Muerte y misterio en las pel¨ªculas y las novelas m¨¢s negras
Chandler, Hammett, Ellroy..., los novelistas que marcaron el g¨¦nero inspiraron a los cineastas -Huston, Coppola, Tarantino...- desde la ¨¦poca dorada de Hollywood
El halc¨®n malt¨¦s
John Huston (1941)
"Si eres buena, saldr¨¢s dentro de 20 a?os. Te estar¨¦ esperando. Y si te cuelgan, te recordar¨¦ siempre". Con esta frase Humphrey Bogart se consagr¨® al lograr la simbiosis perfecta entre el actor y el personaje creado por Dashiell Hammett, un detective privado de poca monta, duro y desencantado, ir¨®nico hasta el sarcasmo, pero capaz de un ¨²ltimo gesto de honestidad contra s¨ª mismo cuando entrega a Mary Astor a la polic¨ªa. John Huston, otro rom¨¢ntico esc¨¦ptico y desganado, s¨®lo tuvo que respetar la perspectiva del personaje con una fotograf¨ªa n¨ªtida, encuadres cuidados y movimientos de c¨¢mara especialmente medidos para que este cuento de hadas del siglo XX se convirtiera en la obra fundacional del cine negro: una cruzada de 17 a?os para apoderarse de un pajarraco de oro macizo y piedras preciosas. La materia con la que se tejen los sue?os.
Laura
Otto Preminger (1994)
La pantalla est¨¢ oscura, como la memoria antes de ser alcanzada por el recuerdo. Hay una voz que nos habla de un verano lejano, del aire ardiente y pesado de ese verano. "Nunca olvidar¨¦ aquel fin de semana en que muri¨® Laura". Con esas palabras subyugantes y morbosas del malvado Waldo Lydecker, se abre el cerrojo del pasado y aparece el retrato de una mujer. Laura vuelve del reino de los muertos en el cuerpo, en la voz y en la mirada de Gene Tierney. Es el fantasma de esa mujer el que est¨¢ detr¨¢s de toda la trama negra y psicoanal¨ªtica de este filme. Por eso Otto Preminger se apoya sobre todo en la c¨¢mara para viajar a la negrura del subconsciente. Son los ojos los que delatan a los personajes en sus intenciones, tres hombres rondando el fantasma de una mujer. La historia m¨¢s vieja del mundo.
Perdici¨®n
Billy Wilder (1944)
Todo un cl¨¢sico del cine negro, no s¨®lo por el trabajo de dos de los mejores escritores del g¨¦nero, James M. Cain, autor de la novela en que se inspira la pel¨ªcula, y Raymond Chandler, que firma el gui¨®n junto con Billy Wilder, sino por la presencia de Barbara Stanwyck que, sin renunciar al arquetipo de rubia fatal, enfundada en una explosiva peluca, introduce la inteligencia calculadora como elemento de perversi¨®n m¨¢s peligroso que el cuerpo. La escena en que la protagonista encandila al agente de seguros, prototipo del americano corriente, encarnado por Fred Mac Murray, representa el cenit de su magnetismo. Es otra forma, quiz¨¢ m¨¢s radical y nihilista, que tiene Billy Wilder de condenar el sue?o americano, ya sentenciado en algunas de sus comedias, tambi¨¦n en clave negra.
El sue?o eterno
Howard Hawks (1946)
Cuando Hawks le pregunt¨® al autor de la novela qui¨¦n demonios hab¨ªa matado a uno de los personajes que aparece asesinado, Raymond Chandler le contest¨® que no ten¨ªa ni pu?etera idea. La respuesta, lejos de suponer un problema, no hizo m¨¢s que alimentar la leyenda sobre la oscuridad del filme. El escritor William Faulkner y la guionista Leigh Brackett adaptaron la novela de Chandler en menos de ocho d¨ªas. Desde el primer momento, cuando Philip Marlowe acude a la entrevista con el anciano general Sternwood en el invernadero de su lujosa mansi¨®n, muchas cosas se dejaron a la improvisaci¨®n; otras se retocaron sobre la marcha, pero la f¨®rmula funcion¨® para crear la atm¨®sfera exacta de misterio. Eso sin contar con la qu¨ªmica entre Bacall ("no me gustan demasiado sus modales") y Bogart ("lloro en las noches de invierno lament¨¢ndolo, preciosa").
El Padrino
Francis Ford Coppola (1972)
No puede hablarse del crimen organizado en EE UU a lo largo del siglo XX sin mencionar a la Mafia. Existen numerosas pel¨ªculas de esta variante del g¨¦nero, pero ten¨ªa que ser un americano de ascendencia italiana quien elevara la Cosa Nostra al olimpo de la cumbre cinematogr¨¢fica. Aunque las tres partes de El Padrino est¨¢n inspiradas en la novela hom¨®nima de Mario Puzzo, en realidad la historia que Coppola tiene en mente es puro Shakespeare. El Padrino representa la magnitud de la tragedia en tres grandes actos marcados, como no pod¨ªa ser de otro modo, por el dios de la fatalidad. No se trata ya de la Mafia, sino de la ambici¨®n, del sentimiento del honor y de la venganza que tejen sus hilos en torno al poder, en el mismo c¨ªrculo natural que Shakespeare y, antes los tr¨¢gicos griegos, trazaron al raso de la noche, desde el silencio de los siglos.
El largo adi¨®s
Robert Altman (1973)
Es quiz¨¢ la revisi¨®n m¨¢s interesante del personaje creado por Raymond Chandler, en la que, sin duda, es la mejor novela negra de todos los tiempos. El estilo par¨®dico y coral de Altman, pasado por el gui¨®n de Leigh Brackett y unido al tono conciso de Chandler, fue uno de los cruces m¨¢s extra?os del cine, pero funcion¨®. Aqu¨ª el Marlowe cl¨¢sico desciende a las cloacas de la Norteam¨¦rica de los setenta rendida al d¨®lar, para descubrir que en el infierno de Los ?ngeles, si el amor es peligroso, la amistad puede llegar a ser mortal. A pesar del cinismo y la dureza, la mirada en negro de Chandler siempre destil¨® un oculto romanticismo. Tal vez por eso Marlowe prefiere despedirse en la novela con un "hasta la vista, amigo. No le digo adi¨®s. Se lo dije cuando la palabra ten¨ªa alg¨²n significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final".
Adi¨®s mu?eca
Dick Richards (1975)
Aqu¨ª el detective Philip Marlowe, interpretado por Robert Mitchum, ya no es el tipo duro que inmortaliz¨® Bogart en los a?os dorados del cine negro, sino un antih¨¦roe cansado y algo avejentado, pero bastante m¨¢s sabio. En realidad le importa un comino la imagen de sabueso que se las sabe todas. Este Marlowe no necesita creer en s¨ª mismo. Si tiene que hacer un trabajo sucio, lo hace, pero no pretende redimir a nadie. Es distante, le gusta el b¨¦isbol y con las mujeres despliega un estilo desganado que alcanza su m¨¢ximo cuando rechaza el revolc¨®n que le propone Charlotte Rampling, esposa de un famoso juez de Los ?ngeles, en el sof¨¢ de su casa. "Definitivamente est¨¢ usted muy anticuado", le suelta ella despechada. Antes de responderle, Mitchum la mira con un gesto que condensa toda la filosof¨ªa de su personaje, como si pensara: ?hay que joderse!
Blade Runner
Ridley Scott (1982)
Est¨¢ basada en la novela de Philip K. Dick ?Sue?an los androides con ovejas el¨¦ctricas? y supone la entrada de la ciencia-ficci¨®n en el g¨¦nero negro. Cada cual tiene determinadas secuencias grabadas a fuego en el registro de su memoria sentimental. Una de las que nos persigue a muchos desde la negrura sideral de un fotograma es la imagen del replicante Rutger Hauer en lo alto de una azotea de una ciudad contaminada, cuando, con una voz acabada y bella como ninguna, dice aquello de: "Yo he visto cosas que vosotros no creer¨ªais jam¨¢s, he visto atacar naves en llamas m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n. He visto rayos T brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannha¨¹sser. Todos esos momentos se perder¨¢n en el tiempo como l¨¢grimas en la lluvia. Es hora de morir". Pocas veces la melancol¨ªa futurista ha sido tan bien escenificada en el cine.
El cartero siempre llama dos veces
Tay Garnett (1946)
La historia escrita por James M. Cain inspir¨® varias versiones, pero ninguna como la que interpret¨® Lana Turner en el papel de Cora Smith. Ella es la mujer fatal por excelencia, la rubia platino destinada a ser la perdici¨®n de los hombres. Ni siquiera Jessica Lange en el remake que realiz¨® Bob Rafelson en 1981 consigue igualarla, pese a que incluye una de las mejores escenas er¨®ticas de la historia del cine. Lana Turner, con su mirada de esfinge, vestida de blanco con un turbante en la cabeza y un m¨ªnimo short bajo el umbral de la puerta, en su primera aparici¨®n en la pel¨ªcula, es la viva encarnaci¨®n de la mantis religiosa, incitadora de un irrefrenable deseo sexual que lleva inexorablemente al asesinato. Vale, puede que no fuera una gran actriz. Pero era una vamp maravillosa.
Retorno al pasado
Jacques Tourneur (1947)
Jane Greer: "?Existe alguna maldita manera de ganar?". Robert Mitchum: "Bueno, hay un camino para perder m¨¢s despacio".
De un lado est¨¢ el espacio provinciano de la Am¨¦rica profunda, un pueblo id¨ªlico y alejado, una peque?a gasolinera adonde ha ido a parar el protagonista despu¨¦s de una vida m¨¢s bien agitada y donde ha encontrado una cierta felicidad razonable junto a una muchacha humilde, dispuesta a proporcionarle hijos y sosiego. Del otro, el espacio m¨ªtico del mejor cine negro: el viaje, M¨¦xico, los moteles, la noche, el deseo... Dos paisajes mentales separados por el filo de una navaja por donde deambula con pasos vencidos el detective Jeff Bailey como todos aquellos que siempre tienen el coraz¨®n dispuesto para elegir lo que menos les conviene. Es decir, todos nosotros alguna vez.
La jungla de asfalto
John Huston (1950)
El argumento, basado en la novela de William R. Burnett, es una historia como tantas: un grupo de hombres al margen de la ley intenta perpetrar un robo planeado al mil¨ªmetro, hasta que en el ¨²ltimo momento todo se les viene abajo. Nada del otro mundo si no fuera porque el gui¨®n fue a caer en manos de John Huston, que lo convierte en un thriller prodigioso, una de las representaciones m¨¢s hondas del modelo po¨¦tico y tr¨¢gico del g¨¦nero negro. El t¨ªtulo ya encierra la met¨¢fora. Se trata de un magn¨ªfico, tenso, estremecedor y radical poema urbano. Pero de Chicago s¨®lo vemos un perfil lejano en la secuencia inicial, el resto son s¨®lo hombres, fieras en primer plano, vistas muy de cerca, enmara?adas en ese ¨¢mbito de la fatalidad donde "las sirenas resuenan como las almas en el infierno". Toda una leyenda.
Mr. Arkadin
Orson Welles (1955)
Uno de los pocos casos en que el gui¨®n de una pel¨ªcula acaba convirti¨¦ndose en una novela y no al rev¨¦s. Se public¨® primero en un peri¨®dico parisiense como serial y en 1955 lo edit¨® Gallimard. Un libro extra?o que contiene la famosa f¨¢bula del escorpi¨®n y la rana como declaraci¨®n de principios. Estamos en un muelle, la luz viene a r¨¢fagas mezclada con la lluvia. El miedo desfigura la perspectiva de la d¨¢rsena y sus callejones mugrientos. Creemos o¨ªr unos pasos. Nada. S¨®lo lluvia. Pero, un momento... Si aguzamos un poco la vista, puede que distingamos algo. S¨ª, un breve resplandor. Tal vez el brillo acerado de una navaja. Y despu¨¦s un hombre que corre. Un tipo que tropieza con las paredes, dejando un rastro de sangre. Un fugitivo. Alguien que se nos va a morir entre los brazos despu¨¦s de pronunciar una sola palabra: Arkadin. Comienza la pel¨ªcula.
?rase una vez en Am¨¦rica
Sergio Leone (1984)
Fue The Hoods, la novela autobiogr¨¢fica del famoso g¨¢nster Harry Goldberg, la que decidi¨® a Sergio Leone a abordar la pel¨ªcula de su vida. Tres horas y 40 minutos de puro cine. Una aut¨¦ntica epopeya sobre un grupo de emigrantes italianos desde que correteaban de cr¨ªos por las calles de Nueva York hasta que se convierten en g¨¢nsteres. Robert de Niro y James Woods protagonizan a los compa?eros del lado oeste de la ciudad, cuya asociaci¨®n se tornar¨¢ en muerte y misterio. Una historia de amistad con un trasfondo de romanticismo oscuro. Violencia, traici¨®n, sue?os, lealtad, amor, venganza... transitan hacia delante y hacia atr¨¢s camino de la infancia perdida de la mano de la magn¨ªfica banda sonora de Ennio Morricone. La sonrisa final de De Niro en el fumadero de opio encierra todo el enigma de la pel¨ªcula. Una carga po¨¦tica de m¨¢xima profundidad.
Pulp Fiction
Quentin Tarantino (1994)
Estamos en lo m¨¢s underground de Los ?ngeles. John Travolta y Samuel L. Jackson son un par de gorilas de segunda que deben recuperar un misterioso malet¨ªn. Por otra parte, el jefe de la banda le pide a Travolta que haga de canguro de su mujer, Uma Thurman. Todo un homenaje a las novelas de Ellroy, especialmente a American Tabloid. Un argumento m¨¢s complejo de lo que podr¨ªa parecer, su est¨¦tica entre el c¨®mic y el collage, unos di¨¢logos inteligentes, una banda sonora y unos actores en estado de gracia y abandono hacen de esta pel¨ªcula probablemente el filme m¨¢s representativo de los noventa. Algunas mentes biempensantes condenaron sus excesos sangrientos, sin entender la parodia de una violencia tan radical. S¨®lo Tarantino pod¨ªa combinar con tanto acierto esa violencia con una peculiar y delicad¨ªsima forma de ternura.
L. A. Confidential
Curtis Hanson (1997)
A diferencia de Hammett o Chandler, las novelas de James Ellroy son acaso m¨¢s negras porque carecen de conclusi¨®n y no dejan un maldito resquicio por el que respirar. Sus personajes ya no son americanos corrientes, sino los mismos art¨ªfices del sistema, los grandes magnates o los propios jefes del FBI que se mueven en un paisaje moral absolutamente devastado. En ese callej¨®n sin salida Kim Basinger realiza su mejor interpretaci¨®n. Por su parte, Russell Crowe, en el papel del polic¨ªa Bud White (un bruto de pocas luces, pero de coraz¨®n noble), consigue dar la r¨¦plica en masculino al modelo de la rubia explosiva y un poco tonta que es un arquetipo del g¨¦nero. Hay que admitir que tambi¨¦n a nosotras un tipo con mucho m¨²sculo y poco cerebro en ciertos momentos puede llegar a conmovernos.
El talento de Mr. Ripley
Anthony Minghella (2000)
La primera adaptaci¨®n de la novela de Patricia Highsmith fue interpretada por Alain Delon en A pleno sol (1960). Pero en la versi¨®n de Minghella, Matt Damon es m¨¢s fiel al personaje literario, un Ripley sexualmente ambiguo y dubitativo, con aspecto angelical como un demonio indefenso que llega a la cumbre de la seducci¨®n cuando toca My funny Valentine. No es un asesino al uso, sino un psic¨®pata amoral lo bastante inteligente o desesperado para ser capaz de convertirse en otro. Se trata de un tipo tocado por un lev¨ªsimo halo de desamparo que lo hace infeliz y por lo tanto comprensible. La gran diferencia con las dem¨¢s historias del g¨¦nero es que aqu¨ª no hay frontera clara entre el bien y el mal. Un punto de vista deliciosamente incorrecto en el que en alg¨²n momento el espectador llega a aproximarse al asesino hasta el punto de desear el crimen perfecto.
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