Bocazas
Hoy se sabr¨¢ qui¨¦n es el nuevo alcalde de Londres. Hace a?os conoc¨ª, superficialmente, a los dos candidatos. El radical Ken Livingstone pululaba por la periferia extrema del laborismo; Tony Blair, por entonces un simple diputado prometedor, le odiaba mucho m¨¢s que a Thatcher. Red Ken era honesto, sectario y antip¨¢tico. Boris Johnson trabajaba para el Daily Telegraph, exhib¨ªa todos los prejuicios de la clase alta inglesa y combinaba dos caracter¨ªsticas raramente coincidentes: la arrogancia y el sentido del humor.
Ignoro si los londinenses habr¨¢n elegido a Boris Johnson, un personaje bastante esperp¨¦ntico. El periodista encarna, en cualquier caso, un fen¨®meno en alza: el pol¨ªtico bocazas. Johnson dice lo que piensa, o lo que le parece m¨¢s gracioso en un determinado momento, y ha hecho estragos por todas partes. Se han sentido insultados los ciudadanos de Liverpool, los habitantes de Pap¨²a Nueva Guinea, los homosexuales... Creo que Johnson no es popular a pesar de ello, sino debido, en gran parte, a su locuacidad descontrolada.
En cierta forma, ocurre con ¨¦l lo mismo que con Berlusconi. Las meteduras de pata, aparentes o reales, le humanizan. Y le hacen parecer una persona real, o al menos un pol¨ªtico de los de antes. A Adlai Stevenson, que fue candidato dem¨®crata a la presidencia de Estados Unidos, le dijeron una vez que todos los "americanos pensantes" estaban de su lado. "No me sirve de nada, yo necesito una mayor¨ªa", respondi¨® Stevenson. Que perdi¨® las elecciones, pero no por eso. ?Se imaginan a Rajoy o Zapatero diciendo algo as¨ª de los espa?oles?
Los pol¨ªticos, y en general los personajes p¨²blicos, han desarrollado, escud¨¢ndose en la correcci¨®n pol¨ªtica, un lenguaje vac¨ªo y sistem¨¢ticamente enga?oso. Aburren. Siento simpat¨ªa por quienes hablan con claridad; si la claridad es brutal, mejor. Quiz¨¢ est¨¦ en minor¨ªa, pero creo que el tir¨®n de los bocazas va en aumento, y basta echar un vistazo a la televisi¨®n o a Internet (la gran esfera p¨²blica) para comprobarlo.
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