Con la furia de una tempestad
Est¨¢bamos avisados: Nick Cave se hab¨ªa negado a tocar ante un p¨²blico sentado e hizo cambiar el auditorio por el polideportivo. Quer¨ªa a su gente en posici¨®n de firmes para una propuesta m¨¢s descarnada. El piano y su oscuro pellejo l¨ªrico quedaron esta vez colgados en el armario. Las malignas semillas promet¨ªan tralla elegante, con clase. No defraudaron.
Nick Cave entr¨® en escena hambriento, batiendo espuelas; reci¨¦n salido de la jaula, como quien dice. Abri¨® con canciones de su ¨²ltimo disco sin prodigarse apenas en los teclados. Desenfund¨® la guitarra con Dig, Lazarus, Dig!!!! y empez¨® a sudar a partir de la poderosa Tupelo, una canci¨®n de hace m¨¢s de 20 a?os, en la que homenajea a Elvis mediante una catarsis tormentosa. No fue la ¨²nica canci¨®n m¨ªtica de Cave: intercal¨® composiciones antiguas (The ship song, Your funeral, my trial...), con otras recientes como Hold on to yourself, momentos ¨¢lgidos de la noche todos ellos.
NICK CAVE & THE BAD SEEDS
Polideportivo Jos¨¦ Antonio Gaska. San Sebasti¨¢n, 24 de abril.
El australiano, que en piezas como More news from nowhere es capaz de empastar m¨¢s palabras en una sola canci¨®n que muchos de los cantantes contempor¨¢neos en todo un disco, desgran¨® su rosario de historias con nudo y desenlace, haciendo propia a su manera la filosof¨ªa de Tom Waits. A saber: que una buena canci¨®n ha de contar con el nombre de una ciudad (o de una mujer), con un clima determinado y con algo de comer o de beber, por si a uno le entra la p¨¢jara mientras la escucha.
Nick Cave salt¨®, se cimbre¨®, predic¨®, susurr¨®, grit¨®, bail¨® al filo del escenario, mand¨® callar (al p¨²blico y a su propia banda, cuando ¨¦l mismo no acert¨® con el tono), se arrodill¨®, suplic¨®, se?al¨® con el dedo, cabalg¨® a lomos de caballos apocal¨ªpticos, amag¨® patadas y sexo, y farfull¨® palabras en espa?ol ("?c¨®mo se dice storm?"; "?Tempesto!"), para acabar convocando a fantasmas b¨ªblicos, monstruos y derviches alucinados, aleteando como el cuervo inquieto que es. Muri¨® y resucit¨® varias veces, en definitiva, incluso en el intervalo de una canci¨®n.
Tras dos horas largas de concierto, cerr¨® el segundo bis arropado por la recia pantalla sonora de las dos bater¨ªas con las que cont¨® sobre el escenario -pero de las que no abus¨®-, y recuper¨® una versi¨®n de Wanted man, legendario tema que Bob Dylan escribiese junto con Johnny Cash, uno de los h¨¦roes confesos de Cave ("no se puede reemplazar a Johnny Cash, eso es lo triste del asunto"). Parte de la audiencia que hab¨ªa pagado religiosamente los 37 euros de la entrada era talludita, lo cual facilit¨® que los treinta?eros pas¨¢semos por juveniles, cosa de agradecer.
Cumplido el rito, cada uno de nosotros se dirigi¨® satisfecho hacia su propia jaula, redimido y creyente. En la cueva y en el cuervo. En ellos creemos.
Harkaitz Cano es escritor. Ha publicado El filo de la hierba (Roca).
Babelia
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