Es la leche
Unos marineros vuelven a casa despu¨¦s de haber estado unos d¨ªas en un infierno africano. Han tenido unos minutos en los telediarios y durante unos d¨ªas nos hemos acordado de que el pescado no est¨¢ tan caro para lo que cuesta pescarlo. Pero la lecci¨®n de estos marineros se nos olvidar¨¢.
Tambi¨¦n hemos visto estos d¨ªas pasados a otros trabajadores protagonizar secuencias de im¨¢genes, profesores, junto a alumnos, protestando por una reforma educativa que reforma todo menos la asignatura de Religi¨®n. Tambi¨¦n las im¨¢genes del Primero de Mayo, que en la imaginaci¨®n de algunos conservan un aura de mito revolucionario pero que no son lo que eran. Cada vez m¨¢s las reivindicaciones sindicales las protagonizan nuestros inmigrantes, nosotros somos los patronos. Las pantallas son refractarias a representar el trabajo y nos hartan con im¨¢genes de boller¨ªa, bollos y bollas en supercoches, minitangas, chupimotos, guaistations, adolescencia bien criada, vestida con marcas, con pasta y dispuesta a consumir. Eso sue?an nuestras pantallas. La ideolog¨ªa que nos emborracha dice que s¨®lo tiene valor el consumo, el gasto, y no el trabajo. La flor de nuestro tiempo son esos miserables que conducen a mil por hora dispuestos a matar a quien se cruce con ellos. Son los que m¨¢s atienden a lo que se nos ordena, los m¨¢s obedientes. Nuestra vanguardia.
Son nuestros campesinos y no puede existir un pa¨ªs sin paisanos. Ni en EE UU, ni en Galicia
En las noticias el trabajo aparece ¨²nicamente en su aspecto m¨¢s duro: cuando hay una desgracia. Nunca aparece el aspecto de creaci¨®n de algo con valor, de manifestaci¨®n de nuestra capacidad. El esfuerzo es la esencia del trabajo, su misma esencia, pero no su ¨²nico aspecto. La ¨¦pica del trabajo no es medi¨¢tica.
Hace unos d¨ªas, bajo una tromba de agua como suelen manifestarse las realidades en nuestro pa¨ªs, ocuparon las r¨²as de Santiago unos miles de campesinos rebeldes. Fue un momento de rabia en los telediarios, nada m¨¢s, ya pas¨®: es noticia peque?a y la actualidad la puede digerir y tragar. Desaparecer¨¢. Miles de ganaderos llevaron a Santiago su protesta clara por el precio de la leche. Elevan su protesta porque los quieren hundir, el mercado por su l¨®gica misma cuando se le deja suelto, los empresarios irresponsables por su codicia y todos los dem¨¢s por nuestra falta de sentido c¨ªvico.
Son nuestros campesinos. No puede existir un pa¨ªs sin paisanos, sin campesinos. Y esto es as¨ª en Estados Unidos, Alemania, Jap¨®n, Francia y Galicia. Los europeos subvencionamos nuestra agricultura por necesidad, no por vicio ni por fastidiar a los africanos. El genocidio del campesinado ser¨ªa una debacle social y un desastre humano que no sabemos ver. Pero es que el campesinado gallego no trabaja precisamente subvencionado. Nuestro campo ha protagonizado una gesta hist¨®rica que nadie ha contado: resistieron a las condiciones del tratado de adhesi¨®n de Espa?a a la Uni¨®n Europea que condenaba al sector lechero, un sector construido sin ayudas, contruido a pulso con el esfuerzo de los emigrantes y sus familias; resistieron a la desidia culpable de los a?os de AP y PP en la Xunta, cuando se fue dejando abandonado al sector lechero y se malvendi¨® troceado el sue?o de un gran grupo l¨¢cteo gallego a empresas de fuera.
La visi¨®n del campo y el mar como base para una industrializaci¨®n autocentrada es una de las mejores herencias que nos dej¨® el galleguismo republicano. Un campo modernizado y productivo como base para un gran sector industrial agroalimentario gallego es algo natural en nuestro pa¨ªs, leg¨ªtimo y necesario. Lo necesitamos todos, no s¨®lo los ganaderos. Pero nuestro pa¨ªs aculturizado, falto de orgullo, es incapaz de valorar la capacidad de nuestros campesinos. Esas personas que ped¨ªan un precio justo para la leche y que no vest¨ªan ropas de moda son las m¨¢s modernas de este pa¨ªs: han modernizado su producci¨®n y la hicieron competitiva sin apoyo alguno. Hay m¨¢s capacidad, valor y dignidad en una de esas familias campesinas que en 40 bares de copas.
El precio de la leche nos afecta a todos, el que pagamos en la tienda y el que se le paga a nuestros ganaderos. Queremos poder beber leche de esas vacas, queremos que puedan vivir de su trabajo las familias campesinas, queremos que este pa¨ªs tenga s¨®lidas bases productivas y queremos que se les pague un precio justo a los ganaderos. Tenemos que apadrinar c¨ªvicamente a nuestras vacas.
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