La dinamita del diablo
La del 58 fue una excelente a?ada para el cine. Vincente Minnelli dirigi¨® Gigi con Leslie Caron, Deborah Kerr se encumbr¨® un poco m¨¢s con Buenos d¨ªas, tristeza, de Otto Preminger, y la Espa?a franquista que dorm¨ªa en su lecho de plomo apostaba por la esquizofrenia: V¨¦rtigo, de Alfred Hitchcock, tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de San Sebasti¨¢n y la gente silbaba por la calle la melod¨ªa que Augusto Alguer¨® compuso para Las chicas de la Cruz Roja con Conchita Velasco como la sensaci¨®n del momento. Pero, apenas sin ruido, ampar¨¢ndose ya en los circuitos nacientes del arte y ensayo, lejos del amparo de los Estudios Universal, se estrenaba el 23 de abril en Los ?ngeles, California, Touch of Evil (Sed de mal), una pel¨ªcula de Orson Welles llamada a ser para muchos el final de la ¨¦poca dorada del cine negro y para muchos m¨¢s la semilla naciente de una nueva y adictiva forma de hacer cine.
'Sed de mal' obr¨® el milagro de un reparto tan extra?o como imperecedero. Personajes que permanecen en la retina para siempre
Whit Masterson es por entonces una celebrada pareja de escritores (Robert Wade y William Miller) a sueldo que se especializaban en escribir novelas baratas (pulp fiction) a la sombra de los productores y que ven¨ªan de publicar una novelita, Badge of Evil, que fue adquirida r¨¢pidamente por Universal. Hollywood viv¨ªa la bonanza de la situaci¨®n econ¨®mica y quer¨ªa conquistar a la pujante clase media que empezaba a consumir casi con el mismo entusiasmo autom¨®viles, electrodom¨¦sticos, publicidad, cine y rock& roll. Era el momento de Frank Sinatra, de Buddy Holly y Elvis Presley, de la fundaci¨®n de la NASA, del auge de los pintores pop como Lichtenstein o Rosenquist... Un momento social como siempre muy alejado de las v¨ªsceras de Orson Welles, ese Ogro del siglo XX que manten¨ªa su peculiar manera de luchar para hacer las cosas a su manera, una manera excesiva, con muchas libras de personalidad y una ind¨®mita rebeld¨ªa ante cualquier imposici¨®n y que regresaba como el hijo pr¨®digo a Hollywood donde no hab¨ªa estado desde los tiempos de Macbeth (iniciado en 1947, concluido en 1950).
Sed de mal tuvo, como todas las pel¨ªculas que tocaba Welles, una extra?a peripecia y sobre todo un alumbramiento dif¨ªcil que preludiaba su raza de filme dinamitero, de producci¨®n sudorosa, de enfermiza obsesi¨®n en cada luz y encuadre. La frontera mexicano-estadounidense dibujaba por su parte la ambici¨®n psicol¨®gica necesaria para que el brutal choque de culturas, el odio racista y la deriva de sus muchos personajes convirtiera la producci¨®n en un polvor¨ªn. Welles se sali¨® casi siempre con la suya a costa de un tour de force que gravitaba sobre s¨ª mismo debido a su doble papel de director e int¨¦rprete del inolvidable polic¨ªa corrupto Hank Quinlan, un personaje seminal que tendr¨ªa tanta descendencia en el cine contempor¨¢neo que justifica su brutal corpulencia. En el otro lado del set, aparec¨ªa extra?amente el recientemente fallecido Charlton Heston en un extra?o papel criminal para la persona que Cecil B. De Mille, sobre todo despu¨¦s de Ben-Hur y Los diez mandamientos, hab¨ªa acu?ado como la moneda norteamericana de la gran pantalla. Heston, sin otra raz¨®n aparente, acept¨® trabajar en un proyecto modesto con el hombre que hab¨ªa dirigido Ciudadano Kane.
A las estrellas de Universal como Heston o Janet Leigh, que pon¨ªa el contrapunto de rubia americana entre tanta barbarie, Welles incorpor¨® como siempre y en el ¨²ltimo minuto a unos secundarios de muchos quilates: Marlene Dietrich en el papel de Tana, Joseph Cotten en el de m¨¦dico y Akim Tamiroff en el de Grandi. Tambi¨¦n tir¨® de la televisi¨®n naciente y confi¨® a una de sus estrellas de serial, Dennis Waever, el papel de portero de noche en el Hotel Mirador. Pese a que la pel¨ªcula pasar¨¢ a la historia por la enorme tensi¨®n entre Hank Quinlan y Ram¨®n Vargas, Sed de mal obr¨® el milagro de un reparto tan extra?o como imperecedero. La pel¨ªcula se vuelve a ver muchas veces y no pierde frescura debido a esa facultad del viejo zorro: personajes que aparecen un minuto como Zsa Zsa Gabor pero que permanecen en la retina para siempre.
Mientras se celebra el medio siglo de Sed de mal (en Espa?a se estren¨® en 1962, cuatro a?os m¨¢s tarde), aparece por primera vez en formato DVD en nuestro mercado otra pel¨ªcula con el inmortal sello Welles, Mr. Arkadin, un t¨ªtulo que parece menor dentro de su inmensa filmograf¨ªa (poblada de obras incompletas, documentales y series de televisi¨®n, eclipsada toda ella por el peso de Ciudadano Kane) pero que vista hoy ofrece otra portentosa caracterizaci¨®n del monstruo de Wisconsin. Mr. Arkadin, tambi¨¦n llamada Confidencial Report, ense?a de nuevo las turbulencias de Mr. Welles con los productores de medio mundo en busca de fondos para sufragar un rodaje multinacional y que no sabemos si de verdad su versi¨®n final ser¨ªa del agrado de un hombre que en los tres a?os de vaivenes que dur¨® su delirante gestaci¨®n tuvo tiempo para emprender las audiciones de Don Quixote, hacer una serie de televisi¨®n para Inglaterra, casarse con la actriz Paola Mori y mandar a tomar viento su sociedad con un apenado Louis Dolivet. Curiosamente, despu¨¦s de Mr. Arkadin, Welles desplaz¨® sus arrobas a Am¨¦rica para Touch of Evil pero no tard¨® mucho en regresar a Europa, sobre todo a esa Espa?a franquista en la que dej¨® muchos amigos, varios pufos y forj¨® nuevas aventuras andantes a semejanza de su gran h¨¦roe de acci¨®n Don Quijote. Con todos los avatares que se quiera, merece la pena ver hoy la descomunal caracterizaci¨®n de Van Stratten y los recovecos diab¨®licos de su mala memoria. Debe ser una especie de s¨ªndrome polaco de la trama, pero a m¨ª me parece que en esa pel¨ªcula naci¨® Roman Polanski.
El hombre que am¨® a Rita Hayworth y que so?¨® Rosebud, el hombre que en su delirio quiso robarle el alma a Shakespeare y a Cervantes, el hombre que asust¨® a Am¨¦rica con La guerra de los mundos, el hombre que vislumbr¨® la modernidad de las series de televisi¨®n, puede como poca gente del cine (¨¦l dec¨ªa que Ford y Ford y Ford, as¨ª, tres veces) sentarse en un combo del Olimpo y seguir haci¨¦ndole la vida imposible a la gente de la industria que todav¨ªa le a?ora. Una ¨²ltima recomendaci¨®n: si visitan Los ?ngeles no olviden dar un paseo por Venice. Algunos escenarios de Sed de mal siguen intactos. En uno de ellos vive Anjelica Huston. Su padre era muy amigo de Hank Quinlan. -
Sed de mal. Orson Welles. 1958. DVD. Universal. Mr. Arkadin. Orson Welles. 1955. DVD. Avalon / Filmoteca Fnac. Orson Welles en acci¨®n. Jean-Pierre Berthom¨¦ y Fran?ois Thomas. Akal, 2007. 545 p¨¢ginas. 45 euros.
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