?La fiesta del 'precariado'?
Hace ya a?os, la Fundaci¨®n Friedrich Ebert, vinculada al partido socialdem¨®crata alem¨¢n y para nada susceptible de ser tachada de radicalismo alternativo, public¨® un estudio, Sociedad en proceso de reforma, en el que utilizaba el t¨¦rmino Prekariat para referirse a los grandes cambios que se estaban produciendo en un mercado de trabajo que ha ido transformando a los asalariados estables en trabajadores permanentemente en precario. Si buscamos en fuentes autorizadas, encontramos "inseguro, apurado, escaso,... se aplica a la manera de estar en un cargo o situaci¨®n cuando no se est¨¢ con plena seguridad o derecho" (Diccionario Mar¨ªa Moliner). El t¨¦rmino hab¨ªa sido ya utilizado por un grupo de activistas italianos vinculados al movimiento libertario y fue despu¨¦s popularizado a trav¨¦s del F¨®rum Social Europeo. Hoy la expresi¨®n nos recuerda la proliferaci¨®n casi estructural de formas de vinculaci¨®n laboral que poco tienen que ver con lo que conoc¨ªamos en plena ¨¦poca fordista.
La precariedad no se regularizar¨¢ sin trabajar en la transformaci¨®n del sistema que la ha generado
Hace pocos d¨ªas la consejera de Trabajo, Mar Serna, expresaba, con raz¨®n, sus temores ante una progresiva dualizaci¨®n del mercado de trabajo. No hay duda de que Espa?a ocupa el primer lugar en Europa en el n¨²mero de trabajadores temporales. Hace un par de a?os, un estudio de ESADE (Ana Laborda) informaba de que si bien tenemos uno de cada 10 trabajadores de la Uni¨®n Europea, concentramos uno de cada cuatro de los trabajadores temporales. No descubrimos nada si examinamos el muy desigual nivel de sindicaci¨®n que se da por sectores, por edades o por or¨ªgenes, lo que sin duda redunda en diferentes niveles de protecci¨®n. En efecto, los sindicatos han visto debilitada su presencia en las nuevas formas de contrataci¨®n, por el incremento de las llamadas formas especiales de empleo y la inestabilidad y la movilidad que ello comporta para los trabajadores, por la disgregaci¨®n de los colectivos de trabajo, por la rotaci¨®n contractual, el miedo a la no renovaci¨®n del contrato en caso de mostrar voluntad reivindicativa y tambi¨¦n por lo dif¨ªcil que es incorporar sindicalmente a los trabajadores precarios en un contexto de crisis de las garant¨ªas colectivas en el mundo del trabajo. Hemos asistido a una lenta pero persistente revisi¨®n del modelo de empleo "para toda la vida" con contrato indefinido a tiempo completo y de las carreras de larga duraci¨®n en el seno de las empresas, un modelo que promet¨ªa una movilidad social ascendente. Hoy es la progresi¨®n constante de las llamadas "formas flexibles de empleo" lo que caracteriza el nuevo acceso en el mercado de trabajo. No es, pues, extra?o que hayan ido apareciendo formas de lucha de los colectivos m¨¢s vulnerables (trabajadores de comida r¨¢pida, del comercio o de la limpieza, becarios...), con estructuras que incluyen afiliados y no afiliados, mezclando sectores y organizaciones. Sin duda, los sindicatos han de ir incorporando esas nuevas realidades, evitando el enquistamiento que puede provocar la propia fuerza interna de colectivos muy sindicalizados y asimismo muy protegidos de la temporalidad.
Hay muchas formas de precariedad. La brevedad del contrato, la constante rotaci¨®n de tareas, la desconexi¨®n entre formaci¨®n y empleo, con la infravalorizaci¨®n que ello supone, y la frecuente combinaci¨®n de temporalidad y bajos salarios se mezclan de manera muy diversa. Todo ello genera que bajo el paraguas de la precariedad podamos encontrar tanto personas con formaci¨®n de posgrado relativamente satisfechas por la flexibilidad que tienen a pesar de la temporalidad de sus v¨ªnculos, junto a aquel otro que siente frustraci¨®n por recibir un salario casi m¨ªnimo cuando contaba con una formaci¨®n que le hab¨ªa generado otras expectativas, y junto a ellos, un inmigrante con contratos de semana en labores de construcci¨®n o limpieza, y un joven que sirve en una hamburgueser¨ªa o est¨¢ en la caja de una cadena de supermercados. Todo ello agravado por razones de sexo, de edad o de origen.
Los alemanes hablan de una combinaci¨®n de resignaci¨®n y de falta de expectativas cuando se refieren al abgeh?ngtes Prekariat, una especie de precario dependiente o desconectado que, a pesar de la aparente contradicci¨®n que encierra la expresi¨®n, muestra la idea de exclusi¨®n y de ruptura de futuro que todo ello puede encerrar para quienes menos recursos formativos tengan para resistir esa flexibilidad sin seguridad. Antiguamente, el precario era aquel que rezaba (del lat¨ªn prece). Seguramente, hoy la gran cantidad de precarios que pueblan nuestras ciudades, sea porque trabajan con contratos temporales, sea porque est¨¢n endeudados de manera muy notable y son por tanto muy vulnerables ante el futuro, mantienen esa parte de esperanza, de fe, pero tambi¨¦n de impotencia, que deja en manos del externo al que se reza la propia suerte. En este capitalismo financiero, mucho m¨¢s interesado por el consumo que por la producci¨®n, el precariado empieza a ser algo existencial y por tanto generalizado. Se esta convirtiendo en una condici¨®n estructural que refleja la nueva relaci¨®n entre capital y trabajo inmaterial, y de esta manera se extiende a ¨¢mbitos no estrictamente laborales, afectando tanto a los que ya son precarios como a aquellos que pueden serlo. Ser¨¢ preciso buscar nuevas respuestas pol¨ªticas a esa nueva realidad estructural. Es cada vez m¨¢s dif¨ªcil valorar la labor de personas que desempe?an trabajos de fuerte contenido inmaterial, e incluso la propia definici¨®n de productividad se complica. Por ello, se refuerza la idea de una renta b¨¢sica como garant¨ªa m¨ªnima, que logre recuperar la idea que la nueva productividad depende m¨¢s de la cooperaci¨®n que de la jerarqu¨ªa y de la competencia. No basta con regular la precariedad si no nos planteamos trabajar en la transformaci¨®n del sistema que la ha generado.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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