Profunda Am¨¦rica
Un escritor norteamericano publica su segunda novela. Y aquello no acaba de arrancar. Corre el a?o 1981. El escritor coge un empleo de periodista deportivo para una revista. Y descubre que es feliz. Su mujer, con la que decidi¨® casarse el mismo d¨ªa de 1968 en que decidi¨® convertirse en escritor, le anima a salir de su atasco creativo: "?Por qu¨¦ no escribes sobre un hombre feliz?", le propone. Y as¨ª es como nace Frank Bascombe, un personaje que ha acompa?ado a su autor, Richard Ford, durante 3 libros, 1.700 p¨¢ginas y 27 a?os.
Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944), autor de seis novelas y tres libros de relatos, ha concluido con Acci¨®n de Gracias (que Anagrama acaba de publicar en Espa?a) la trilog¨ªa que comenz¨® con El periodista deportivo (1986) y sigui¨® con El d¨ªa de la independencia (1995). En tres entregas, una cada diez a?os, tres episodios de unos pocos d¨ªas de duraci¨®n cada uno, Ford ha contado la vida adulta de Frank Bascombe, un var¨®n americano bastante feliz. Un tipo corriente cuya vida se ha convertido en una de las obras de la narrativa norteamericana m¨¢s importantes de este cambio de siglo.
"Nunca he hecho una sola cosa importante en la que ser r¨¢pido funcione. Obtengo lo mejor de m¨ª mismo siendo paciente"
"Un d¨ªa mi mujer me dijo: '?Por qu¨¦ no escribes sobre alguien que es feliz?' Y yo me pregunt¨¦: ?c¨®mo demonios se hace eso?"
"No le¨ª pr¨¢cticamente nada hasta los 18 a?os. Soy disl¨¦xico. Pero no tiene nada que ver con mi capacidad l¨®gica"
"Era dem¨®crata. Ya no lo soy. Aunque vot¨¦ por Obama. El Partido Dem¨®crata est¨¢ resquebrajado"
Ahora, Frank Bascombe, el prometedor escritor metido a periodista deportivo y luego a agente inmobiliario, tiene 55 a?os, una preciosa casa acristalada en la costa de Nueva Jersey, una peque?a inmobiliaria, dos ex mujeres, un c¨¢ncer de pr¨®stata detectado hace unos meses y dos hijos vivos de su primer matrimonio (tuvo otro que est¨¢ muerto desde la primera p¨¢gina de El periodista deportivo). Quedan dos d¨ªas para el D¨ªa de Acci¨®n de Gracias del a?o 2000, en el que Frank invita a comer a sus dos hijos.
La cita es en un hotel de Dubl¨ªn, ciudad en la que el escritor pasa unas semanas dando clases. Richard Ford tiene un aspecto fant¨¢stico a sus 64 a?os. Un musculoso metro noventa, con generosa cabellera gris y ojos de un raro azul celeste. Viste pantal¨®n de pinzas azul marino, buenos zapatos de andar, polo de un rojo intenso bajo un jersey de pico lila y cazadora Barbour. Se sienta en un sof¨¢ y juega con un bol¨ªgrafo entre los dedos mientras charla con un preciso y agradable acento americano.
PREGUNTA. Dos de los m¨¢s extendidos lugares comunes sobre usted son que Frank Bascombe es su propia prolongaci¨®n y que es usted un escritor lento.
RESPUESTA. Ya, pero no es verdad. Probablemente haya similitudes entre Frank y yo, pero no son tantas si piensa en todos los detalles de su vida. Es un hombre norteamericano de mi edad, vale...
P. Tambi¨¦n naci¨® en Misisipi, es hijo ¨²nico, se qued¨® hu¨¦rfano de padre en la adolescencia, quiso ser escritor, trabaj¨® de periodista deportivo
...
R. Pero yo no tengo dos ex mujeres, ni hijos, no soy agente inmobiliario, no he ido a la universidad de Michigan... Las buenas novelas no son autobiogr¨¢ficas. Si escribes una novela autobiogr¨¢fica estar¨¢ confinada, limitada por lo que t¨² eres. Le dir¨¦ mi concepci¨®n de lo que es una buena novela: una buena novela es la que utiliza la imaginaci¨®n para provocar en el lector que experimente lo impredecible. Y eso sucede cuando el escritor imagina cosas que est¨¢n muy lejos de su propia vida c¨¢ndida.
P. ?Y en cuanto a lo de que es un escritor lento?
R. Soy lento. Nunca he hecho una sola cosa importante en mi vida en la que ser r¨¢pido funcione. Obtengo lo mejor de m¨ª mismo siendo paciente. Poniendo las palabras en tinta una detr¨¢s de la otra. ?sa es la mejor forma que conozco de hacer las cosas. Si pudiera escribir m¨¢s r¨¢pido y ser tan bueno como cuando voy despacio, lo har¨ªa.
P. Frank Bascombe naci¨® hace ahora 27 a?os. ?C¨®mo lo recuerda?
R. Publiqu¨¦ mi segunda novela, y tuvo buenas cr¨ªticas. Pero nadie la compr¨®. Entonces cog¨ª un trabajo de periodista deportivo. Y pens¨¦ que, si pod¨ªa conservar aquel empleo, lo har¨ªa para siempre. Era divertido, era f¨¢cil, estaba bien pagado, viajabas por todo el mundo... era perfecto. Pero perd¨ª ese trabajo y me sent¨¦ a pensar qu¨¦ querr¨ªa escribir si hiciera una nueva novela. Ten¨ªa claro que deb¨ªa hacer algo realmente distinto de lo que hab¨ªa estado haciendo, porque lo que hab¨ªa estado haciendo no acababa de funcionar. Un d¨ªa Kristina, mi mujer, me dijo: "?Por qu¨¦ no escribes sobre alguien que es feliz?". Y me pregunt¨¦: ?c¨®mo demonios se hace eso? Yo ten¨ªa una concepci¨®n muy rom¨¢ntica de los personajes de las novelas. Eran siempre tipos conducidos por la angustia, sometidos a terribles torturas ps¨ªquicas, preocupaciones... As¨ª que decid¨ª cambiar mi visi¨®n del mundo. Lo primero que voy a hacer, pens¨¦, es darle al personaje un trabajo que le guste. Y le di un trabajo de periodista deportivo. Luego pens¨¦: una persona feliz es probablemente alguien que ha sido infeliz en el pasado y que intenta ser feliz. Y ¨¦sa es la manera en que llegu¨¦ a Frank. ?sa es toda mi concepci¨®n de Frank Bascombe. Alguien que intenta hacerse un hombre mejor, un hombre m¨¢s feliz.
P. ?Pens¨® que Frank Bascombe terminar¨ªa en esa primera novela?
R. Claro. Ten¨ªa 37 a?os. Ya hab¨ªa tenido suficientes problemas para que alguien leyera mis primeros dos libros.
P. Pero en 1991 Frank empez¨® a aparecer otra vez en sus notas.
R. Buscaba entre mis cuadernos un libro que escribir. Y me di cuenta de que muchas de las notas que hab¨ªa tomado me sonaban a Frank Bascombe. Me resist¨ª a hacerlo, pero esas frases se acumulaban tanto que pens¨¦: esto es un regalo. Proviene de un trabajo que ya he hecho, pero hay m¨¢s que hacer aqu¨ª. ?Por qu¨¦ resistirme?
P. Y decidi¨® que Frank cambiar¨ªa su trabajo por el de agente inmobiliario. ?Tiene que ver con el hecho de que usted ha vivido en unas doce casas en su vida?
R. Alguna m¨¢s, tal vez.
P. ?Qu¨¦ ha aprendido, en todo ese trasiego, de los agentes inmobiliarios?
R. Aprend¨ª los detalles t¨¦cnicos del asunto, la jerga, el vocabulario. He tratado con muchos agentes inmobiliarios en mi vida. Pero quer¨ªa que a Frank le gustara lo que hac¨ªa. As¨ª que pens¨¦ que encontrarle alojamiento a las personas era una de las cosas m¨¢s generosas que puedes hacer por ellas.
P. La casa tambi¨¦n puede ser una medida del estatus, del grado de autorrealizaci¨®n en la vida.
R. Y no s¨®lo es estatus. Es una medida de lo exitosa que es tu vida en muchos aspectos. Tu vida espiritual, lo lejos que has llegado desde el punto de partida, lo seguro que te sientes de tu vida. La casa contiene tus momentos buenos y malos. Son los lugares en los que existe la vida. As¨ª que me di cuenta de que hab¨ªa dado con algo mucho m¨¢s rico de lo que cre¨ªa. El trabajo en s¨ª mismo, vender casas, floreci¨® en toda una manera de hablar de la salud espiritual de un pa¨ªs.
P. Usted ha dicho en alguna ocasi¨®n, y en Acci¨®n de Gracias
lo pone en boca de un antiguo profesor de literatura de Frank, que el ser humano adapt¨¢ndose a un paisaje es la materia de la literatura.
R. S¨ª. Hay ciertos temas que crean en ti un tipo de conmoci¨®n. Y eso es el punto de partida de la literatura. Es lo que fue el negocio inmobiliario para m¨ª.
P. La carrera profesional de Frank termina justo antes de la crisis inmobiliaria. Quiz¨¢ no habr¨ªa sido tan feliz trabajando en estos d¨ªas.
R. Tiene raz¨®n, la verdad es que no hab¨ªa pensado en ello. La crisis inmobiliaria es algo que est¨¢ sucediendo tan r¨¢pido que no podr¨ªa atraparlo en un libro ahora. Las novelas son objetos conservadores. Ser un novelista es ser un conservador en cierto modo. Las novelas consisten en mirar hacia atr¨¢s. En ese sentido son conservadoras. Quieren conservar el pasado.
P. ?Le gusta Los Soprano?
R. S¨ª, me encanta.
P. Al igual que en su trilog¨ªa, la acci¨®n transcurre en Nueva Jersey. Llama la atenci¨®n que dos de las obras m¨¢s relevantes de ficci¨®n americana de la frontera del siglo XX al XXI tengan lugar en Nueva Jersey. ?Qu¨¦ simboliza ese Estado en su imaginario colectivo?
R. Nueva Jersey tiene un potente misterio. La sabidur¨ªa popular te dice que la costa de Jersey es un lugar cutre, hortera, suburbial. Pero la experiencia de ir all¨ª es diferente. Hay algo encantador sobre ese lugar. De entrada, est¨¢ en el l¨ªmite del continente. Y est¨¢ muy densamente construido, de arriba abajo. Es como si algo esencialmente americano hubiera llegado al borde del continente y se hubiera instalado all¨ª. Es un lugar esencialmente americano.
P. En Acci¨®n de
Gracias
Frank tiene 55 a?os y pasa, en su particular catalogaci¨®n de las fases de la vida adulta, del Periodo Permanente al Siguiente Nivel. ?En qu¨¦ periodo est¨¢ usted?
R. Espero que en el Siguiente Nivel. Espero que en el Nivel de la Aceptaci¨®n [se r¨ªe]. Y despu¨¦s no s¨¦ lo que hay. Yo, al igual que Frank, he tenido un peque?o coqueteo con la muerte este a?o.
P. ?De veras?
R. Tuve una enorme operaci¨®n quir¨²rgica en el cuello.
P. ?Un accidente?
R. No, pensaron que ten¨ªa linfoma. Pero no lo ten¨ªa. Y tuvieron que abrirme para averiguarlo [se pasa el pulgar de lado a lado del cuello]. Me hizo prestar atenci¨®n. Me hizo preguntarme: ?me est¨¢ gustando la vida lo suficiente? Porque puede que se vaya. Es lo que Frank aprende en la vida tambi¨¦n: el hecho de que la vida es valiosa.
P. La muerte est¨¢ bastante presente en
Acci¨®n de Gracias.
No s¨®lo en la enfermedad de Frank o en el frecuente recuerdo de su hijo muerto, tambi¨¦n hay un accidente, un entierro, una bomba, maridos muertos, disparos, un asesinato...
R. Y est¨¢ el espectro del 11 de septiembre que suceder¨¢ 11 meses despu¨¦s. No es un s¨ªmbolo de nada, es lo que hay. Es s¨®lo el hecho de que Am¨¦rica es una sociedad muy violenta. Cuando empec¨¦ a escribir sobre la Nueva Jersey del a?o 2000, cada vez que imaginaba una escena y pensaba cu¨¢l ser¨ªa el sonido ambiente, siempre hab¨ªa un coche de polic¨ªa. Es parte de la vida americana, estamos entumecidos por nuestra violencia, y por la violencia que estamos infligiendo a otros pa¨ªses. As¨ª que no era yo intentando se?alar algo. Era s¨®lo el paisaje. Era yo intentando que el paisaje de Acci¨®n de Gracias pareciera lo que es.
P. Escribi¨® la novela despu¨¦s del 11-S, pero decidi¨® situar la acci¨®n 10 meses antes. ?Demasiado pronto para afrontarlo?
R. S¨ª, lo era. S¨®lo este invierno he sido capaz de escribir de cosas que tienen que ver con el 11-S. Pretendo escribir un libro de relatos pol¨ªticos. Pero cuando empec¨¦ Acci¨®n de Gracias, que debi¨® de ser en 2002, estaba demasiado fresco el tema. Esos grandes sucesos necesitan asentarse, alejarse de la escena p¨²blica, para que una pieza de arte sobre ellos pueda resultar ¨²til. As¨ª que decid¨ª situarlo antes del 11-S, pero de alguna manera su sombra est¨¢ presente en el libro. Y esto es algo que captan los europeos, los americanos no. Los americanos son los seres menos pol¨ªticos del mundo.
P. De alguna manera, los europeos nos acercamos a la sociedad americana, tratamos de entenderla, a trav¨¦s de la ficci¨®n americana que consumimos. ?Es consciente de eso? ?Tiene en cuenta esa, digamos, responsabilidad?
R. S¨ª. Soy consciente de ello porque es la forma en que yo aprend¨ª sobre la sociedad europea. Leyendo a escritores europeos. De modo que soy consciente de esa responsabilidad. Pero tambi¨¦n lo soy de que nadie en Am¨¦rica va a leer mis libros en esos t¨¦rminos. La pol¨ªtica, para la mayor¨ªa de los americanos, no existe en el arte imaginativo. Para los europeos, s¨ª. Siempre han buscado en la literatura de ficci¨®n reflexiones sobre la sociedad.
P. Usted, como Frank, es dem¨®crata.
R. Lo era. Ya no lo soy. Aunque vot¨¦ por Obama. Pero no voy a ser m¨¢s un dem¨®crata. El Partido Dem¨®crata ni siquiera es un partido, est¨¢ resquebrajado.
P. ?Se abstendr¨¢ en noviembre?
R. No, no, no. Votar¨¦. Votar¨¦ a quien quiera que nominen los dem¨®cratas. Pero no quiero que me consideren uno de su partido. Porque si hubiera un tercer candidato que pensara que es bueno, incluso si hubiera un candidato republicano que yo creyera que es realmente bueno, algo altamente improbable, le votar¨ªa. Pero no volver¨¦ a ser un dem¨®crata nunca jam¨¢s en la vida. Son un pu?ado de mentirosos, un pu?ado de narcisistas, est¨¢n desorganizados, derrochan el dinero, son irresponsables y poco de fiar. No. Se acab¨®.
P. ?Y aun as¨ª votar¨¢?
R. Votar¨¦ porque soy un ciudadano. Un ciudadano patriota.
P. Dicen que siempre va a todas partes con un cuaderno.
R. ?Quiere que se lo ense?e? [saca un peque?o cuaderno del bolsillo de su abrigo].
P. Acumula apuntes en sus cuadernos que luego constituyen la materia prima de sus historias. ?Qu¨¦ tipo de cosas apunta estos d¨ªas?
R. Pues estoy escribiendo cuentos que tienen lugar en... Odio decir esto porque en realidad no es exacto.
P. ?Se refiere a la Nueva Orleans de despu¨¦s del Katrina, donde transcurre un relato suyo,
Leaving for Kenosha,
que se public¨® en el
The New Yorker
en marzo?
R. S¨ª. Y luego he escrito otro que transcurre tambi¨¦n en Nueva Orleans. Me interesan los efectos del desastre en las vidas de los seres humanos. C¨®mo los grandes desastres, como el hurac¨¢n Katrina o el 11-S, finalmente se las arreglan para atravesar las vidas de los individuos, en maneras que no son las evidentes. No estoy hablando de estr¨¦s postraum¨¢tico. Hablo de las peque?as o diminutas cosas a las que s¨®lo el arte puede llegar. Eso es lo que hace la ficci¨®n, intelectualmente. Es lo que hizo Ch¨¦jov, es lo que hace Saramago. Te ense?an las consecuencias inesperadas de las cosas. Y eso es lo que intento hacer yo.
P. Las notas de sus cuadernos, ?cu¨¢ndo se convierten en una novela y cu¨¢ndo en un cuento?
R. Lo decido desde el primer momento. Supongo que est¨¢ relacionado con cu¨¢nta paciencia o cu¨¢nta energ¨ªa tengo. Y cu¨¢nto deseo atarme a algo.
P. En su introducci¨®n al segundo tomo de su antolog¨ªa del cuento americano (The new Granta book of American short story,
Granta Books, 2007) dice que el car¨¢cter fundamental de los cuentos es la audacia. ?En qu¨¦ sentido lo dice?
R. Hablo de la audacia de decir al lector: "Deja lo que est¨¢s haciendo y participa de lo que yo he hecho. Aunque no sea m¨¢s que un relato breve, deja lo que est¨¢s haciendo y lee esto porque encontrar¨¢s algo que ser¨¢ valioso para ti el resto de tu vida". Eso es la audacia.
P. Tom¨® la decisi¨®n de convertirse en escritor un d¨ªa de enero de 1968, el mismo d¨ªa en que decidi¨® casarse con su mujer.
R. Exactamente. Yo estudiaba Derecho en Saint Louis y Kristina estaba en Nueva York. Fue una decisi¨®n en la que intervinieron la suerte y el amor. Me robaron del coche todos mis libros de Derecho unos d¨ªas antes de los ex¨¢menes. Estaba hundido. Ni se me hab¨ªa pasado por la cabeza abandonar la carrera de Derecho. Hab¨ªa trabajado duro para estar ah¨ª. Pero me robaron todos los libros. Y entonces me pregunt¨¦ si de verdad quer¨ªa hacer lo que estaba haciendo. Es como si el destino me brindara una segunda oportunidad para decidir. ?Qu¨¦ otra cosa podr¨ªa estar haciendo?, me pregunt¨¦. Y pens¨¦: podr¨ªa casarme con Kristina, mudarme a Nueva York, pasarlo bien e intentar ser un escritor. Fue un pu?ado de estrellas que se alinearon, algunas oscuras y otras brillantes. Y eleg¨ª la direcci¨®n de la estrella brillante, que era Kristina. Cuando decidimos casarnos fue como si la pista estuviera despejada para nosotros. Era algo irresistible, un momento liberador.
P. Usted es hijo ¨²nico. ?Le¨ªa mucho de ni?o?
R. No. No le¨ª pr¨¢cticamente nada hasta los 18 a?os. Soy disl¨¦xico. As¨ª que no era un gran lector. La dislexia es una condici¨®n que causa que la transferencia de la p¨¢gina al cerebro y del cerebro a la p¨¢gina se vea, en cierta forma, interrumpida o ralentizada. Y yo tengo eso. Del cerebro a la p¨¢gina todav¨ªa cometo errores ortogr¨¢ficos, invierto letras y ese tipo de cosas, pero no tiene nada que ver con mi capacidad de razonar ni de desarrollar l¨®gicas. Incluso creo que me ayuda a la hora de escribir. Me hace ser m¨¢s cuidadoso. Pero la dislexia me afecta en que me hace ser un lector lento. Leo mucho. Leo todo el tiempo, pero soy lento. Y s¨¦ que voy a llegar al final de mi vida sin haber le¨ªdo los libros que deb¨ªa haber le¨ªdo.
P. ?C¨®mo fue su ni?ez en Misisipi?
R. Fue maravillosa.
P. Pero su padre muri¨® cuando usted ten¨ªa 16 a?os.
R. As¨ª es. Muri¨® en mis brazos.
P. ?De verdad?
R. S¨ª. Tuvo un ataque al coraz¨®n en su cama. Le o¨ª jadear violentamente, buscando aire. Era de noche y me despert¨®. Fui corriendo a su habitaci¨®n.
P. ?Su madre no estaba all¨ª?
R. Estaba. Pero no dorm¨ªan en la misma habitaci¨®n. Mi padre era un t¨ªo grande, corpulento, veinte kilos m¨¢s pesado que yo. Ella fue a la habitaci¨®n de mi padre, y estaba aterrorizada. Entr¨¦ en la habitaci¨®n y ella estaba gritando el nombre de mi padre, gritando su nombre, gritando su nombre. Y ¨¦l no respond¨ªa. S¨®lo jadeaba, buscando aire desesperadamente. As¨ª que me sub¨ª a su cama, apoyado en mis manos y mis rodillas. Me abalanc¨¦ sobre ¨¦l, puse mis labios en los suyos y trat¨¦ de respirar en su boca. No s¨¦ por qu¨¦ hice eso, me pareci¨® lo adecuado. Pero ¨¦l expir¨® mientras estaba en mis brazos. Hasta entonces, la m¨ªa hab¨ªa sido una ni?ez maravillosa. Me quer¨ªan, yo les quer¨ªa, nadie abandon¨® a nadie, nadie se emborrachaba, nadie abusaba de nadie.
P. Y cuando muri¨® su padre usted se fue vivir con sus abuelos. El primero de su escalada de cambios de domicilio.
R. As¨ª es. Cuando mi padre muri¨®, mi madre cogi¨® un empleo. Y necesitaba alguien que cuidara de m¨ª porque me estaba convirtiendo en un chaval problem¨¢tico.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. Robaba coches, me peleaba, hac¨ªa carreras. Rob¨¢bamos coches para hacer carreras con ellos. La polic¨ªa ya me hab¨ªa pillado alguna vez antes de morir mi padre. Ya hab¨ªa estado ante el juez infantil, y me hab¨ªan encerrado.
P. ?Estuvo en la c¨¢rcel?
R. Bueno, durante el tiempo que tard¨® mi madre en venir a buscarme. Mi madre se dio cuenta de que yo no iba a ser capaz de controlarme solo. As¨ª que me mand¨® a Little Rock con sus padres, mis abuelos. Lo cual fue genial, porque eran muy permisivos. Ten¨ªan un hotel, un gran hotel como ¨¦ste en el que estamos. Yo era un adolescente viviendo en un hotel. Piense en lo que es eso.
P. ?Sigui¨® meti¨¦ndose en l¨ªos?
R. No. Me empec¨¦ a concentrar en otras cosas [se r¨ªe]. Las chicas empezaron a convertirse en algo mucho m¨¢s interesante para m¨ª que robar coches y hacer carreras. Hab¨ªa muchas chicas en el hotel. Hice muchas travesuras.
P. ?Cu¨¢nto tiempo pas¨® all¨ª?
R. Desde los 16. Y cuando fui a la universidad, en 1962, mi madre tambi¨¦n se hab¨ªa ido a vivir con sus padres y ese hotel se convirti¨® en el ¨²nico hogar de mi familia durante otros cinco a?os.
P. ?El haber tenido un hotel como hogar puede tener que ver con el hecho de que ahora reparta su vida entre tantas casas? Tiene residencias en Maine, en Nueva York, en Nueva Orleans y en Montana.
R. En Montana ya no. Pero en el resto, s¨ª. Aunque paso la mayor parte del tiempo en la costa de Maine. La casa en Nueva York es una locura. Es demasiado cara, me est¨¢ haciendo pobre. Antes de que termine el a?o quiero venderla.
P. ?En qu¨¦ lugar en el que no haya vivido fantasea con vivir?
R. Lo pondr¨¦ as¨ª: en lo que se ha convertido mi fantas¨ªa es en que, si los republicanos ganan las elecciones, nos vamos.
P. ?En serio?
R. Ya lo creo.
P. No parece descartable que ganen.
R. Da miedo, porque los dem¨®cratas se est¨¢n desmembrando. Veremos lo que pasa. Quedan siete mes. Entonces sabremos cu¨¢l es el destino de la naci¨®n.
P. ?Le da mucho miedo que McCain sea presidente?
R. Me da m¨¢s que miedo. Ser¨ªa un desastre. No s¨®lo para Am¨¦rica. Ser¨ªa un desastre para Am¨¦rica en relaci¨®n con el resto del mundo, ¨¦sa es la parte que me aterra m¨¢s. Nuestra relaci¨®n con aquellos pa¨ªses con los que tenemos todos los motivos para llevarnos bien. Y nuestra relaci¨®n con el mundo musulm¨¢n. Hemos quemado nuestros puentes all¨ª, y eso me aterra. No personalmente, no temo por mi vida. Me aterra de un modo espiritual. Las cosas que creo que mi pa¨ªs representa o deber¨ªa representar en el esp¨ªritu humano, las est¨¢ abandonando. Mi pa¨ªs se ha convertido en un pa¨ªs seudodemocr¨¢tico e imperialista. Hacemos cinco enemigos por cada amigo.
P. ?C¨®mo es un d¨ªa normal en su vida?
R. Es una pregunta interesante, porque no pienso en m¨ª mismo como alguien que tiene d¨ªas normales. Cuando escribo un libro me aseguro de tener el trabajo hecho en primer lugar. Todo lo dem¨¢s es secundario. Me siento a trabajar a las ocho de la ma?ana y trabajo hasta el mediod¨ªa. Y me vuelvo a sentar de dos a cinco. Eso es todo. Nunca trabajo de noche. Nunca trabajo si he bebido una copa. Esto dura unas seis semanas, y despu¨¦s se me acaba la gasolina y lo dejo durante un tiempo. As¨ª que realmente no tengo una vida normal. Alterno periodos de intensidad con periodos de, digamos, sorpresa. Pero me gusta trabajar. Me encanta levantarme por la ma?ana, sentarme en mi escritorio y trabajar. Es la cosa m¨¢s placentera del mundo. Nunca pens¨¦ que llegar¨ªa a decir esto, pero a medida que me hago mayor, ahora tengo 64 a?os, hay un mont¨®n de cosas que antes me distra¨ªan que ya no me distraen.
P. ?Tiene hobbies?
R. No. Aunque practico deportes, siempre lo he hecho. Juego al squash y levanto pesas en el gimnasio. Pero no tengo hobbies. Tengo una moto, y la conduzco. Pero no es realmente un hobby, es algo que poseo y hago. Me gusta ir a cazar aves en oto?o. Supongo que deber¨ªa incluir eso.
P. ?En un autor como usted pesan m¨¢s sus lectores en Estados Unidos o en Europa?
R. Para ser sincero, mis lectores europeos son m¨¢s importantes para m¨ª. Siento que es un privilegio ser le¨ªdo por europeos y por suramericanos, porque creo que son mejores lectores en general. Entienden el valor del arte en un escenario cultural complejo. Yo soy un americano, as¨ª que supongo que escribo para un lector americano. Pero, partiendo de lo que siento, creo que cumplo m¨¢s mi objetivo con el p¨²blico europeo. -
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