La abulia
La proximidad de los Juegos Ol¨ªmpicos acent¨²a la abulia mental de las democracias occidentales. Frente a las potencias excomunistas predomina la incoherencia: los diplom¨¢ticos no saben a qui¨¦n dirigirse, ni los expertos de qu¨¦ reg¨ªmenes est¨¢n hablando. La brutal represi¨®n de los monjes y de los civiles laicos en el T¨ªbet ha conmocionado a la opini¨®n mundial, pero tambi¨¦n acelera la danza del vientre de nuestras ¨¦lites ante las autoridades chinas. ?Ir¨¢n o no ir¨¢n? Muchos l¨ªderes descubren de repente que tienen la agenda demasiado ocupada para ir a la inauguraci¨®n solemne de los Juegos Ol¨ªmpicos. Sin embargo, s¨®lo algunos responsables -polacos, checos, b¨²lgaros- se atreven a proclamar que boicotear¨¢n esta apertura pol¨ªtica de dimensiones planetarias, la cual corona un r¨¦gimen que se burla de los derechos humanos. Predomina mayoritariamente la hipocres¨ªa, y las "excusas" ins¨ªpidas amplificadas por Francia no honran a nadie. Entre el respeto que rodea a la llama ol¨ªmpica y el debido a los asesinados y torturados de Lhasa los pol¨ªticos parisienses ya han elegido, con el riesgo de pillar desprevenida a la diplomacia local y mundial.
Si no se produce un cambio sustancial hay que boicotear la apertura de los Juegos
Las canciller¨ªas est¨¢n desconcertadas desde la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico y la apertura de China a la econom¨ªa de mercado. Unas veces apuestan por el momento insuperable y el fin de la historia -es decir, la historia de los grandes conflictos y de los grandes desaf¨ªos- y otras temen una nueva guerra fr¨ªa y ya no saben a qu¨¦ santo encomendarse. Hace poco, George W. Bush ve¨ªa el azul del cielo en las pupilas de Putin, el good guy, y ahora el no menos "republicano" candidato McCain tan s¨®lo distingue tres iniciales cuyo recuerdo es siniestro: KGB. En otro tiempo, Tony Blair bendijo a Vlad¨ªmir Vladimirovitch aun antes de ser elegido y, m¨¢s recientemente, tras el asesinato nuclear del disidente Litvinenko en Londres, abandon¨® el 10 de Downing Street muy molesto con el Kremlin. Berlusconi, que no desperdicia ninguna ocasi¨®n para invitar a su amigo venido del fr¨ªo, hab¨ªa jurado ser m¨¢s cr¨ªtico en la intimidad de lo que era Chirac. Hoy se reproducen las mismas dudas en torno a China, a la que cortejamos y a la vez tememos. La emergente tercera potencia mundial -1.300 millones de habitantes- fascina por lo mejor y lo peor.
Los trabajos gigantescos -fara¨®nicos- que convierten Pek¨ªn en capital ol¨ªmpica nos dejan at¨®nitos y deslumbrados. Tres decenios despu¨¦s de haber enterrado el modelo econ¨®mico marxista, China festeja su incre¨ªble mutaci¨®n. Como Jap¨®n y Alemania a principios del siglo XX, la modernizaci¨®n y la mundializaci¨®n del pa¨ªs queman etapas a gran velocidad. Con la inauditaceleridad de las t¨¦cnicas industriales y financieras del siglo XXI, sumadas a la brutalidad inhumana de las grandes obras del comunismo de otros tiempos, se produce el milagro en mundovisi¨®n. Admiramos los rascacielos erigidos en un santiam¨¦n, pero olvidamos los millones de campesinos agotados, demacrados, encargados de renovar la capital, donde se pudren antes de ser despedidos una vez acabada la gran obra. La construcci¨®n no es la ¨²nica en ser fara¨®nica, lo es tambi¨¦n toda la estructura social del pa¨ªs m¨¢s grande del mundo. En la cumbre reina un fara¨®n colectivo, el Partido Comunista Chino, cuyos clanes dirigentes saldan sus cuentas protegidos de las miradas. En la base, mil millones de obreros y de campesinos desprovistos de derechos elementales, poblaci¨®n de siervos y de esclavos modernos. Entre ambos, una clase media en plena expansi¨®n se beneficia de una nueva y fr¨¢gil prosperidad que, salvo admirable excepci¨®n, es dada antes a la docilidad pol¨ªtica que a la reivindicaci¨®n de las libertades "burguesas" fundamentales.
?S¨ª a la modernizaci¨®n! ?No a la democratizaci¨®n! Tal es la l¨ªnea directriz del fara¨®n chino, inaugurada en 1989 con la represi¨®n sanguinaria de Tiananmen con sus miles de estudiantes ejecutados, torturados, deportados. Tal es la respuesta dada en cada protesta a los huelguistas temerarios y campesinos sublevados, as¨ª como a los intelectuales disidentes, a los internautas imprudentes y a los monjes del T¨ªbet. China ya no es un Estado totalitario en el sentido estalinista o mao¨ªsta del t¨¦rmino, sino una dictadura posmoderna sin ideolog¨ªa: cerca de 10.000 ejecuciones capitales al a?o, seg¨²n dicen, y el reembolso al Estado de las balas disparadas en la nuca de sus pr¨®jimos corre a cargo de las familias. La ¨¦lite en el poder ya no se sacrifica por las ilusiones dogm¨¢ticas, quiere enriquecerse y conservar el poder, acepta el mercado y la mundializaci¨®n pero no los controles, ni los contra poderes, ni las exigencias de transparencia propias de las democracias liberales.
Los milagros econ¨®micos no engendran autom¨¢ticamente milagros democr¨¢ticos, ni protegen de las derivas chovinistas y militaristas. El ejemplo de Jap¨®n y de Alemania entre 1900 y 1940 deber¨ªa refrescar la memoria de los diplom¨¢ticos amn¨¦sicos. La inmensa China se encuentra en la encrucijada, y los elogios no la ayudan.
Medio siglo de cat¨¢strofes comunistas sufridas e infligidas ha convertido a los invencibles de Pek¨ªn en unos ultra c¨ªnicos, sin escr¨²pulos e insensibles al bien y al mal. No les preocupa ni la libertad de expresi¨®n de sus compatriotas, ni los buenos sentimientos con los que sus interlocutores occidentales adornan sus invitaciones a comportarse mejor. Basta ya de falsa inocencia, nuestra coexistencia necesaria con el gigante asi¨¢tico no se fundar¨¢ ni sobre el desprecio ni sobre la complacencia. Las dictaduras posmodernas s¨®lo entienden el toma y daca, as¨ª que no hay raz¨®n alguna para concederle a Pek¨ªn los m¨¦ritos de una inauguraci¨®n hist¨®rica y mundial mientras Lhasa padece a puerta cerrada. Pol¨ªticos: si no hay cambios importantes a partir de ahora, ?repudiad la apertura demasiado politizada de los Juegos Ol¨ªmpicos y buscad el coraje, la lucidez y la dignidad para explicar el porqu¨¦! La prueba de que los dirigentes chinos no son insensibles a las presiones, es que ya han empezado a modificar su vocabulario. Ellos que hace poco denunciaban a la camarilla del Dalai Lama y sus complots, tienen previsto ahora recibir a sus emisarios. ?Es un enga?o para aliviar la mala conciencia de los diplom¨¢ticos? ?O es un primer paso?
Andr¨¦ Glucksman es fil¨®sofo franc¨¦s. Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons
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