Nuestro monstruo
Uno de estos d¨ªas Canal Sur pod¨ªa proyectar El hombre elefante, de David Lynch, porque ser¨ªa un buen contrapunto al tratamiento que todos los medios de comunicaci¨®n, sin excepci¨®n, han dado a la historia del austriaco Josef Fritzl, bautizado por los propios medios como "el monstruo de Amstetten". El problema est¨¢ en esa palabra, "el monstruo". La he o¨ªdo y le¨ªdo hasta en los foros en principio m¨¢s ajenos al mal periodismo, el del tratamiento morboso, superficial y simplificador de estos casos que, de manera recurrente, ponen en entredicho la buena conciencia de nuestras sociedades. En esta ocasi¨®n, el recurso a las palabras gruesas ha sido un¨¢nime y no puede confinarse en el territorio del sensacionalismo.
Los medios de comunicaci¨®n han situado los hechos cometidos por Josef Fritzl lo m¨¢s lejos posible de nuestras vidas: Fritzl es un monstruo que no pertenece a la especie humana porque su conducta s¨®lo se entiende como resultado de un grav¨ªsimo trastorno mental, como un comportamiento no humano que los dem¨¢s, los verdaderamente humanos, no podemos ni siquiera entender. Fritzl es de otra naturaleza que, parad¨®jicamente, nos confirma en nuestra buena salud mental y social. Todo lo que no podemos reconocer que somos capaces de hacer es considerado ajeno, patol¨®gico y monstruoso, es s¨®lo suyo. La posibilidad de que, como dec¨ªa Fritz Lang (a prop¨®sito de M, el vampiro de Dusseldorf), dentro de cada uno de nosotros pueda haber un asesino, no entra en nuestros c¨¢lculos.
El caso Fritzl, sin embargo, desmonta de un plumazo todo ese artefacto ideol¨®gico. Estamos ante un individuo malvado que ha planeado con una inteligencia nada corrupta todos los extremos de su conducta criminal. Eso es lo que nos resulta intolerable: el reconocimiento de que la conducta criminal, incluso en grados tan extremos como ¨¦ste, no es una excepci¨®n en los h¨¢bitos de la especie, sino una constante terca y terrible. Pero los medios de comunicaci¨®n, con ese regocijo medi¨¢tico en la exhibici¨®n del monstruo (lo hemos visto ya hasta en tanga), trabajan en el sentido contrario.
El neuropsiquiatra Fern¨¢ndez Liria describ¨ªa muy bien el mi¨¦rcoles pasado en este peri¨®dico el riesgo que supone para la conciencia colectiva esta manera de entenderse con la maldad humana, que existe: "empezamos a querer ver enfermos mentales donde s¨®lo hay malvados y acabamos viendo malvados donde s¨®lo hay enfermos mentales". Hay que estar atentos: en tiempos de crisis social y econ¨®mica, estos recursos falaces suelen concitar una adhesi¨®n inquebrantable.
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