Gestos
Cuando se habla de secuestros internacionales se acaba hablando de Mulay Hamid el Raisuli. Le llamaban sult¨¢n de los bereberes y el ¨²ltimo pirata, y en 1904 secuestr¨® en T¨¢nger a un millonario, Ion Perdicaris. Raisuli pidi¨® al sult¨¢n de Marruecos un rescate de 70.000 d¨®lares en oro. El presidente de EE UU, Teddy Roosevelt, convencido de que Perdicaris era ciudadano estadounidense (en realidad, era griego), orden¨® al sult¨¢n que pagara. Pero hizo algo m¨¢s. Envi¨® buques de guerra a la costa marroqu¨ª e hizo llegar a su c¨®nsul en T¨¢nger un telegrama escueto: "Este Gobierno quiere a Perdicaris vivo, o a Raisuli muerto".
Perdicaris fue liberado de inmediato. El pago del rescate se disimul¨®, y la prensa no habl¨® apenas de que, pese a los barcos, resultaba imposible liberar por la fuerza a Perdicaris. La amenaza estaba dirigida en realidad a quien deb¨ªa pagar, el sult¨¢n de Marruecos. Cuestiones secundarias, porque lo que pas¨® a la historia fue el env¨ªo de los buques y el texto del telegrama. A partir de ese momento, el mundo supo que secuestrar, da?ar o matar a un estadounidense pod¨ªa comportar problemas graves.
Hace unas semanas, cuando piratas somal¨ªes secuestraron el yate franc¨¦s Le Ponant, un maravilloso velero de 88 metros y tres palos, Sarkozy pag¨®. Envi¨® adem¨¢s comandos a la zona y varios de los piratas fueron detenidos o muertos. Un asunto poco edificante. El mensaje, sin embargo, lleg¨® di¨¢fano. Y sigue siendo di¨¢fano: atacar a ciudadanos o intereses franceses puede salir caro; atacar a espa?oles, en cambio, es buen negocio.
Volviendo al secuestro de Perdicaris, Hollywood abord¨® el tema en 1975. El anciano griego fue sustituido por Candice Bergen y el bandido fue interpretado por Sean Connery. En el gui¨®n hubo que incluir una invasi¨®n, porque los americanos que ten¨ªan noticia del caso estaban convencidos de que Roosevelt hab¨ªa invadido Marruecos para resolver el secuestro. S¨®lo mand¨® unos barcos y una amenaza. Pero los gestos son muy importantes.
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