La mala fama de ?frica
Tienen raz¨®n las voces africanas, incluida la del antiguo secretario general de la ONU, Kofi Annan, cuando afirman que la inacci¨®n de los vecinos de Zimbabue, y especialmente la de Sur¨¢frica, ante los desmanes de Robert Mugabe no s¨®lo contribuye a prolongar la agon¨ªa de la antigua Rodesia, sino que constituye un bald¨®n para todo el continente, que afectar¨¢ durante mucho tiempo a la reputaci¨®n de ?frica en el mundo.
El martes se cumpli¨® un mes de la celebraci¨®n de las elecciones presidenciales, y los resultados siguen sin hacerse p¨²blicos. Mientras, los matones del ZANU-PF, el partido del d¨¦spota en el poder desde la independencia en 1980, y los servicios de seguridad contin¨²an su campa?a de intimidaci¨®n en los distritos rurales, hasta ahora feudo de Mugabe, que se atrevieron a votar por el Movimiento para el Cambio Democr¨¢tico (MDC) de Morgan Tsvangirai. La asociaci¨®n de m¨¦dicos para la defensa de los derechos humanos y Human Rights Watch han documentado m¨¢s de 380 violaciones de derechos humanos en el ¨²ltimo mes. Los m¨¦todos utilizados ahora -palizas nocturnas y amenazas a la vida de los disidentes- son los mismos que los usados en las elecciones trucadas de hace seis y ocho a?os, que, naturalmente, terminaron con la victoria de Mugabe.
La actitud de Mbeki es sangrante si se tiene en cuenta la capacidad de presi¨®n de Sur¨¢frica
El MDC afirma que 15 de sus miembros han sido asesinados por los matones del partido y los servicios secretos. No es de extra?ar, pues, que el terror y el hundimiento total de la econom¨ªa, con una inflaci¨®n en febrero del 168.000% y un 80% de desempleo, hayan producido una di¨¢spora de cuatro millones de zimbabuenses. El pa¨ªs con m¨¢s inflaci¨®n tras Zimbabue es Myanmar, la antigua Birmania, y su ¨ªndice el pasado a?o alcanz¨® el 40%.
En realidad, la ¨²nica buena noticia de las ¨²ltimas semanas se produjo el s¨¢bado cuando Angola se neg¨® a permitir el desembarco en Luanda de un cargamento de 77 toneladas de armas chinas con destino a Zimbabue -rifles de asalto, morteros, granadas y tres millones de rondas de munici¨®n ligera- y Pek¨ªn orden¨® el regreso a China del barco de la verg¨¹enza, como se le bautiz¨® en ?frica meridional, como gesto para mitigar la mala imagen generada por la represi¨®n en T¨ªbet.
Mugabe, que una vez se defini¨® como el Hitler negro por su obsesi¨®n freudiana por el poder absoluto, es el ¨²nico causante de la tragedia humana y la ruina econ¨®mica que afectan a lo que fue en su d¨ªa uno de los pa¨ªses m¨¢s ricos y pr¨®speros de ?frica. Pero hay quien, por omisi¨®n o silencio, contribuye a esa tragedia y causa importantes da?os colaterales.
Y la palma de esos da?os colaterales se la lleva Thabo Mbeki, el presidente surafricano, cuya pol¨ªtica de diplomacia callada con Mugabe, criticada incluso por el nuevo presidente del Congreso Nacional Africano y posible sucesor de Mbeki, Jacob Zuma, ha constituido un sonoro fracaso. Mbeki asombr¨® al mundo hace un par de semanas cuando, despu¨¦s de reunirse en Harare con Mugabe, afirm¨® que ?no hab¨ªa crisis en Zimbabue!, sino, simplemente, problemas en el recuento electoral. Su reacci¨®n, adem¨¢s de ser un insulto a la inteligencia, pone de relieve la dificultad de reciclar a antiguos jefes guerrilleros como Mbeki, que dirigi¨® la rama militar del Congreso Nacional Africano, y Mugabe. Lo que la guerrilla uni¨® en el pasado que no lo separe la democracia en el presente.
La actitud de Mbeki es particularmente sangrante, si se tiene en cuenta la capacidad de presi¨®n que Sur¨¢frica, el pa¨ªs m¨¢s poderoso de ?frica y principal receptor de las exportaciones de Zimbabue, tiene sobre su vecino del norte, presi¨®n que el sucesor de Nelson Mandela en Pretoria -cualquier parecido con su antecesor es pura coincidencia- se niega a ejercer, no sea que le acusen de connivencia con la antigua potencia colonial, el Reino Unido, o de someterse a los dictados del Gran Sat¨¢n, Estados Unidos, ambos patrocinadores de la imposici¨®n de sanciones efectivas contra el r¨¦gimen de Mugabe.
La situaci¨®n en Zimbabue ha comenzado a ser debatida en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el martes. Pero abandonemos toda esperanza de una decisi¨®n r¨¢pida del organismo internacional. No es su estilo y, adem¨¢s, Sur¨¢frica ostenta la presidencia de turno del alto organismo internacional. Como bien se preguntaba el semanario The Economist recientemente, "?Puede Thabo Mbeki verdaderamente creer que no existe ninguna crisis en Zimbabue? Si es as¨ª, habr¨¢ que concluir que tambi¨¦n existe una crisis en Sur¨¢frica: una crisis moral".
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