No esperen por las mujeres
Con motivo de mi reciente toma de posesi¨®n de una plaza en la Real Academia Espa?ola -lo de toma de posesi¨®n suena un poco b¨¦lico, pero es as¨ª como se llama la cosa-, algunos periodistas me han preguntado por el Diccionario, por el estado de nuestra lengua en Espa?a, por la marabunta de anglicismos innecesarios que padecemos, por la responsabilidad de los medios de comunicaci¨®n en el deterioro general y dem¨¢s. Como quiera que a¨²n no he asistido a ninguna sesi¨®n de la casi trisecular instituci¨®n que ha tenido a bien acogerme, y por tanto ignoro su funcionamiento, puede que est¨¦ equivocado en las observaciones que har¨¦ a continuaci¨®n, pero as¨ª es como yo veo hoy estas cuestiones sobre las que se me ha inquirido en estos d¨ªas:
"No somos nadie para quitarle a nuestra lengua un t¨¦rmino"
a) Buena parte de la sociedad espa?ola est¨¢ muy confundida respecto a las atribuciones y competencias de la RAE. ?sta no impone nada, sobre todo porque no est¨¢ capacitada para hacerlo y porque adem¨¢s a la lengua no se le ponen rejas ni barreras nunca. La gente habla y escribe como quiere -faltar¨ªa m¨¢s-, lo cual no obsta, sin embargo, para que otros opinen que tal o cual persona habla como un perro o escribe con los pies. Por un lado, la RAE recoge, registra y refleja lo que los hablantes sancionan mayoritariamente; y, por otro, aconseja, sugiere, orienta e intenta poner cierto orden para que sigan existiendo unas convenciones m¨ªnimas -un pacto entre los hablantes- que nos permitan entendernos. Eso es (m¨¢s o menos) todo.
b) Por eso es absurdo, adem¨¢s de dictatorial, que diferentes grupos -sean feministas, regionales o ¨¦tnicos- pretendan, o incluso exijan, que la RAE incorpore tal o cual palabra de su gusto, suprima del Diccionario aquella otra de su desagrado, o "consagre" el uso de cualquier disparate o burrada que les sean gratos a dichos grupos. La Academia no puede borrar el vocablo "judiada", por ejemplo, por mucho que su origen nos resulte antip¨¢tico o condenable. Se puede intentar desterrarlo del uso actual, podemos procurar evitarlo por sus connotaciones evidentes, pero no somos nadie, ni siquiera la RAE, para quitarle a nuestra lengua un t¨¦rmino que, nos guste o no, ha existido y es historia y se encuentra en textos cl¨¢sicos. Suprimirlo sin m¨¢s supondr¨ªa, entre otras cosas, hacerles una faena a los traductores del espa?ol a otros idiomas. Imaginen que los diccionarios de ingl¨¦s, por melindre y diplomacia est¨²pida, hubieran borrado "Spanish pox": no habr¨ªamos tenido manera de saber que la adecuada traducci¨®n de eso es "s¨ªfilis", o, si se prefiere, "mal franc¨¦s" (todas las lenguas echan la culpa de las lacras a los extranjeros).
c) Los anglicismos superfluos son hoy una verdadera amenaza para cualquier idioma. No as¨ª los necesarios. Si el espa?ol carece de equivalente o palabra para algo existente en otra lengua, o sencillamente nuevo, no s¨®lo no hay inconveniente en adoptar -y quiz¨¢ adaptar- el t¨¦rmino, sino que es lo recomendable. Un buen ejemplo es el verbo "zapear", que todos utilizamos ya con absoluta naturalidad, pero que proviene direct¨ªsimamente del neologismo ingl¨¦s "to zap". Lo que echa a perder una lengua es, en cambio, que los espa?oles -como ya he o¨ªdo m¨¢s de una vez- empiecen a decir "vamos a esperar por ellos", en un rid¨ªculo calco de "to wait for them", que es la forma inglesa de decir "esperarlos". O que se suelten "implementar", "esponsorizar" o "monitorear", que son producto a medias de la pomposidad y la ignorancia. O construcciones como "Anoche, en la calle Bail¨¦n, fue disparado un hombre", calco grotesco de "a man was shot" y que propiamente significa que a un hombre se lo meti¨® en un ca?¨®n -esperemos que de circo- y se lo dispar¨® desde ¨¦l como si fuera una bala.
d) Pero no se trata s¨®lo de los anglicismos. En textos recientes (traducidos o escritos originalmente en castellano) he le¨ªdo cosas como "iz¨® los ojos" (como si fueran banderas), o "se le llen¨® la cara de sonrisas" (como si a la persona en cuesti¨®n le hubieran brotado unas cuantas en la frente, la nariz, el ment¨®n y las mejillas). Hace unas semanas o¨ª decir a una ministra que "asum¨ªa" su cargo "en primera persona", uni¨¦ndose as¨ª al latiguillo period¨ªstico, cada vez m¨¢s extendido, seg¨²n el cual la gente vive una experiencia, un susto o lo que sea "en primera persona", como si fuera posible hacerlo en segunda o en tercera. La expresi¨®n "en primera persona" s¨®lo cabe para relatar, por ejemplo una novela. Las cosas se viven a secas, o a lo sumo "personalmente" o "en persona". Lo de "en primera" est¨¢ de sobra, y adem¨¢s es una horterada sin paliativos.
e) No insistir¨¦ hoy sobre las pretensiones de acabar con el "lenguaje sexista". La antigua acepci¨®n de "mujer p¨²blica" no puede suprimirse del Diccionario por lo mismo que no se puede borrar "judiada". Ni la palabra "co?azo", compensada, de hecho, por la expresi¨®n "de co?a", ya que ambas comparten etimolog¨ªa, para mal en un caso y para bien en el otro. En cuanto a "cancillera", "bedela", "ujiera" y otras aes innecesarias, ya que la terminaci¨®n en "-er" o en "-el" rara vez indica g¨¦nero masculino ni femenino, a este paso se acabar¨¢ exigiendo que no se diga "mujer", sino "mujera". Ustedes ver¨¢n, se?oras. Y se?ores.
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