En las garras de Al Qaeda
Un inform¨¢tico iraqu¨ª pas¨® ocho d¨ªas secuestrado en las mazmorras de una c¨¦lula 'yihadista'. Sufri¨® torturas e intentaron matarle. ?ste es su testimonio
Se ha convertido en un hombre sin rostro y sin patria que se protege tras las iniciales A. al S. Los golpes que recibi¨® mientras estuvo en manos de Al Qaeda en Mesopotamia han curado hace meses, pero las cicatrices psicol¨®gicas le han convertido en una persona solitaria que a cada rato mira a sus espaldas. Cambia de domicilio con frecuencia, y s¨®lo se relaciona con un pu?ado de iraqu¨ªes a los que conoce desde antes de abandonar su pa¨ªs. Sus secuestradores fueron muy claros: "Si no aceptas trabajar para nosotros, vete de Irak y no vuelvas".
"Demu¨¦stranos que eres sun¨ª o te matamos". Durante ocho d¨ªas, los encapuchados que tuvieron secuestrado a este inform¨¢tico de 38 a?os repitieron sin cesar la amenaza. "Regresaba a casa de la oficina cuando en la calle cinco hombres enmascarados y armados me obligaron a parar el coche y me pidieron el carn¨¦ de identidad. Una vez que confirmaron que era la persona que buscaban, me vendaron los ojos, me ataron las manos a la espalda y me metieron en el asiento trasero", rememora en la capital de un pa¨ªs vecino donde ha encontrado refugio. Era el 25 de enero de 2007, una fecha que no podr¨¢ olvidar.
"Me azotaron. Perd¨ª la noci¨®n del tiempo. Ten¨ªa sangre por todo el cuerpo y no pod¨ªa ni mantenerme en pie"
"No me dieron explicaciones, dijeron que ¨ªbamos a la sede del Gobierno Isl¨¢mico de Irak. El trayecto dur¨® veinte minutos, por lo que imagino que me llevaron a uno de los barrios en los que la insurgencia afiliada a Al Qaeda en Mesopotamia hab¨ªa proclamado un Estado Isl¨¢mico". El viaje termin¨® en una casa en la que esperaban otros siete u ocho hombres, todos armados y con los rostros cubiertos.
"Me quitaron la venda de los ojos y me preguntaron si sab¨ªa qui¨¦nes eran. Les dije que el Ej¨¦rcito del Mahdi [la milicia del chi¨ª M¨²qtada al S¨¢der], pero me dijeron que no, que eran de Tawhid Wa al Yihad", el grupo de Ab¨² Musab al Zarqaui, que desde octubre de 2004 pas¨® a conocerse como Al Qaeda en Mesopotamia. "Soy Ab¨² Husam, el l¨ªder de esta c¨¦lula, me dijo el cabecilla antes de acusarme de trabajar con el ej¨¦rcito norteamericano y el Ministerio del Interior, y preguntarme si ten¨ªa negocios con renegados [en referencia a los chi¨ªes, a quienes los fan¨¢ticos sun¨ªes consideran herejes]".
"Tambi¨¦n me preguntaron si era sun¨ª o chi¨ª. Cuando les respond¨ª que sun¨ª, me dijeron que lo probara o me matar¨ªan. Cogieron mi m¨®vil y empezaron a llamar a mi familia para decirles que me ten¨ªan en su poder, que estaban haciendo unas averiguaciones y que no se preocuparan porque ellos eran buena gente. Despu¨¦s seleccionaron n¨²meros al azar, y a quien respond¨ªa le preguntaban: ?es S. sun¨ª o chi¨ª?".
Algunos interlocutores colgaron sin responder; otros, tal vez sospechando lo que pasaba, dijeron que no era ni sun¨ª ni chi¨ª, sino musulm¨¢n; por fin, un amigo al que su hermana hab¨ªa logrado alertar de lo que pasaba dijo que era sun¨ª. "Entonces le pidieron que encontrara a dos sun¨ªes que lo atestiguaran, para lo cual s¨®lo les val¨ªa la palabra de dos miembros de Al Qaeda", desgrana S.
Su amigo se puso a buscar gente, pero, mientras, los secuestradores llamaron a otro n¨²mero. Para su desgracia, un amigo -tal vez temiendo, como ¨¦l inicialmente, que al ser sun¨ª le hubieran capturado chi¨ªes- respondi¨® que era chi¨ª. "Tem¨ª que me mataran en ese mismo momento. Me acusaron de ser un mentiroso. Yo lo negaba, pero no serv¨ªa de nada", relata con la voz temblorosa.
Entonces empez¨® lo peor. "Me dieron unas cadenas y me pidieron que me flagelara como los chi¨ªes, a lo cual me negu¨¦. Al final me dejaron, pero a la ma?ana siguiente volvieron a repetirme que deb¨ªa probar que era sun¨ª o me matar¨ªan. Me vendaron los ojos, volvieron a atarme las manos y vinieron cinco personas a azotarme para que dijera la verdad. Perd¨ª la noci¨®n del tiempo. Cuando acabaron ten¨ªa sangre por todo el cuerpo y no pod¨ªa ni mantenerme de pie".
Tampoco pararon al d¨ªa siguiente. Las mismas preguntas. Le dijeron que un amigo con el que trabajaba le hab¨ªa denunciado. Fue entonces cuando S. entendi¨® que hab¨ªa sido su socio. Ambos regentaban una compa?¨ªa inform¨¢tica, y su negativa a pagarle su participaci¨®n cuando tuvo que huir de Irak termin¨® de confirmarle esa sospecha. "Al d¨ªa siguiente vinieron para matarme; me ataron, me encapucharon, me obligaron a arrodillarme y me pusieron una pistola en la sien. Entonces, el verdugo apret¨® el gatillo varias veces, pero la pistola fall¨®. Llamaron al jeque y le explicaron lo sucedido. Ab¨² Husam les dijo que repitieran las comprobaciones porque a lo mejor yo era un buen musulm¨¢n y lo sucedido era un signo de su error. Me reconocieron que se equivocaban en un 20% de las ocasiones.
Hab¨ªan pasado seis d¨ªas desde que S. lleg¨® a ese centro de detenci¨®n clandestino y a¨²n le quedaban 48 horas de horror hasta que sus captores le liberaran a cambio de 100.000 d¨®lares, que su familia reuni¨® a toda prisa. Hubo tiempo para una nueva ejecuci¨®n fallida, y para que llamaran a un matarife que deb¨ªa degollarle, a lo que se neg¨® aduciendo que estaba cansado. Tal vez s¨®lo fuera parte de las torturas, pero ¨¦l lleg¨® a verse muerto y ahora tiene la sensaci¨®n de vivir una pr¨®rroga.
Al final, sus captores llegaron a la conclusi¨®n de que era de confianza y le pidieron que colaborara con ellos identificando a chi¨ªes. "Me negu¨¦ dici¨¦ndoles que no ten¨ªa ninguna informaci¨®n que ofrecerles. Entonces me conminaron a que me fuera de Irak". Le abandonaron ensangrentado en una acera con 500 dinares para el taxi. "A¨²n no s¨¦ por qu¨¦ me liberaron; me dijeron que era el primero en salir con vida de aquella casa", concluye.
En ning¨²n momento not¨® tensi¨®n entre sus captores. "Todos se mostraban felices; les han lavado el cerebro y est¨¢n convencidos de que matar es un mandato de Dios. El que mata a 25 alcanza el grado de jeque; con m¨¢s se llega a emir, y finalmente, a emir de emires. Eso es lo que era Al Zarqaui, uno de los dirigentes m¨¢s sanguinarios de la insurgencia iraqu¨ª, a pesar de ser jordano. Los secuestradores de S. ten¨ªan acento iraqu¨ª "de fuera de Bagdad", excepto uno, al que se refiere como musawi, un t¨¦rmino despectivo con el que los iraqu¨ªes designan a los chi¨ªes iran¨ªes.
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