?Qu¨¦ ocurre en la mente de un ped¨®filo?
La condici¨®n de v¨ªctima y experiencias nocivas en la adolescencia est¨¢n en el origen de la patolog¨ªa
?Qu¨¦ ocurre en la mente de un individuo para que se excite tocando a un menor? Los expertos no han dado a¨²n con una respuesta clara para explicar esta patolog¨ªa, la pedofilia. Apuntan hip¨®tesis: experiencias nocivas en la adolescencia o el hecho de haber sufrido abusos en el pasado pueden conducir al adulto por la senda del delito. Los ped¨®filos sienten un impulso irrefrenable y saltan de la fantas¨ªa a la realidad. Y aunque Internet, con sus comunidades virtuales y foros, les ha dado alas, seg¨²n los expertos, son pocos. La mayor¨ªa de abusos a cr¨ªos se dan en casa. Lo que a?ade el incesto. Una fuerte depresi¨®n, el fracaso en las relaciones personales o la ingesta de alcohol pueden desinhibir a un individuo para que acabe abusando de su hija, nieta o sobrina. Con a, porque la mayor¨ªa de v¨ªctimas son ni?as.
Los ped¨®filos son pocos; la mayor¨ªa de abusos se da en el seno del hogar
Carencias afectivas pueden llevar a los adultos a buscar cari?o en los ni?os
Los pederastas buscan trabajos que les permitan estar cerca de menores
Internet puede reforzar su idea de que lo que hacen es aceptable
Gums and Friends. Es decir, Chicles y Amigos. Es el nombre con el que Jos¨¦ A. P. bautiz¨® su tienda de golosinas, en el apacible paseo de Vilanova (Barcelona), que da al puerto. El local sigue abierto, pero Jos¨¦ ya no despacha a nadie. Est¨¢ en la c¨¢rcel por supuestos abusos a dos ni?as. Las v¨ªctimas son hijas de dos empleadas rumanas que trabajaban para ¨¦l en una panader¨ªa. El hombre, de 33 a?os, se gan¨® la confianza de las peque?as. Con argucias, las llevaba a Gums and Friends mientras sus madres vend¨ªan pan. En el almac¨¦n, las obligaba a masturbarle.
Cometi¨® los abusos de forma reiterada. Un patr¨®n que se repite en casi todos los pederastas, concluyen los expertos. Su perversa estrategia le funcion¨® hasta que una de las ni?as no quiso seguir con el juego y se lo cont¨® a la madre, que acudi¨® a la polic¨ªa. No era la primera vez que deten¨ªan a Jos¨¦ por ese motivo. Los pederastas, insisten los psic¨®logos, reinciden porque no pueden frenar sus impulsos.
Jos¨¦ viv¨ªa con su pareja en un piso contiguo a la tienda. Pasaba por ser un hombre "cordial y simp¨¢tico". Su nombre ha sido borrado del buz¨®n con tippex. Los vecinos se preguntan si hubiera podido actuar de otro modo. Lo m¨¢s probable es que no. "Hay ped¨®filos que se contienen porque saben el da?o que causan, o porque temen a la polic¨ªa. Pero la mayor¨ªa acaban delinquiendo", opina Enrique Echebur¨²a, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica en la Universidad del Pa¨ªs Vasco, que recuerda que hay que distinguir entre pedofilia (un concepto cl¨ªnico que indica atracci¨®n por los ni?os) y pederastia, que supone el delito de abusar de ellos. El primer paso de los ped¨®filos es consumir pornograf¨ªa infantil. M¨¢s tarde contactan con sus posibles v¨ªctimas y "despliegan estrategias de seducci¨®n", sigue el experto.
La adolescencia es clave en el nacimiento de esta psicopatolog¨ªa. "Si el joven se excita con est¨ªmulos at¨ªpicos, como im¨¢genes infantiles, puede acabar asociando placer sexual con ni?os", aclara Echebur¨²a. Esa hip¨®tesis la corrobora Santiago Redondo, profesor de Psicolog¨ªa y Criminolog¨ªa de la Universidad de Barcelona: "El adolescente se inicia en el sexo pensando en ni?os. El problema es que reproduce esa experiencia en su imaginaci¨®n".
La creencia, exaltada por el cine y la televisi¨®n, de que la v¨ªctima se convierte en verdugo, es cierta. Al menos, en parte. "Los ni?os de los que han abusado sufren interferencias en su desarrollo emocional. Por eso pueden tener comportamientos an¨®malos", indica Echebur¨²a. El responsable de tratamiento de la c¨¢rcel barcelonesa de Brians 2, Joan Carles Navarro, ha visitado a cientos de pederastas condenados y ha visto casos sorprendentes: "Un hombre admiti¨® que abusaron de ¨¦l a los 12 a?os; la misma edad que ten¨ªan sus v¨ªctimas. Entonces otro paciente se puso en pie y record¨®, para su sorpresa, que tambi¨¦n abusaron de ¨¦l".
Los expertos consideran que la transformaci¨®n de v¨ªctima en verdugo era m¨¢s frecuente en el pasado, cuando no exist¨ªa tratamiento alguno y los menores llevaban el asunto en el m¨¢s absoluto secreto. Adem¨¢s, alertan de que puede darse el efecto contrario: el adulto ejerce una sobrevigilancia sobre el menor para evitar que ¨¦l tambi¨¦n tenga que sufrir. En todo caso, destacan los psic¨®logos, parece que en la pedofilia no hay factores gen¨¦ticos implicados, aunque admiten que quedan terrenos por descubrir.
?C¨®mo se distingue a un ped¨®filo? Los psic¨®logos s¨ª han dado aqu¨ª con respuestas firmes, de manual. El ped¨®filo se muestra simp¨¢tico al lado del ni?o; disfruta de una capacidad de atracci¨®n que le permite ganarse su confianza sin necesidad, por lo general, de usar la fuerza. El caso de Mari Luz es, en ese sentido, excepcional. Con los adultos, el ped¨®filo se siente inc¨®modo. Procura rodearse de ni?os a trav¨¦s del trabajo y el tiempo libre: sacerdotes, monitores de colonias o vendedores de caramelos, entre otros. Casi todos son hombres.
Algo funciona mal en la mente de los ped¨®filos. Justifican su conducta. Para convencerse de que act¨²an bien alteran, si les conviene, su pensamiento. "Sufren distorsiones cognitivas. Se dicen a s¨ª mismos que a los ni?os les gusta que les toquen, que no hay nada de malo en ello, que es otra forma de cari?o", reflexiona Redondo. Se trata de una c¨®moda excusa y de un fraude, pues la relaci¨®n "es asim¨¦trica" y el ni?o "no est¨¢ en condiciones de decidir qu¨¦ quiere, aunque diga que s¨ª", a?ade Echebur¨²a.
Internet ha reforzado su enga?o. "Gracias a la Red, el individuo contacta con un grupo y se siente ubicado. Es un factor de riesgo", asegura Redondo. Los boy lovers -as¨ª se les llama en su refugio virtual- se prestan apoyo y comprensi¨®n desde el anonimato, lo que dificulta la acci¨®n policial. El fen¨®meno a¨²n no ha sido abordado en toda su dimensi¨®n.
Seg¨²n diversos estudios, m¨¢s de un 20% de las ni?as y un 10% de los ni?os han sido v¨ªctimas de abusos. Y no hay tantos ped¨®filos; de hecho, num¨¦ricamente son pocos. La raz¨®n es que la mayor¨ªa de abusos (m¨¢s del 65%, seg¨²n otros informes) se dan en casa y a manos de hombres que, en principio, prefieren a adultos para sus relaciones sexuales. Son los llamados "ped¨®filos circunstanciales" o "abusadores intrafamiliares". Se trata de personas que se interesan por los menores a ra¨ªz de alguna carencia. Hay tantos or¨ªgenes como circunstancias personales. "Ruptura de pareja, insatisfacci¨®n, depresi¨®n, b¨²squeda de experiencias nuevas, disponibilidad de los ni?os, soledad", resume Echebur¨²a. "Mezclan el afecto paterno-filial con el amor sexual. De alguna manera, los padres se enamoran de sus hijas", concluye Navarro. Si la obsesi¨®n se lleva al extremo, puede conducir a casos como el del austriaco Josef Fritzl, que abus¨® reiteradamente de su hija Elisabeth y la mantuvo encerrada en un s¨®tano 24 a?os. Su caso s¨®lo lo explican los expertos por una patolog¨ªa mucho m¨¢s acentuada cuyas consecuencias no son, por fortuna, habituales.
?D¨®nde est¨¢ la frontera entre el cari?o hacia los hijos y el abuso? La marca el sentido com¨²n. Y una se?al muy obvia: la excitaci¨®n. "Un adulto sano distingue entre el afecto y un componente sexual, que se manifiesta de forma evidente", se?ala Echebur¨²a. Al traspasar esa delgada l¨ªnea, el adulto se desboca. A diferencia de los ped¨®filos desconocidos, prolongan los abusos indefinidamente, porque el ni?o est¨¢ a su lado. El familiar -padre, t¨ªo, abuelo, hermano- seduce y amenaza seg¨²n le convenga. Primero viene el cortejo: la ni?a como preferida de la casa. Sigue la complicidad: es un secreto entre los dos. Y el recurso previo a la violencia: si la ni?a se chiva, a su madre le pasar¨¢ tal o cual cosa.
Superar el trauma es harto complicado. M¨¢s a¨²n si el tormento se da en el hogar. Y no s¨®lo porque los abusos son continuos, sino porque el ni?o se siente decepcionado y traicionado por los adultos. Para colmo, el episodio puede acabar con la estabilidad familiar. Las ni?as se sienten culpables por no haberse dado cuenta de lo que ocurr¨ªa. Una sensaci¨®n que crece cuando el menor cuenta lo ocurrido. Los familiares, dicen los expertos, suelen hacer caso al menor. El asunto, sin embargo, compromete la estabilidad familiar. El ni?o se pregunta entonces si hubiera sido mejor estar callado. Renace as¨ª el sentimiento de culpa.
Eso, cuando el ni?o se da cuenta de lo que ocurre. Porque, si el da?o se produce en una edad temprana (hasta los cinco a?os) puede percibirlo como algo "normal"; incluso como enamoramiento. ?Por qu¨¦? "El abusador las manipula para crear un nexo de complicidad", afirma Mariana Gonz¨¢lez, psic¨®loga de la Asociaci¨®n de Asistencia a Mujeres Agredidas Sexualmente.
Si el abuso persiste, el menor despierta. La televisi¨®n o una charla con amigos pueden abrirle los ojos. O empieza a interesarse por compa?eros de clase y rechaza el contacto con el abusador. Algunos menores deciden entonces hablar. "El familiar al que acude es clave. No puede ser un c¨®mplice silencioso que no da la voz de alarma por miedo a lo que pasar¨¢", insiste Gonz¨¢lez. A otros les cuesta m¨¢s verbalizar. Pero los s¨ªntomas aparecen igual: "Introversi¨®n, agresividad, demanda de atenci¨®n, alergias, erupciones... No se trata de pensar que nuestro hijo es v¨ªctima de abuso, sino de contemplar esa opci¨®n", sostiene Gonz¨¢lez.
Los problemas afloran tarde o temprano. La mayor¨ªa de pacientes que acuden a la asociaci¨®n son adultos. "Algunos, con 60 a?os, no lo han contado nunca. Viven el secreto como una losa. Cuando lo cuentan a la familia, mejoran", dice la psic¨®loga. ?Qu¨¦ les hace buscar ayuda tiempo despu¨¦s? "Suele ser una patolog¨ªa sexual. Pero a veces no. Por ejemplo, una madre tiene un beb¨¦ y ha de llevarlo a que lo vea el abuelo, el hombre que hab¨ªa abusado de ella".
Tratar a los ped¨®filos tambi¨¦n resulta complejo. S¨®lo se les atiende cuando ya est¨¢n en la c¨¢rcel. Un proyecto pionero en la c¨¢rcel de Brians demostr¨® que los agresores sexuales bajo tratamiento tuvieron un nivel de reincidencia 14 puntos menor a los no tratados. Ahora el proyecto se llevar¨¢ a una treintena de c¨¢rceles espa?olas. "Hay que trabajar mucho la empat¨ªa", dice Navarro, que ha visto casos de todo tipo. "Un preso nos cont¨® que hab¨ªa tenido tres relaciones con mujeres. En los tres casos, la mujer ten¨ªa una ni?a de la misma edad y ¨¦l ni se hab¨ªa dado cuenta". Redondo, por su parte, cree b¨¢sico trabajar la prevenci¨®n para "cortar por lo sano" si se detecta alg¨²n "incidente confuso" en la adolescencia.
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