El d¨ªa del orgullo madrile?o
Un recorrido por las cinco exposiciones que deja el bicentenario en la capital
Tal d¨ªa como el pasado viernes hace 200 a?os, el pueblo de Madrid, pueblo en el m¨¢s genuino sentido de la palabra, pueblo llano, se sublev¨® contra los invasores franceses que pretend¨ªan arrebatarles los ¨²ltimos vestigios de una monarqu¨ªa absolutista, inepta, corrupta e inmersa en una rutina de intrigas y conspiraciones palaciegas. Ni el ab¨²lico Carlos IV, ni su taimado heredero Fernando VII, hab¨ªan despertado precisamente el fervor popular hasta ese momento, pero la salida forzosa del ¨²ltimo infante residente en Madrid prendi¨® la chispa de una rebeli¨®n tan heroica como desorganizada, espont¨¢nea y suicida.
"Los pueblos donde hay muchos frailes son f¨¢ciles de someter", hab¨ªa aventurado Napole¨®n antes de enviar a su cu?ado Murat, uno de sus generales m¨¢s crueles y curtidos, para apoyar a su hermano mayor Jos¨¦ en el trono de Espa?a. El acceso de patriotismo popular y su extremada beligerancia pillaron por sorpresa a los usurpadores, el pueblo de Madrid no toleraba m¨¢s tiranos que los suyos, los de casa, los de siempre, Borbones, de genealog¨ªa francesa pero aclimatados en el pa¨ªs. Los reyes son siempre extranjeros, casi ap¨¢tridas, pero hay algunos m¨¢s extranjeros que otros.
Las conmemoraciones del bicentenario de 1808 est¨¢n haciendo de Madrid estos d¨ªas un gran parque tem¨¢tico consagrado a la efem¨¦rides con las exposiciones organizadas sobre todo por la Comunidad y el Ayuntamiento, enfrentados esta vez por concepciones muy distintas de enfocar sus visiones. La Comunidad de Esperanza se ha volcado en una macroexposici¨®n, Dos de Mayo, un pueblo una naci¨®n, una aparatosa exhibici¨®n comisariada por el escritor Arturo P¨¦rez Reverte que cuenta con poderosos recursos tecnol¨®gicos, audiovisuales y escenogr¨¢ficos, un viaje virtual a trav¨¦s de un t¨²nel del tiempo, una larga y apabullante inmersi¨®n en el pasado.
El Ayuntamiento de Alberto ha optado por la diversificaci¨®n, el rigor y la modestia. Guerra y territorio, la exposici¨®n del renovado Museo de Historia es una muestra especializada en cartograf¨ªa y topograf¨ªa, materias poco atrayentes desde el punto visual, mientras que Ciudad y protagonistas, abierta en el centro cultural Conde Duque, propone un acercamiento a la vida cotidiana y a los sucesos de la ¨¦poca.
Dos exposiciones, m¨¢s centradas en la totalidad de la guerra que en la sublevaci¨®n madrile?a, La naci¨®n en armas en el teatro Fern¨¢n G¨®mez y Miradas sobre la guerra en la Biblioteca Nacional complementan la visi¨®n de los acontecimientos resucitados por el calendario, recurso objetivo en el reparto de subvenciones y financiaciones que los funcionarios de la Cultura utilizan para justificar actos y prever programaciones.
- Madrid en Canal. Entre el envolvente despliegue audiovisual de la exposici¨®n del Canal de Isabel II, muchos visitantes se demoran ante una sencilla vitrina que alberga una pavorosa colecci¨®n de navajas de la ¨¦poca, cedidas por el Museo de armas blancas de Albacete. Las navajas, ya nos lo han explicado varias veces aqu¨ª, fueron las armas del pueblo, navajas contra los sables y las corazas de los coraceros. "No s¨¦ porque les llaman armas blancas con la grima que dan" comenta en voz baja a su pareja una dama de cierta edad apartando la vista del muestrario de cuchiller¨ªa que tanto parece interesar a su acompa?ante.
Una inquietante banda sonora acompa?a a los visitantes en su largo recorrido, resuenan los cascos de los caballos y los pasos de los soldados invasores se van acercando, atruenan los ca?ones y emergen los gritos desgarrados de los patriotas: "?Que se los llevan!", "?Hasta aqu¨ª hemos llegado!", una algarab¨ªa de voces desgarradas y el choque de los aceros, cargas y descargas, rabia y estr¨¦pito. Abrumados por los efectos sonoros, los catec¨²menos, que han pagado seis euros a la entrada, reciben un bautismo de inmersi¨®n que les prepara para la gran ceremonia que se desarrolla del otro lado de la puerta.La Comunidad ha tirado la casa por la ventana para asomarnos a la emblem¨¢tica fecha y transformarla en algo as¨ª como el d¨ªa del orgullo madrile?o. Tras el ba?o de sangre, c¨®lera y efectos especiales, los visitantes salen a la superficie conmocionados o aturdidos por la propuesta.
El comisario P¨¦rez Reverte apuesta por el efectismo en una abigarrada combinaci¨®n de vi?etas evocadoras donde se mezclan las m¨¢s modernas t¨¦cnicas audiovisuales y las escenograf¨ªas teatrales en tres dimensiones con maniqu¨ªes hier¨¢ticos que representan otras tantas escenas de este via-crucis laico y patri¨®tico. Conviene llevar a los ni?os de la mano para que no se pierdan en el laberinto, no vayan a tropezar a la vuelta de una esquina con los espeluznantes cad¨¢veres de Daoiz y Velarde o con un fiero fantoche, patriota o gabacho, armado hasta los dientes, visiones espeluznantes que podr¨ªan marcar sus delicados esp¨ªritus para siempre.
Frente al Palacio Real, dos patriotas descabalgan y acuchillan en sesi¨®n continua, de la ma?ana a la noche, a un coracero franc¨¦s. La brutalidad de las im¨¢genes sobrecoge a una pareja francesa que se escandaliza en susurros, quiz¨¢ temerosa de una venganza popular y retrospectiva. El espect¨¢culo tiene ingredientes de Hollywood, resabios de Museo de Cera y detalles circenses.
- Ciudadanos todos. Madrid 1808. Ciudad y protagonistas, en el viejo Cuartel de Conde Duque tiene tambi¨¦n su fase de incubaci¨®n, esta vez en el interior en sombras de una funeraria pir¨¢mide instalada en el patio norte. Es una inmersi¨®n puramente s¨®nica, ta?idos y estampidos, gritos col¨¦ricos, lamentaciones y chirridos met¨¢licos con el contrapunto de carillones melanc¨®licos. El visitante, que permanece de pie, bombardeado en la oscuridad por la estampida sonora agradece la confortable penumbra de la primera sala, una calidosc¨®pica visi¨®n de la vida cotidiana del pueblo insurgente y de la emergente burgues¨ªa en v¨ªsperas de la insurrecci¨®n. Interiores alegres y confiados de las mansiones burguesas, cristaler¨ªa y joyer¨ªa, vestuario leg¨ªtimo del Museo del Traje, estampas de los gremios y oficios de la ciudad, mobiliario de ricos y de pobres y entre las curiosidades un abanico con lentes que anticipa el dada¨ªsmo.
En 1808 resid¨ªan en la ciudad 6.482 empleados y 4.781 nobles que no se implicaron por regla general en la gloriosa algarada a la que asistieron como pusil¨¢nimes y temerosos testigos desde sus casas. En la otra sala destaca una breve y ostentosa exhibici¨®n de pintura historicista y rom¨¢ntica del ¨²ltimo tercio del siglo XIX. Coloristas y fant¨¢sticas recreaciones de estudio de las muertes de Dao¨ªz y Velarde o de Manolita Malasa?a y su padre despachando a un franc¨¦s por la v¨ªa tradicional.
- Cartograf¨ªa. Para acceder a la exposici¨®n de cartograf¨ªa y topograf¨ªa del Museo de Historia solo hay que atravesar la barroqu¨ªsima fachada del antiguo Hospicio que contrasta con la aridez de los contenidos de la muestra, detallada exhibici¨®n de planos y de mapas alrededor de la monumental maqueta del Madrid antiguo m¨¢s iluminada en las zonas donde se produjeron los levantamientos y los fusilamientos.
La exposici¨®n adquiere m¨¢s m¨¦rito ante los ojos del profano cuando lee que en los primeros a?os del siglo XIX la cartograf¨ªa espa?ola estaba obsoleta, anticuada y dispersa, cuando exist¨ªa. Esta muestra se complementa con Las Miradas sobre la guerra que propone la Biblioteca Nacional y que recoge una cuidada y magn¨ªfica recopilaci¨®n de grabados hist¨®ricos. Los Desastres goyescos vinculan una exposici¨®n donde la s¨¢tira muestra sus perfiles m¨¢s virulentos anunciando su irrupci¨®n en la vida pol¨ªtica del agitado siglo XIX espa?ol.
- La naci¨®n en armas. El bautismo de sangre y fuego, gloria y masacre, culminar¨ªa con una visita a la exposici¨®n del teatro Fern¨¢n G¨®mez, La Naci¨®n en armas, en la que se percibe la crucial participaci¨®n del Ministerio de Defensa. Una pormenorizada y sobria descripci¨®n de las principales batallas, algo desva¨ªda en pantalla grande, y una proyecci¨®n de escenas de pel¨ªculas basadas en la Guerra de la Independencia, son la cara seria y la cruz folcl¨®rica de una muestra en la que brillan los sables, las bayonetas y los uniformes, esta vez aut¨¦nticos, de los soldados de los tres ej¨¦rcitos participantes, pocos uniformes espa?oles, por lo visto se los llevaron a casa al licenciarse, y muchos franceses, se supone que tomados como despojos de guerra.
El malo de la Historia, el invasor por antonomasia, Jos¨¦ Bonaparte, aparece siempre de forma grotesca en la imaginer¨ªa de estas exposiciones patri¨®ticas, sin matices y con trazo grueso. Ante un grabado que le representa arrodillado y suplicante dentro de una botella con el vino al cuello, una joven gu¨ªa autorizada se explica: "Pepe Botella, no era ni un borracho ni un abstemio, podr¨ªamos decir que beb¨ªa lo normal". Y as¨ª lo subrayamos para que quede constancia.
M¨¢s informaci¨®n en la p¨¢gina de agenda.
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