Una dama 'en su lugar descanso'
Estas dos an¨¦cdotas de militares son ciertas porque las conozco de primera mano. Durante el breve mandato del presidente Calvo Sotelo, cada vez que un general entraba en su despacho de La Moncloa y se cuadraba r¨ªgidamente, Calvo Sotelo le dec¨ªa con amabilidad: "Descanse...". Y los generales se refer¨ªan a ¨¦l diciendo sencillamente: "?Bah!...". Cada vez que un alto militar entraba en el despacho cuando mandaba Su¨¢rez y se pon¨ªan firmes ante ¨¦l, Su¨¢rez le hablaba manteni¨¦ndole un tiempo en esa posici¨®n. Los generales sol¨ªan decir: "?Es un t¨ªo cojonudo!".
Casi sin excepciones, la alta clase militar admira la disciplina, el orden y la sensaci¨®n de hombr¨ªa. Valora cada palabra, cada gesto, y no suele tolerar fallos de imagen. Si un ministro no se gana instintivamente su respeto, lleva mal camino. Como le ocurri¨® a Narc¨ªs Serra, de quien presenci¨¦ un hecho en la Brigada Paracaidista. En una solemne reuni¨®n de todos los mandos, el ministro empez¨® diciendo: "Se?ores generales, jefes y oficiales...", como es normal. Pero los suboficiales, al fondo de la sala, dijeron en voz alta: "Con nosotros no va", y se marcharon ostensiblemente, sin que sonara una orden en contra. Al contrario, Serra, con educaci¨®n, les rog¨® que se quedaran.
Pese a ello, el ministro Narc¨ªs, con su mano izquierda y la ayuda impagable de Reverter, consigui¨® hacer lo que Aza?a no pudo de ning¨²n modo, que era reducir el n¨²mero de mandos militares. Sin duda consigui¨® m¨¢s con afabilidad que con gritos, pero me temo que, al no acertar en algunas costumbres que para los militares son sagradas, su vida ministerial tuvo mucho de calvario.
La nueva y joven ministra tambi¨¦n debe de tener mucha mano izquierda, porque de lo contrario no la hubiesen nombrado, y adem¨¢s posee sobre Narc¨ªs Serra una gran ventaja, que es su sonrisa. Creo que todos los generales, al verla joven, agraciada y encima a punto de ser madre, sintieron el impulso de protegerla, lo que ya es una excelente entrada. Espero que, adem¨¢s, sientan el impulso de obedecerla.
No es una situaci¨®n f¨¢cil, porque nunca una mujer, en Espa?a, hab¨ªa tenido delante un ej¨¦rcito. Y fuera de aqu¨ª s¨®lo dos pa¨ªses, Chile y Francia.
Pero se dan tres circunstancias que pueden favorecer la empresa: los militares poseen ya una formaci¨®n democr¨¢tica y encima tienen como mando al Rey; nuestro personal militar es corto en n¨²mero, y adem¨¢s Carme Chac¨®n ha tenido el acierto de decir que intentar¨¢ unir sociedad y ej¨¦rcito. Es algo que de verdad no s¨¦ si se ha conseguido alguna vez.
Nuestras tropas son cortas en n¨²mero por una sencilla raz¨®n: de cada siete soldados s¨®lo puede combatir realmente uno, dada la complejidad de la guerra moderna. Pi¨¦nsese en los elementales servicios de sanidad, intendencia, ingenieros -que no suelen estar en primera l¨ªnea- reparaciones (tanques, camiones) y hasta las oficinas de plana mayor, sin cuyos datos no habr¨ªa referencias cre¨ªbles, y con misiones tan l¨®gicas y humanas como identificar los muertos y controlar sus sepulturas. Es decir, nuestro Ej¨¦rcito no presenta en n¨²mero una extrema complejidad, y supongo que tampoco puede presentarla.
En cambio, nunca ha estado unido realmente a la sociedad, y me temo que sigue sin estarlo. Cuando en Espa?a exist¨ªa el servicio militar obligatorio y todo el mundo pasaba por el cuartel, el ej¨¦rcito era el pueblo, porque se nutr¨ªa de ¨¦l, pero nunca lo fue realmente: al contrario, durante a?os y a?os fueron enemigos.
Hoy, con unas fuerzas estrictamente profesionales, y a veces formadas por extranjeros -porque aqu¨ª no hay reclutas suficientes-, el ej¨¦rcito no es el pueblo. Incluso no se habla de ¨¦l -mejor, porque eso significa paz- y no se ven ni uniformes. Pero una sociedad no puede crear una raza de centuriones ni puede habitar un planeta distinto del que habitan sus gentes de armas.
Por eso la nueva ministra se ha impuesto una noble misi¨®n que cumplir, y por eso nos hace tanta falta que tenga suerte. Si las cosas es mejor hacerlas con una sonrisa, al menos la sonrisa la tiene.
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