No nos perdamos lo mejor
"Y una larga memoria, de la que ya nunca nadie podr¨¢ tener noticia, errar¨¢ escrita por los aires, definitivamente extraviada, definitivamente perdida". Con estas palabras abr¨ªa Rafael Alberti su Arboleda perdida, su libro de memorias, significando su intenci¨®n de preservar con ellas su existencia y compartirla con los dem¨¢s m¨¢s all¨¢ de su vida. Buena parte de lo mejor de la memoria de los hombres, de la memoria de la humanidad, lo preserva la escritura, la literatura, el ensayo, sujetos a un proceso inexorable de olvido y de extrav¨ªo merced a una selecci¨®n que a trav¨¦s de los a?os termina por ignorar el grueso de lo que se escribi¨® y public¨®. Un proceso por otro lado natural, y en gran parte saludable, pues nuestra vida es breve y podemos leer s¨®lo cierta cantidad de cosas, pero en el cual existe el riesgo de perderse lo mejor.
Se da la paradoja de que en nuestras sociedades, m¨¢s ricas y m¨¢s cultas que nunca, con un acceso a la lectura por parte de las mayor¨ªas inimaginable en el pasado, ese riesgo de perdernos lo mejor cobra forma y se plasma en algunos hechos preocupantes: cada vez se edita m¨¢s, pero mucho de lo que se edita merecer¨ªa no ser publicado, al mismo tiempo que hay demasiadas obras importantes que permanecen en el olvido, o nunca se traducen o, cuando se editan, pasan desapercibidas. Las encuestas nos dicen que cada vez se lee un poco m¨¢s, pero no s¨®lo no se lee mejor, sino, con demasiada frecuencia, peor. No hay nada malo, naturalmente, en leer best sellers, lo malo es dejarse sin leer lo mejor.
La cultura editorial de un pa¨ªs dice mucho de ese pa¨ªs, pues es al mismo tiempo resultado y condicionante de la lectura de sus ciudadanos, y es indudable que el vigor de la edici¨®n independiente determina en buena parte la calidad y la riqueza de esa cultura. Pero ¨¦sta no es una consideraci¨®n abstracta: nuestra vida puede ser mucho mejor si leemos bien, si leemos lo mejor. Emerson hablaba, en un inolvidable ensayo, sobre la posibilidad que nos brinda el hacernos con una buena biblioteca, de rodearnos, en nuestra propia casa, de un elenco de amigos elegidos entre lo mejor de la humanidad, e invitarlos a permanecer con nosotros para siempre, siempre callados hasta que les requiramos que nos cuenten algo, con la garant¨ªa de que se callar¨¢n otra vez en cuanto queramos: nunca nos molestar¨¢n, pero nos dar¨¢n lo mejor de s¨ª mismos.
En esta tarea de elecci¨®n nos ayudar¨¢n siempre los buenos libreros, cuya compa?¨ªa conviene frecuentar, los buenos cr¨ªticos, a quienes conviene leer, y las buenas editoriales, aquellas que m¨¢s nos interesan, a las que conviene identificar.
La buena edici¨®n independiente s¨ª, aunque, claro est¨¢, no s¨®lo y no toda. Existen excelentes editores que trabajan en grandes empresas editoriales en las que subsisten buenos sellos, y existen muchas peque?as editoriales sin inter¨¦s. La cuesti¨®n estriba en la defensa de valores como la calidad y la coherencia del cat¨¢logo y de las traducciones, y el cuidado material de la edici¨®n.
Pero puesto que las leyes implacables de la competencia nos igualan a todos, la vida de los sellos independientes depende decisivamente de que los libreros y los lectores sepan de nuestra existencia y cuenten con nosotros en esa hermosa, ardua y desigual batalla contra el olvido de lo mejor.
Javier Santill¨¢n es el responsable de la editorial Gadir.
Babelia
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