Benjamin Black es John Banville
Hay novelas que suceden en la mente de sus protagonistas y novelas que suceden en el mundo. En principio no es ¨¦sta una clasificaci¨®n de la que deban concluirse diferencias cualitativas en la capacidad de unas y de otras para aprehender la realidad. Sin embargo, si convenimos que toda peripecia novel¨ªstica, toda historia en definitiva, reducida a su esencia, da cuenta de una mudanza ¨ªntima, es decir, del cambio experimentado por personajes que comienzan siendo de un modo y, a trav¨¦s de una serie de hechos que les afectan, acaban siendo de otro, cabe preguntarse si no implicar¨ªa un mayor riesgo o atrevimiento el pretender reflejar esa transformaci¨®n desde dentro. John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) se ha hecho un nombre, y un nombre que para muchos (George Steiner, por ejemplo) es el del mayor novelista contempor¨¢neo en lengua inglesa, con novelas que transcurren en la mente de sus protagonistas; novelas, como El libro de las pruebas, Eclipse, Imposturas o El mar (Premio Booker de 2005), en las que narradores psicol¨®gicamente al l¨ªmite, en permanente estado de crisis, acostumbrados a descender a diario a las catacumbas de la duda o la culpa, narradores que se ocultan y se pierden y huyen y juegan consigo mismos y con nosotros y nos enga?an y se enga?an sabiendo que lo hacen, entretejen, desde esa oscuridad en la que est¨¢n sumidos, desde la misma ra¨ªz del dolor o de su propia abyecci¨®n, el discurso de su cerebro en ebullici¨®n, una autopsia en vivo donde lo importante no es tanto el conocimiento de aquello que los ha conducido a ese estado como los infinitos matices, de juicio o de sensibilidad, que el centrifugado especulativo de sus conciencias volcadas sobre s¨ª mismas saca a la superficie.
El otro nombre de Laura
Benjamin Black
Traducci¨®n de Miguel Mart¨ªnez-Lage
Alfaguara. Madrid, 2008
360 p¨¢ginas. 19,50 euros
Se publica el pr¨®ximo mi¨¦rcoles, 7 de mayo
Antes de ese Banville hubo otros: el Banville de sus heterodoxas biograf¨ªas noveladas de cient¨ªficos como Cop¨¦rnico, Kepler o Newton, en las que, d¨¢ndoles ap¨®crifa voz en primera persona, combinaba la narraci¨®n de sus aportaciones a la ciencia, de sus descubrimientos de esferas de realidad antes ignotas, con la exploraci¨®n inventada de sus encrucijadas vitales, generalmente amorosas, creando as¨ª un f¨¦rtil contrapunto entre el idealismo de su af¨¢n cognoscitivo y la realidad azarosa y contradictoria y a veces ca¨®tica de las pulsiones m¨¢s elementalmente humanas de las que probablemente tambi¨¦n fueron presa. Y hay todav¨ªa un Banville m¨¢s primitivo, el Banville de sus primeras novelas sobre Irlanda, ninguna traducida al castellano, que, si bien resultan planas en comparaci¨®n con las que le han dado fama, contienen ya ese flirteo con lo perverso, con lo sombr¨ªo y con lo moralmente escurridizo, caracter¨ªstico de toda su obra, que, por la magia de la escritura, se convierte (y ¨¦sa es su asombrosa pirueta) en una reivindicaci¨®n de lo humano, en una eleg¨ªa de la vida y de la esperanza en una redenci¨®n.
En realidad era cuesti¨®n de tiempo que un autor tan aficionado a reinventarse a s¨ª mismo, con un inter¨¦s tan manifiesto por el lado oscuro del coraz¨®n, fijara su atenci¨®n en el g¨¦nero que ha hecho de lo negro su definici¨®n, la novela negra. Y no debe extra?ar, en un humorista como ¨¦l, que el seud¨®nimo elegido para firmar sus aportaciones en ese campo sea Benjamin Black. M¨¢s all¨¢, por lo dem¨¢s, del car¨¢cter de divertimento que es posible atribuirles, sin olvidar la apuesta comercial impl¨ªcita en un escritor con reputaci¨®n de minoritario, har¨ªa mal quien pensara que, tanto en El secreto de Christine, la primera de la serie, como en ¨¦sta su continuaci¨®n, El otro nombre de Laura, hemos de v¨¦rnoslas con un Banville rebajado. Ninguna de estas dos novelas sucede en la mente de su protagonista sino que est¨¢n narradas desde fuera por un narrador omnisciente, y en ambas, como no pod¨ªa ser de otro modo, hay una primac¨ªa de la trama sobre el pensamiento, pero la maestr¨ªa literaria y, sobre todo, la fuerza del estilo (esa corp¨®rea sensualidad, esa delicada fisicidad, del lenguaje de Banville) son las mismas de siempre; un estilo, eso s¨ª, puesto al servicio de otros fines.
El otro nombre de Laura retoma al pat¨®logo Garret Quirke, que protagonizara la primera entrega, as¨ª como a buena parte de sus personajes secundarios. La intriga se desarrolla dos a?os despu¨¦s, en el mismo Dubl¨ªn derrelicto de los cincuenta, con un Quirke arrepentido de la curiosidad que lo llev¨® a desentra?ar el caso anterior, por los devastadores efectos que su resoluci¨®n tuvo sobre su entorno social y familiar. Arrepentido, es cierto, pero, aun as¨ª, incapaz nuevamente de hurtarse al af¨¢n de saber tras pedirle a un antiguo compa?ero de colegio que se abstenga de realizar la autopsia al cad¨¢ver de su esposa recientemente fallecida, una pelirroja enamoradiza, de nombre Deirdre Hunt pero apodada Laura Swan, que regentaba un sal¨®n de belleza junto a un buscavidas, mitad gigol¨®, mitad extorsionador, llamado Leslie White, relacionado a su vez con un tal Doctor Kreutz, de profesi¨®n nigrom¨¢ntico y sanador espiritual.
John Banville (Benjamin Black) introduce en El otro nombre de Laura algunos elementos novedosos que no aparec¨ªan en El secreto de Christine. Por un lado, la narraci¨®n est¨¢ mucho m¨¢s fraccionada, pues ya no es el seguimiento de Garret Quirke el que nos gu¨ªa a trav¨¦s del laberinto, ni su punto de vista el principal, sino que son numerosos y prolijos los flash backs protagonizados por los otros personajes (magn¨ªficas las escenas de seducci¨®n de Laura Swan y de Phoebe, la sobrina-hija de Quirke, a manos de Leslie White). Por otro lado, la mencionada renuencia de Quirke a verse implicado en el drama, aunque no consiga alejarlo de ¨¦l, se proyecta sobre la narraci¨®n entera, haci¨¦ndola avanzar por los m¨¢rgenes y repercutiendo en el mismo final. No es cuesti¨®n de desvelarlo. Basta decir que todo se resuelve a pesar del propio Quirke.
El Quirke de El secreto de Christine no se paraba a mesurar las consecuencias de sus actos. ?ste es mucho m¨¢s cauteloso y, antes que la justicia, le preocupa la integridad (no s¨®lo f¨ªsica) de algunos de los implicados. "Lo que me interesa es la chica", exclama cuando el inspector Hackett lo pone al corriente de los ¨²ltimos detalles del caso. Ha dejado atr¨¢s los ideales y se ha hecho m¨¢s humano. Un h¨¦roe, en suma, puramente banvilliano. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.