suma de experiencias individuales: su propia muerte.
Puedes caer muy bajo en la vida y seguir cayendo m¨¢s y m¨¢s; pero digamos que no habr¨¢s tocado fondo en el camino de tu degradaci¨®n hasta el d¨ªa en que tampoco a ti te resulten soportables tus olores.
No ando lejos del monote¨ªsmo. La ¨²nica diferencia que me separa de sus adeptos es que yo creo firmemente en un dios menos que ellos.
La arena es infinita, el desierto acaba.
Me da que algunas personas, con tal de gustar, se dejar¨ªan servir fritas o hervidas sobre una bandeja.
Es dudoso que se desatase una ola de p¨¢nico en el supuesto de que el arte genial fuera prohibido por decreto del Gobierno. ?Ser¨ªan, en su actividad diaria, tan pocos los perjudicados!
Al cosmos no le queda m¨¢s remedio que expandirse. De lo contrario, ?c¨®mo podr¨ªa abarcar la estupidez incesante de la especie humana?
Se habla, a mi juicio, con excesiva ligereza de la perfecci¨®n de la m¨²sica. ?C¨®mo va a ser perfecto algo que no huele!
Es inconcebible un fan¨¢tico que no d¨¦ la lata.
Anoche, al acostarme, renunci¨¦ a mi ¨²ltimo ideal ut¨®pico. Hac¨ªa tiempo que no dorm¨ªa tan tranquilo.
Es propio de las convicciones que nos induzcan a creer que ya hemos llegado cuando en realidad ni siquiera emprendimos el camino.
La vaca muge, el cuervo grazna, la rana croa, el hombre opina. -
?Ser¨¢ que pienso a menudo y con ternura en mi ni?ez porque me he convertido sin darme cuenta en mi propio abuelo?
El joven que fui podr¨¢ hacerme los reproches que juzgue oportunos; censurar duramente mis ideas y mis h¨¢bitos actuales; considerarme, en suma, el traidor de sus sue?os. Pero yo al menos he sobrevivido.
Los actos exentos de dificultad est¨¢n al alcance de cualquiera. Por ejemplo, morirse.
De acuerdo, la correcci¨®n por s¨ª sola no constituye un criterio est¨¦tico; pero, si vamos a eso, la incorrecci¨®n tampoco.
Con los a?os, las grandes tragedias colectivas terminan representadas en los desfiles de carnaval.
Sospecho que la fama es previa al famoso. ?ste llega impulsado por la oportunidad, con su provisi¨®n mayor o menor de m¨¦ritos, y, durante el tiempo que le asigne la fr¨¢gil y caprichosa memoria de la gente, llena un hueco que ya exist¨ªa y que lo mismo podr¨ªa haber sido ocupado por otro con an¨¢logas cualidades.
El terrorista mata y el que lo aplaude remata. -
Fernando Aramburu (San Sebasti¨¢n, 1959) es autor de Los peces de la amargura (Tusquets, 2006).
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