56 minutos para salvar el trono
LO estoy imaginando. Madonna se acomoda en el sof¨¢: sonrisa congelada, m¨²sculos en tensi¨®n, ni un gramo de cordialidad. Esto es bisnes, amiguito. Su asesora de prensa, Liz Rosenberg, ronda por la habitaci¨®n, trasteando en su Blackberry. El juego se llama intimidar al periodista.
Nada de bromas para romper el hielo. Estamos en medio de esa operaci¨®n militar llamada "nuevo disco de Madonna". Un monumental ejercicio de mercadotecnia donde se dosifican las noticias y los anticipos. R¨¢fagas del single, estrenos del v¨ªdeo, liberaci¨®n de las fotos. El nuevo look: boxeadora de discoteca.
Al fin y al cabo, estamos ante la gran vedette contempor¨¢nea. Como sus predecesoras, la Ciccone nos vende su esculpido cuerpo, sus asombrosas sesiones fotogr¨¢ficas, su trayectoria de mujer de rompe y rasga. ?El disco? La excusa para nuevas coreograf¨ªas, claro. Hecho con Timbaland y The Neptunes, deber¨ªamos sentirnos impresionados. Mercenarios tan bien pagados que aceptan que Madonna se apunte cr¨¦ditos como coautora y coproductora.
?La misi¨®n? Confeccionar m¨²sica polivalente, apta para radiof¨®rmulas y pistas de baile poco exigentes. Con algunas guindas para dar sabor al postre: un fugaz rapeo de Kanye West, la vocecita negroide de Justin Timberlake. El argumento central habla de un giro hacia las discotecas negras, lo que en el lenguaje pol¨ªticamente correcto se llama sonido urbano.
Nada que temer: ella tiene bien tomada la medida a su p¨²blico y sus cambios nunca ser¨¢n radicales. Se modifica el marco pero la tem¨¢tica de la pintora no var¨ªa. Adem¨¢s, Hard candy es simplemente el anuncio para la gira: all¨ª se mueve la pasta.
En un momento, Madonna te preguntar¨¢ lo que piensas del disco. Pura rutina: no te creas ni por un momento que le interesa tu opini¨®n. Previamente, ha hecho que lo escuches una, dos, tres veces con la m¨¢xima concentraci¨®n. Como si esto fuera arte y no comercio.
Cualquier objeci¨®n es desechada con una mirada altiva, que reduce tu presencia a la de un intruso, un tonto de baba incapaz de apreciar que una mediocridad sonora se hace divina por la mera presencia de Madonna.
Est¨¢ en medio de una etapa f¨¦rtil: estreno como realizadora, nuevo documental, nuevo disco. Asombra su productividad, la belicosidad con que disputa cada cent¨ªmetro a Britney Spears, Nelly Furtado o la ¨²ltima mu?eca de moda. Pero no lo intentes por la v¨ªa de las alabanzas; no parece capaz de asimilarlas.
Si te prestara atenci¨®n, esto es lo que dir¨ªas de Hard candy. Canci¨®n a canci¨®n, sin pelos en la lengua.
1. Candy shop. Una colisi¨®n de estribillo pop con el aparataje electr¨®nico de The Neptunes. Letra simplona, donde Madonna vende las maravillas de sus dulces. Estas met¨¢foras ?no deber¨ªan estar reservadas a las lolitas? Pharrell Williams remata la faena con un rapeo indolente.
2. 4 Minutes. Unos teclados ¨¦picos de Timbaland que est¨¢n a punto de asfixiar lo que resulta finalmente ser una canci¨®n con cierta chispa. Justin justifica haber sido ungido por la reina con un juego de palabras entre prima donna y el nombre sagrado. Una historia de seducci¨®n donde Timberlake hace su mejor imitaci¨®n de Michael Jackson.
3. Give it 2 me. Ritmos saltarines y unos sintes de discoteca europea para arropar una voz tratada. The Neptunes piensan, evidentemente, que nadie se dar¨¢ cuenta de que venden beats de segunda mano. Lo ¨²nico original: una percusi¨®n cristalina.
4. Heartbeat. Invitaci¨®n a ocupar la pista de baile, con una melod¨ªa masticable. Si no fuera por los detallitos de aranb¨ª que aportan The Neptunes, podr¨ªas creer que es un descarte de Like a virgin. Contagiada de negritud, Madonna incluso presume de lo bien que mueve su booty (culo). En ella, el alarde sexual huele a ambientador de gimnasio.
5. Miles away. Infalible pop de centro comercial, con Timbaland demostrando sus recursos. Trucos resultones: una guitarrita rasgada y esa voz que se aleja. Puede que tambi¨¦n aparezca Justin Timberlake: la maquetaci¨®n de los cr¨¦ditos del disco est¨¢ calculada para que no puedas consultar esos detalles. La historia: una pareja que se entiende mejor cuando est¨¢n separados por seis mil millas. Oye, si quieres an¨¢lisis de sentimientos, busca discos de cantautoras.
6. She's not me. Vaya sorpresa: una rodaja del funky tecno que Prince facturaba en sus inicios. De hecho, la guitarra cortante est¨¢ tocada por una de las damas del harem principesco (Wendy Melvoin) y aparece un falsete que es puro Minneapolis. Tiene duraci¨®n de maxisingle, excesiva para su mensaje tontorr¨®n: te puedes haber ido con otra pero, ah, ella no tiene mi categor¨ªa.
7. Incredible. En su urgencia por sonar moderna, Madonna deja que The Neptunes pongan un ritmo ortop¨¦dico a una canci¨®n que alentaba una grata melancol¨ªa por un antiguo amor. Resuelven el tema de aquella manera, con un riff rockero sirviendo de puente. Apesta a desesperaci¨®n, a vamos-a-acabarlo-ya.
8. Beat goes on. Un relleno, por mucho que Kanye West intente sumar algo de valor a?adido. L¨¢stima que ya no funcione aquel Departamento de Control de Calidad, que repart¨ªa temas entre el ¨¢lbum y las caras B de los singles.
9. Dance 2 night. Hey, una audacia: m¨²sicos de carne y hueso, tocando ralentizado funk de los ochenta. Finalmente, la lecci¨®n de aguante: al borde de los cincuenta a?os, ella insiste en alborotar las pistas. Timbaland en su vertiente controlada, al servicio de la do?a.
10. Spanish lesson. Una simp¨¢tica espa?olada. Con su voz escasa, esto no da mucho juego, aunque deriva hacia un ritmo son¨¢mbulo. Con todo su dinero ?no podr¨ªa alquilar los servicios de algunos compositores h¨¢biles?
11. Devil wouldn't recognize you. En principio se trataba de una balada firmada por Joe Henry, el marido de su hermana. Ahora, misterios de la moderna creatividad, lo firman cinco personas. Pop a lo Madonna, aqu¨ª adornado con lacitos de rhythm and blues: voces angelicales, algo de scratch.
12. Voices. Un final solemne (aunque la versi¨®n japonesa de Hard candy termine incongruentemente con Ring my bell). Cuerdas y campanadas. Enciende el mechero y enjuaga las l¨¢grimas. Madonna manda.
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